Entre los días 4 y 24 de julio un total de 45 personas han estado excavando en el Cerro de los Batallones. Entre ellos ha habido unos 35 estudiantes de la Complutense (de las Facultades de Biológicas y Geológicas), de las universidades Autónoma de Madrid y Alcalá de Henares, así como de los dos másteres de Paleontología que hay en España, el de la UCM y el de la Universidad de Valencia. Este año, además de contar con la financiación de la Comunidad de Madrid, la excavación cuenta con el respaldo de National Geographic Society, que concede ayudas para la investigación científica y la exploración de campo a través de su Comité de Investigación y Exploración. En concreto, la financiación procedente de National Geographic para excavar estos yacimientos le ha sido concedida a la investigadora del Departamento de Paleontología de la Facultad de Geológicas, Soledad Domingo.
"Tic, tic, tic, tic". Es el sonido que se repite, proveniente de numerosas fuentes, desde las 10 de la mañana hasta las 7 de la tarde en Batallones 10, uno de los yacimientos de hace 9 millones de años del Cerro de los Batallones, ubicado en Torrejón de Velasco, al sur de Madrid. Las decenas de estudiantes que excavan allí utilizan materiales de lo más comunes, como destornilladores de punta plana, mazas, palitos de madera, cepillos y brochas. La investigadora Soledad Domingo explica que no se suele meter ninguna piqueta, y prefieren ir despacio para no romper los restos.
Junto a sus brochas y destornilladores, los estudiantes también usan botes de pegamento normal y una mezcla hecha con acetona y paraloid, otro tipo de adhesivo, que se echa en huesos fragmentados, que no sólo los pega sino que también se mete en los poros y le da más consistencia al hueso.
Los que hacen aquí sus prácticas, junto con los coordinadores, quedan todas las mañanas en el Museo de Ciencias Naturales, donde un autobús les traslada hasta el yacimiento. A las 12 se hace un receso, después se come a las 2 y media y a las 4 se vuelve a excavar. Un trabajo duro, pero que da sus frutos. Este año se han encontrado, entre otras muchas cosas, mandíbulas de rinocerontes, un cráneo de jirafa, costillas de varios animales, un fémur y una tibia de Hipparion (un tipo de caballo típico del yacimiento), algo que podría ser una tortuga, escápulas de una hiena pequeñita, huevos también de tortuga, un caballo en edad fetal...
Entre los descubrimientos importantes hay un bloque de huesos de rinoceronte que se intenta sacar entero. In situ, en el yacimiento, se observan dos huesos de la parte de atrás de ese cráneo que sobresalen del sedimento y también se pueden ver los dientes, "que se distinguen por tener un color caramelo". En concreto son los dientes superiores, que permitirán calcular las edades que tenían los individuos representados.
Explica Domingo, que "estos animales, al igual que nosotros, tenían dientes de leche, así que si se ven alojados en la mandíbula, se sabe que el individuo era juvenil en el momento de su muerte, y si tienen toda la dentición permanente y con desgaste, eso te dice que es un individuo de mayor edad".
Isótopos estables
Con el esmalte dental además se hace "estudio de isótopos estables porque es un tejido que permite obtener una señal biológica". Dentro del proyecto financiado por National Geographic, Soledad Domingo ha tenido que muestrear mandíbulas de caballo y de jirafa, con un muestreo que no se puede hacer en otros yacimientos, y que consiste en que "a lo largo de todo el diente se van tomando muestras perpendiculares a la altura, de forma que de un solo diente se pueden tener hasta diez muestras, lo que permite obtener un perfil para ver si había estacionalidad dependiendo de la vegetación de la que se alimentaban".
Los isótopos dan datos de vegetación, pero también de la dieta de los animales, de temperatura, de precipitación... Son registros que "de otra forma no se podrían obtener, y son importantes para aprender qué pasó en el pasado y compararlo con la situación que tenemos ahora, que también es de cambio climático". Explica Domingo que por ejemplo, a nivel mundial en esta época hubo un cambio de las plantas de camino fotosintético C3 a las C4. Eso se ha visto en registros de diferentes lugares del mundo, aunque "en Europa no sucede, y aquí predominan las plantas C3 hasta prácticamente la actualidad, y eso está relacionado con factores climáticos y con adaptaciones de las plantas a esos factores". Las plantas C4 tienen ventaja evolutiva, especialmente en las zonas donde el agua escasea y las temperaturas son elevadas, y para ello cuentan con un mecanismo que limita su pérdida de agua y permite fijar más carbono que otras plantas.
El método de trabajo
Cerca de ese cráneo de rinoceronte hay también un húmero y unas vértebras. Enrique, el restaurador del yacimiento, junto a otros estudiantes, rodean el bloque de huesos y sedimentos para que los restos se queden en lo alto y poder sacarlo todo junto. Antes se han separado algunas piezas, como el astrágalo, es decir, un hueso del tobillo, pero el resto, que forma un amasijo de huesos, se quiere sacar en bloque.
Aunque a vista de pájaro parezca que se trabaja por grupos sin relación, en realidad en todo el yacimiento existe un orden estricto. Sobre el terreno se pone una cuadrícula y a cada hueso encontrado se le da un número con unas coordenadas x, y, z. Además se registra cómo está inclinado y hacia donde, lo que es y a qué animal pertenece. Con todos esos datos se rellenan unos estadillos donde queda la información de toda la campaña de excavación registrada. Domingo explica que esta información es importante para saber de dónde han salido exactamente del yacimiento, "tanto para estudiarlo como para las publicaciones, porque son datos a los que no se puede volver si no los has tomado en el terreno".
Las campañas se hacen siempre en julio en gran parte por los alumnos, "porque se necesita su ayuda y porque para ellos es interesante, y si se pone una excavación en septiembre, con los exámenes no viene nadie". Miguel, de 2º de Biología de la UCM, lo confirma y asegura que además está aquí porque "no todo el mundo tiene a su disposición una excavación como esta para poder experimentar". Reconoce que los primeros días "fueron un poco frustrantes porque no salía nada", pero ahora ha encontrado una rótula de jirafa y debajo, tras un par de capas, otro hueso todavía sin identificar. Añade que "se pasa mal por el calor, pero tampoco es excesivamente duro porque hay descansos y agua a disposición".
Domingo aclara que en invierno no se suelen hacer campañas de excavación porque "aunque aquí haga a veces 40 grados, para muchos es más duro excavar con frío que con calor, y también más incómodo, porque con calor usas menos ropa y puedes comer al aire libre, bajo una carpa, sin necesidad de trasladarte a otro lugar".
Todo empezó con la sepiolita
En el Cerro hay nueve yacimientos, de los que cada verano se excavan tres. Este año Batallones 10, 2 y 3. Explica la investigadora complutense que aquí había una explotación de sepiolita, un mineral de la arcilla que convierte a la Comunidad de Madrid en la primera potencia mundial en este mineral. Estaba explotado por la empresa Tolsa, que en 1991 encontró el primero de los yacimientos que se denominó Batallones 1, a partir del cual se han ido numerando los restantes.
Los responsables de la empresa avisaron "al director de las excavaciones, que lo sigue siendo en la actualidad, Jorge Morales, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, y se vino aquí entre 1991 y 1993 a hacer varias campañas de excavación". Luego lo dejaron porque la explotación de sepiolita dejó de funcionar y los restos encontrados se llevaron a ese Museo, se restauraron y se estudiaron, pero sin saber demasiado bien cómo se habían formado los yacimientos. Lo que sí se sabía es que era un modo de formación excepcional porque Batallones 1 "tiene una concentración de carnívoros que no es nada habitual en el registro fósil, ya que salían más de un 90% de restos de carnívoros y eso es algo único en el mundo entero".
En ese Museo se montó la exposición "Madrid antes del hombre" en el año 1993 y por allí pasó José, hoy en día cocinero aficionado a la Paleontología, que lleva ya cuatro veranos excavando en Batallones. Cuenta José que en aquella muestra se contaba que Batallones era un yacimiento espectacular y se dijo a sí mismo que algún día, de mayor, excavaría allí. Justo 20 años después de aquello contactó con Jorge Morales y desde entonces se pasa aquí todos los meses de julio.
En el año 2000 se retomó la extracción de sepiolita y empezaron a encontrarse otros yacimientos estancos, no conectados. La gente de la empresa avisó de nuevo a Jorge Morales y a raíz de aquello se buscó algún otro yacimiento usando geofísica. Explica Domingo que se pone una red de electrodos en el terreno, se pasa electricidad a través de ellos y eso "te devuelve una imagen, una radiografía del terreno en profundidad, en la que no se ven las concentraciones de huesos, pero sí los sedimentos que son más propensos a tenerlos". Algunos yacimientos se descubrieron así, pero también hubo un falso positivo, que fue Batallones 8 que no dio huesos. De ese modo, la numeración de Batallones va del 1 al 10, pero hay realmente 9 yacimientos.
Lo que se puede esperar
Según Domingo estos yacimientos surgen a partir de unas cavidades que se formaron en la serie estratigráfica normal del Cerro y que tenían una profundidad de unos 10 metros. En la parte baja es donde se encuentran las acumulaciones de carnívoros, al menos así ha sido en Batallones 1 y 3, mientras que la parte de arriba, como en Batallones 10, hay más acumulación de herbívoros.
En estos momentos, en Batallones 3 siguen saliendo carnívoros, mientras que en Batallones 1 se piensa que ya se ha sacado todo, porque llegó un momento en donde ya excavaban en la parte que formaría el suelo de la cavidad y se encontraron con la sepiolita que la envolvía.
En Batallones 2 también están saliendo restos interesantes y en el 10 se considera que en algún momento se llegará, según se va profundizando, a un nivel rico en carnívoros que todavía no se ha encontrado.
Soledad Domingo lleva viniendo a Cerro de Batallones desde 2005 y aquí hizo su tesis doctoral sobre el modo de formación de los yacimientos, sobre todo centrándose en Batallones 1, porque el material ya estaba restaurado en el Museo de Ciencias Naturales. Ahora está viendo qué ocurre con los yacimientos de nivel superior que se fueron rellenando en las partes altas y donde se están encontrando herbívoros, "ya que también deben tener algún modo de formación especial debido a la cantidad de individuos que aparecen".
Animales de hace 9 millón de años
Entre los restos más espectaculares encontrados en el Cerro de los Batallones están las jirafas. Estos animales tendrían unas dimensiones parecidas a las actuales, pero sin el cuello largo. Sus características morfológicas te permitirían ver que es una jirafa, pero si viajásemos a esa época quizás no lo identificaríamos como tal, como ocurre con el jiráfido actual que es el okapi que tampoco tiene el cuello largo, y que a simple vista no parece de la misma familia que una Giraffa camelopardalis.
Además del cuello más corto, las jirafas de hace 9 millones de años tendrían cuatro apéndices craneales, que en esta especie se llaman osiconos, dos de ellos muy largos. De ellos se han encontrado varios en el yacimiento en perfecto estado de conservación, uno de ellos este mismo año.
María Ríos es una investigadora predoctoral del CSIC, que bajo la tutela de Jorge Morales estudia la jirafa de Batallones 10, porque aquí se encontró el ejemplar "más completo que existe, que incluye desde la punta de la nariz hasta la última vértebra de la cola". María empezó a venir como alumna en 2009, cuando estudiaba el máster en la Universidad de Valencia, y aquí sigue, a cinco meses de leer su tesis sobre esa jirafa, en concreto sobre "ese macho adulto, increíble", que ha salido de Batallones 10.
Óscar, otro de los excavadores del Cerro de los Batallones, es un investigador que ha estudiado el rinoceronte del Cerro de los Batallones, que cuenta con varias especies, tanto con cuerno como sin él. Los cuernos de los rinocerontes tienen una naturaleza similar a la del pelo y no fosilizan, así que los fósiles se diferencian porque en el cráneo hay una protuberancia con rugosidad en caso de que tuviesen un cuerno.
María de los Ángeles Álvarez Sierra, profesora del Departamento de Paleontología de la UCM, va siempre con su lupa al Cerro de los Batallones, lo que la delata como experta en micromamíferos. Estos animales son muy importantes "porque permiten datar los yacimientos mejor que los grandes mamíferos ya que sus patrones de evolución son más rápidos". Si se encuentra un área donde hay restos de micromamíferos, el sedimento que se saca, en lugar de descartarse, se guarda en sacos para luego ser lavado y tamizado para sacar de ese sedimento más grueso otro más fino y decantado que se mira con una lupa para descubrir los restos de micromamíferos.
Cuando visitamos Batallones, Álvarez Sierra está feliz porque acaba de aparecer un cráneo de hámster bien conservado, y eso es muy poco frecuente, porque lo normas es encontrar restos aislados. A pesar de lo insólito, no es la primera vez que ocurre en Batallones, porque aquí se han encontrado muchas piezas enteras a lo largo de los años de excavación. De hecho, la profesora ha estado el último trimestre preparando material de un ratón del género Progonomys, que sale en Batallones, y cuenta con algunas decenas de mandíbulas y varios cráneos que caben todos en una caja pequeña.
El hámster del Cerro de Batallones es distinto de los actuales, "pero se conoce por la dentición que es la misma familia". Este animal fue muy frecuente prácticamente hasta el Mioceno, porque en esa época entraron los múridos, ratas y ratones, y los desplazaron totalmente. En la actualidad ya sólo quedan salvajes en Asia y en la zona oriental de Europa, aunque en América la familia de los cricétidos, a la que pertenecen estos hámsters, sigue siendo el grupo dominante de roedores.
Entre los carnívoros encontrados en Batallones destaca una familia de Amphicyonidae, conocida popularmente como osos-perro, que hoy en día llamaría la atención por ser una mezcla de los dos y que se extinguió de la Península Ibérica en aquella época. Los que se encuentran en este yacimiento son los últimos representantes de esa familia en la Península Ibérica.
También hay cráneos de Hipparion, el tipo de caballo que sale en el Cerro de los Batallones, huesos más pequeños de otros animales, como una hiena pequeñita, un herbívoro de la familia de los mósquidos, y "muchísimo más porque son yacimientos muy ricos y allí donde pongas a los alumnos a excavar siempre encuentran algo". Lo ratifica Daniel, estudiante de Geología de la Universidad de Zaragoza, quien afirma que "está resultando muy gratificante, porque es un yacimiento donde ves el resultado de tu trabajo, al ver que salen huesos, enteros además".
De vuelta a la tierra
No hay vigilancia el resto del año, así que cuando no se está haciendo campaña se cubren muy bien los yacimientos. Los restos que se quedan para el año siguiente, porque no se han podido sacar, se tapan con poliuretano. Encima se pone una lona, luego sedimento por encima, del que se ha ido sacando en la excavación, y finalmente se cubre todo. En principio eso evita el expolio y así ha sido durante todos estos años.
Carmen, estudiante de 2º de Biología en la Universidad Autónoma de Madrid repite por segundo año en Batallones 10 porque le gustó la experiencia y la recomienda a cualquiera que quiera dedicarse a la Paleontología. Ella seguro que volverá el próximo año para estar entre los que marcan la sinfonía del "tic, tic, tic, tic..." en el Cerro de los Batallones.
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