Hasta el 20 de mayo se puede visitar en la sala de exposiciones de la Facultad de Bellas Artes la muestra "Sur [Espiral] Polar". En ella se exhibe el trabajo realizado en la Antártida por ocho creadores diferentes, entre ellos el complutense José Cháfer Cruz. Esta iniciativa artística surgió de un convenio de cooperación firmado entre la Dirección Nacional del Antártico de la República Argentina y varias universidades, entre ellas la Complutense de Madrid.
José Cháfer estudió el grado de Bellas Artes en la UCM y luego realizó el máster de Investigación de Arte y Creación. Cuando estaba en ese máster se hizo pública la convocatoria de proyectos para realizar una residencia artística en la Antártida, colaborando con la Dirección Nacional Antártica argentina.
Cháfer presentó el proyecto y fue seleccionado. Explica el artista que "al hacerlo entre dos países se complica el tema, sobre todo porque son muchos gastos" que a un estudiante le hubiera costado asumir. El vicerrectorado de Estudiantes de la UCM se hizo cargo del viaje de ida y vuelta de Cháfer, así como de parte del material y de la estancia en Buenos Aires.
Ir a la Antártida no es fácil, e incluso hace falta un certificado médico que asegure que se está bien física y mentalmente para exponerse a unas condiciones que desde el principio se antojan complicadas. "Estar una base antártica, 54 personas, un mes y medio, sabiendo que no puedes salir de allí, que no puedes escaparte...¡Uf! De todos modos, antes de ir para allá pensé que iba a ser más duro de lo que ha sido, porque tuve mucho tiempo para mentalizarme, desde julio que me enteré hasta octubre, que me fui", asegura Cháfer.
Las bases argentinas
Los participantes en esta iniciativa estuvieron en un par de bases argentinas, la Marambio y la Carlini. La Marambio es una base militar aérea, a donde llegaron con aviones porque es la única base que cuenta con pista de aterrizaje. Les trasladaron en un Hércules y al cabo de 3 días, con un Twin Otter, un avión más pequeño que puede aterrizar sobre hielo o en el agua, les llevaron a la otra base, en la que se iba a realizar su estancia artística.
Así, tras aterrizar sobre un glaciar, llegaron a la base Carlini, a unos 1.000 kilómetros del punto más al sur de Argentina.
La obra
El proyecto de Cháfer consistía en "una instalación que se iba a adaptar mucho a las condiciones climatológicas del lugar". Conociendo que en la Antártida va a hacer frío y que las condiciones van a ser "bastante duras o agresivas, por así decirlo", el artista pensó en un proyecto que se adaptase a lo que iba a encontrar.
La idea original eran trece estructuras de madera de bambú sobre las cuales cada día iba a ir depositando una pequeña capa de agua para que poco a poco fuera engrosando el cilindro de madera. Esto duraría un mes y tras formarse un cilindro de unos 15 centímetros de diámetro, la última capa iba a estar pintada con pigmento verde luminiscente.
Las estructuras iban a estar colocadas en forma de espiral áurea en una instalación de unos 13 metros por 8, justo delante de un glaciar. El pigmento verde luminiscente tomaría bastante protagonismo al caer la noche porque se cargaría de luz de día y brillaría por la noche. Sin embargo, problemas climatológicos hicieron que el viaje se retrasase 18 días, así que llegaron en un momento en el que el Sol está presente todo el día y nunca llega a haber noche cerrada, como mucho una penumbra, "así que el pigmento verde luminiscente dejó de tener tanta intensidad.
Cháfer explica que el punto más importante de su proyecto era el proceso creativo en sí, "que poquito a poquito se iba generando gracias a ese intercambio entre lo que podía hacer y lo que naturaleza hacía con el frío". Además de con la presencia constante del Sol se encontró con otro problema, porque había temperaturas mínimas de -35º, pero máximas de 7º centígrados, lo que significaba que todo lo que pudiera avanzar en la construcción con hielo se iba a derretir en un momento, así que dejó de tener la importancia que le quería dar al proyecto. Al final tuvo "que usar un congelador, ¡en la Antártida! Y eso es un poco irónico, porque lo podría haber hecho igualmente aquí".
El proyecto se titula "Sur [Espiral]. Un diálogo entre lo humanoy la natural" y es un reflejo de ese constante acompañamiento que tuvo que hacer con la naturaleza. "Le otorgué a ella el poder, o el dominio, y yo me fui adaptando poquito a poco", confiesa Cháfer.
El objetivo del proyecto, más allá del proceso, era señalar las actuaciones humanas y la contaminación que estamos generando y con ello las consecuencias de los deshielos de los glaciares y de todo lo que está sucediendo en torno al cambio climático. Por eso utilizó la pintura luminiscente, "como símbolo de la contaminación, de lo radiactivo, de lo peligroso". El hielo de la obra es también una muestra de algo que se genera pero que también se puede destruir con cualquier mínimo cambio, y eso lo vivió Cháfer en primera persona, porque fue "a la Antártida a congelar algo, y no fue posible hacerlo porque está pasando algo".
La estancia
El material necesario para la obra se llevó desde España y algunas últimas cosas las compró en Argentina para llevarlas hasta la base. La distancia de ese lugar complica bastante el proceso creativo porque si "quieres hacer alguna modificación del proyecto tienes que hacer uso sólo de las cosas que allí te encuentras". En su caso, Cháfer para poder hacer uso del congelador tuvo que crear moldes con cañerías.
Recuerda el artista que es imprescindible que todo lo que se lleve a la Antártida se traiga de vuelta, porque no se pueden dejar de residuos de ningún tipo. "Hay que tener bastante conciencia y cuidado con eso".
Explica el complutense que estuvieron principalmente con militares y biólogos. En la Carlini eran todos militares y en Marambio eran biólogos, porque esa base está destinada a la investigación científica. Como artistas fueron cuatro españoles, aparte de Cháfer estuvieron Diógenes Ferrándiz Arnedo, de la Universidad Nebrija; Aida Andrés Rodrigálvarez, de la Universidad de Barcelona, y Teresa Jareño Querejeta de la Universidad del País Vasco.
Reconoce Cháfer que durante la residencia, la convivencia le parecía dura, pero ahora, con la distancia, la considera bastante buena. "Como todo, cuando lo ves con perspectiva las cosas cambian, tengo muy bonito recuerdo y los problemas que pudiera haber eran personales por estar en una situación tan aislada", comenta.
"He sentido pocas veces miedo y una de ellas fue en la Antártida. Estaba delante de un ventanal y fuera había una ventisca muy, muy fuerte. El estar dentro suponía estar vivo y estar fuera suponía estar muerto. Un cristal me separaba de la vida o la muerte, y en esos momentos dices: 'la naturaleza es dura'. Da miedo, pero a la vez no puedes apartarte de eso porque es impresionante", confiesa el artista. Y a pesar de ese momento de miedo, asegura que "repetiría sin ninguna duda".
Documental
El 11 de mayo se ha proyectado, también en la Facultad de Bellas Artes, el documental "Arte en Antártida". El filme, realizado por Guillermo Galarraga, relata la experiencia de los cuatro artistas universitarios españoles durante el desarrollo de su Residencia de Arte en la Antártida, desde el viaje hasta su vida en la base científica Carlini.
El documental está realizado para dar difusión a esta residencia artística en la Antártida y de él se encargó el gobierno argentino. En la presentación del filme se contó con la presencia de la artista visual Andrea Juan y de Gabriel Penedo, consultor de la empresa SM ProArt Circle, creada por un un equipo multidisciplinar encabezado por la propia Andrea Juan.