El profesor Pedro Martínez Santos, del grupo de investigación de Hidrogeología y Medio Ambiente en el que participa el Departamento de Geodinámica de la UCM, es el responsable de un proyecto de investigación que se lleva a cabo en el sur de Mali para enseñar a perforar pozos de agua potable con tecnologías de bajo coste. Para realizarlo cuenta con la financiación de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID), así como con la ayuda de expatriados, habitantes de la zona, voluntarios y estudiantes de la Complutense.
Pedro Martínez Santos se encuentra trabajando en Mali cuando contactamos con él por teléfono desde las oficinas de la sección de Cooperación al Desarrollo y Voluntariado de la UCM. El profesor hace un receso para explicarnos que con este proyecto lo que buscan es "soluciones técnicas a un problemas muy importante que es la dificultad que tienen en el sur de Mali en determinadas épocas del año para acceder al agua".
La zona se ve azotada por el monzón de África del Oeste, que implica que durante nueve meses no llueve nada, mientras que en los otros tres puede llover el triple de lo que llueve en Madrid todo el año. El problema se complica porque en la región no hay ríos ni arroyos que conserven toda esa agua caída, con lo que la gente debe recurrir al agua subterránea, haciendo pozos que tienen unos costes muy elevados para la economía del país, de entre 10.000 y 15.000 euros.
Martínez Santos pensó en la aplicación de un método que emulase a las perforadoras mecánicas, pero usando sólo medios manuales. Es decir, las personas son las que accionan la broca de perforación para llegar a las aguas subterráneas.
Para poner en marcha este método es necesario contar con un trípode, una polea, una cuerda, tubos de PVC y una broca de acero, así como cantidades pequeñas de agua, cemento y bentonita, que es la arcilla que se utiliza en construcción como espesante de lodos. Para extraer el agua, los pozos se equipan con bombas manuales. Todo ello está realizado con materiales baratos, que se pueden encontrar en cualquier ámbito local y son fáciles de reemplazar.
La tarea no se antoja sencilla porque "son suelos muy duros con una primera capa de roca seguida de una de arcilla y luego arenas más blandas y areniscas que también tienden a ser duras". Por suerte, gracias a este sistema son capaces de romper rocas bastante duras y, sobre todo, "con unos costes mucho más bajos que los pozos tradicionales, entre los 300 y 500 euros".
Con la mera ayuda de la fuerza bruta humana, sin artefactos mecánicos, consiguen llegar hasta los 30 metros de profundidad, "suficiente porque ahí ya se encuentra agua, aunque la técnica permite bajar más si se necesita".
El proyecto presentado a la AECID fue la continuación de un trabajo realizado con anterioridad dentro de las convocatorias de Cooperación al Desarrollo de la Complutense. Martínez Santos reconoce haber sido un afortunado por conseguir una subvención de la AECID y confía en que se pueda renovar el proyecto. Para ello tendrá que volver a presentarse al concurso, pero al haber completado la primera fase ya tiene "mucho terreno ganado".
Modo de vida
El objetivo final del proyecto es que esta actividad se convierta en un modo de vida para una serie de personas del sur de Mali, que tengan las capacidades técnicas para llevarlo adelante sin asesoramiento externo. Para llegar a conseguir eso, el profesor complutense considera que hace falta algo más de tiempo, y de ahí que vayan a acudir a la próxima convocatoria de proyectos de la AECID.
Aparte de la Complutense, en el proyecto participan también Geólogos Sin Fronteras y el CEDEX, el Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas, del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Sobre el terreno el desarrollocuenta siempre con entre dos y seis personas voluntarias de esas instituciones, entre ellas Alfonso Andrés Roncero y Roberto Gómez de Liaño, con los que también conseguimos comunicarnos por teléfono.
Alfonso Andrés asegura que se fue a Mali porque le interesó el proyecto y porque conocía previamente a Pedro Martínez Santos. Reconoce que está aprendiendo "un montón, porque en la universidad, aunque hagas alguna práctica, todo es muy teórico, mientras que en Mali son tres meses de campo total".
Andrés Roncero nunca había participado en un proyecto de cooperación, así que su experiencia en Mali ha sido su estreno en este tipo de iniciativas. Frente a lo que se pueda pensar sobre el país africano, explica que esa es una zona muy tranquila y que el ritmo de trabajo tampoco es tan exagerado como cabría esperar. De hecho a eso de las 15 horas las altas temperaturas ya obligan a dejar el trabajo y se puede hacer "de todo, como algo de deporte o alguna expedición para ver bombas de extracción de agua en otro sitio".
Acabó la carrera de Ingeniería Geológica en 2014 y ahora mismo no cuenta con ninguna beca, aunque confía en conseguir una de la UCM o de la AECID para seguir con este proyecto. A Roberto Gómez de Liaño sólo le falta el trabajo de fin de grado para licenciarse y al igual que su compañero considera que el sur de Mali es un lugar muy tranquilo. "Aquí se vive muy bien, el estrés es cero", asegura.
Tampoco él había hecho nada de cooperación antes, pero la charla que dio el profesor al comienzo del curso le animó a interesarse por este proyecto.
Tras su paso por Mali ya han aprendido bien la técnica de perforación, tanto los voluntarios como un grupo de habitantes de la región con los que se han comunicado "a través de dos trabajadores que hablan muy bien francés, y luego ellos se comunican con el resto de autóctonos en bambara". Reconoce Gómez de Liaño que "con cuatro palabras en ese idioma y con gestos te haces entender".
Los interesados en participar o en proponer nuevos proyectos de cooperación, sólo tienen que esperar unos meses, hasta comienzos del próximo curso académico, para poder presentarse a la XIII convocatoria de ayudas que lanzará la Complutense.