La Complutense ha sido la primera universidad europea -solo se conocen dos casos en Argentina- en decidir el destino de una parte de sus presupuestos a través de un proceso participativo. En concreto, han sido 200.000 euros presupuestados para el área de medio ambiente y sostenibilidad los que la comunidad universitaria ha tenido la oportunidad de decidir en qué actuaciones concretas deben gastarse. El 18 de mayo se cerró el plazo para votar las propuestas realizadas por estudiantes, profesores y personal de administración. Las ocho más apoyadas -sumando el coste previsto para realizar cada una de ellas se cubren los 200.000 euros- se materializarán en los próximos meses.
La persona encargada de poner en marcha este proyecto de presupuestos participativos ha sido el delegado del rector para Campus y Medio Ambiente, Javier Garrido, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Dos meses después de concluir la parte participativa de todo este proceso, y mientras se trabaja en ejecutar las actuaciones elegidas, es buen momento para hacer un primer balance de la experiencia.
- ¿Cómo surge la oportunidad de poner en marcha un proceso de presupuestos participativos?
- El origen es una iniciativa del rector. Hace 13 ó 14 años, Tomás Villasante [profesor también de Sociología] y yo le comentamos a Andradas, entonces vicerrector, la posibilidad de poner en marcha unos presupuestos participativos en la Universidad. En aquel momento no se pudo hacer por distintos motivos. Ahora, un día despachando sobre otros temas, me comentó esa posibilidad. Para mí era reforzar una propuesta que yo venía masticando desde hace mucho tiempo y entonces la lanzamos y la pusimos en marcha.
- ¿Cómo se puso en marcha?
- Tenía que haber un grupo metodológico que lo llevase. Es imposible que yo me hiciese cargo de ello, porque no podía compatibilizar todas las tareas que tengo con esto. Sacamos un concurso y contratamos a un equipo especializado, que es Antígona Procesos Participativos. A partir de ahí, presentaron un proyecto que iba un poco en la línea de lo que yo entiendo que pueden ser unos presupuestos participativos, porque la modalidad o puesta en marcha de esto admite muy distintas formas. El problema principal es que había que comenzar una vez se hubiesen aprobado los presupuestos generales de la Universidad, porque es una partida del presupuesto. Hasta el 8 de febrero no los aprobó el Consejo Social. Se lanzó el concurso inmediatamente, pero había que acabar antes de mayo, porque los estudiantes a partir de ese mes no puedes contar con ellos, y es un sector clave con el que hay que contar, hay que implicar, hacerle partícipe de la vida de la universidad. Y después hay que ejecutarlo. En algunas medidas hay que convocar nuevos concursos, dar licencias... Y hay que ejecutarlo antes de que acabe el año. Este ha sido uno de los inconvenientes principales. Nos ha obligado a hacer una experiencia que podríamos llamar piloto. Espero que para el curso próximo la podamos mejorar notablemente. Esta experiencia ha venido condicionada por un periodo de tiempo corto para poder aplicar una metodología, pero al mismo tiempo nos ha enseñado muchas cosas. Yo tenía experiencia, incluso el equipo que lo ha puesto en marcha, tenía experiencia en municipios, pero no en Universidad. Es la primera universidad del país y a nivel internacional solo conozco dos, en Argentina, y con un modelo de presupuestos mucho menos participativo que este. Somos innovadores, pioneros. Creo que es una experiencia que puede ser muy interesante para el conjunto de las universidades. De hecho en la próxima reunión de la sectorial de sostenibilidad de la CRUE, me han reservado una hora para que les exponga la experiencia.
- ¿Cómo se organizó, cómo se ha buscado la participación de la gente?
- El proceso se divide en tres fases: un diagnóstico, una planificación y una ejecución. El diagnóstico se trata de ver qué siente la gente, qué le duele de la sostenibilidad, del medio ambiente. En esta fase se trata de que todo el mundo aporte sus demandas, sus necesidades, sus visiones... Para ello se siguió un procedimiento variado. Se podía enviar por Internet planteamientos de problemas, y también se convocaron talleres por sectores, de estudiantes, PDI y PAS. En cada uno se expusieron problemas y se pensó y reflexionó sobre ellos. Los talleres son pedagógicos y se van definiendo los problemas que son colectivamente más sentidos y parecen prioritarios. Después se hizo un taller de devolución, en el que se planteó a la gente, ya todos mezclados, cuáles eran los problemas principales que habían aparecido en los talleres.
- ¿Cuáles fueron esos problemas más sentidos?
- El que resultó ser el problema central era la falta de formación, información y sensibilización de la gente. Es decir, que lo que salió de aquellos talleres era que la causa principal del deterioro medioambiental de la Ciudad Universitaria deriva de la falta de concienciación y de actitudes ecológicas. Luego estaban otros problemas que se centraban sobre todo en energía, su mal uso o falta de seguimiento y control; el problema de los residuos, incluyendo el botellón; problemas de movilidad, que se considera excesiva para lo que tendría que ser un campus universitario.
- ¿Cómo continuó el proceso?
- Se inició la fase de planificación, es decir de elaboración de propuestas. Abrimos la posibilidad de que la gente plantease propuestas a través de Internet. Se presentaron un total de 194 propuestas. Algunos plantearon varias, por lo que las plantearían unas 150 o 160 personas. Esas propuestas las organizamos por áreas. Las había sobre energía, residuos, movilidad, papel... Se hizo un taller de valoración de propuestas, en el que se aplicó el autorreglamento que había creado el grupo motor. Hubo una tarea de síntesis o agrupamiento de propuestas que eran similares, por una con un enunciado único, para así también poder valorarlas después con más facilidad. Se aplicaron unos criterios de selección para facilitar también después la participación. De esta forma, las propuestas se puntuaron en función de su nivel de impacto en la comunidad universitaria, su carácter ecológico y la implicación de la gente que suponían. Cada criterio se puntuaba de 1 a 5 puntos. Las que no alcanzaron 5 puntos sobre 15 quedaron relegadas, aunque no eliminadas. 35 propuestas quedaron recomendadas con más de esos 5 puntos. También se distinguió e ese taller entre propuestas que eran de ejecución directa y las que denominamos de gestión, ya porque no requerían inversión, pero es importante que la Universidad tome buena nota de que se están proponiendo, o bien porque no competen a la universidad o no eran de tema ecológico.
- Votaron 1.769 personas. ¿Qué valoración hace?
- En términos absolutos los que más votaron fueron los estudiantes, 1088, pero porcentualmente los que más votaron fueron el PDI y muy próximo el PAS, como un 7% de cada uno de ellos. Los estudiantes fueron un uno coma poco. En conjunto un 2,1%. Es una participación superior a la que se está dando a nivel municipal en otros procesos de presupuestos participativos. Esperamos aumentarla el año que viene, pero es una votación interesante.
- Ha mencionado antes al grupo motor. ¿Qué es exactamente?
- Para que un proceso de estos sea verdaderamente participativo y democrático hay que crear lo que se denomina un grupo motor. Es un grupo de gente que trata de impulsar, promover y animar a que todo el mundo participe, y hacer un poco el seguimiento más cotidiano y diario del trabajo. Además elabora un autorreglamento, en el que se establece cómo deberían tomarse las decisiones, cómo hay que votar, qué criterios se van a seguir... Este es un elemento democratizador clave.
- ¿Y la participación en el proceso, cómo ha sido?
- Por los talleres habrán pasado unas 100 personas. El grupo motor, al que hemos exigido mucha dedicación, ha estado formado por unas 12 personas. Ellos han sido el motor y los dinamizadores del proceso. Luego ha habido otro grupo importante que es la comisión técnica. Los técnicos de la propia universidad que han validado las propuestas, si son viables técnica, económica o normativamente. Inicialmente era una comisión muy compleja, pero comprobamos que la mayoría de las propuestas tenían que ver con obras y jardines, y por ello al final la ha formado gente de estas áreas. Ha faltado una experiencia en trabajar con las propuestas de otros. Ha resultado complicado, pero el problema ha sido casi todo de tiempo. Han tenido que estudiarse 35 propuestas y valorar su viabilidad. Espero que el año que viene haya más tiempo. Esto ha sido el momento más difícil.
- ¿Se puede empezar antes el próximo curso para evitar todos esos problemas de tiempo?
- Quiero que en septiembre u octubre comencemos el proceso. Para ello necesitaremos ver cómo hay que ajustarlo cumpliendo todos los requisitos. Hemos aprendido mucho, pero en los plazos actuales hay demasiados problemas. Hay que ajustar un calendario fiscal con un calendario académico. Es complicado. Vamos a ver si conseguimos formalmente una aceptación de que podemos ponerlo en marcha y así podamos empezar en septiembre.
- ¿Qué valoración hace de las ocho propuestas más valoradas?
- El presupuesto son 200.000 euros y ha llegado a 8 actuaciones. Cinco de ellas están relacionadas con la energía y 3 de zonas verdes. La preocupación principal de la gente se ve que está en esas dos áreas en estos momentos. El año que viene hay que plantear también otra metodología en la que la gente tenga una perspectiva un poco más amplia y pueda decidir por distintas actuaciones y no tan centradas en dos áreas.
- ¿Qué conclusiones finales hace de todo el proceso?
- La primera que ha sido un proceso que ha tenido otras muchas ventajas que van mucho más allá del reparto participado de una cantidad de dinero. Sobre todo que la gente que está haciendo cosas de medio ambiente se ha conocido, se ha visto. Se han generado nuevas redes de personas que están metidas en esto. Eso ha creado sinergia. Este área no debería depender tanto de decisiones institucionales o de personas institucionales, sino de una dinámica que fuera rodada. Esa estructura creo que se ha empezado a crear. Una segunda conclusión, es que esta es una experiencia innovadora que pone a la Universidad Complutense también en el mapa de la preocupación y la gestión por el medio ambiente, y lo hace de una manera compleja, participada, que no se ha hecho en ninguna y que le añade peculiaridad que puede ser muy rica para todos. Se van a aplicar 200.000 euros en mejora ambiental y se van a notar. Ha supuesto la confirmación de que este equipo rectoral concede una importancia fundamental a la cuestión ambiental, a la sostenibilidad, y eso es una muestra que esto es así. Y una tercera ventaja, diría yo, es que existe un conocimiento sobre las causas, los problemas, las necesidades, las soluciones, a las cuestiones medioambientales que hay que aprovechar, que no es sólo el de los técnicos, que hay gente a la que le preocupa, a la que le gustan estas cosas. Se ha aprovechado ese conocimiento. Y eso es propio de una institución moderna, el aprovechar el conocimiento latente entre la gente que está en esas áreas o simplemente les gusta.
Para acabar, el delegado del rector avanza que se ha previsto realizar una plantación de otoño en los campus. Será en el mes de octubre. "Queremos plantar a ver si llegamos a 200 árboles, reuniendo a toda la gente que ha estado participando en los presupuestos participativos para que sea un espacio de convivencia. A ver si podemos hacer una paella para comer juntos y plantar árboles juntos. La plantación marca un poco la lógica con la que estamos trabajando, ya que esperamos contar con la ayuda del Ayuntamiento de Madrid, de la Comunidad y del Ayuntamiento de Pozuelo. Va a haber plantación en los dos campus y participación de todos. Es un poco el ejemplo de lo que queremos hacer en esta área".