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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Martes, 19 de marzo de 2024

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La refinada música de los wagogo que encandila a quien la descubre

Sonriendo, mirándose unos a otros, los asistentes aplauden cada una de las piezas que interpretan los doce miembros de la tribu de los wagogo gogo sobre el escenario del Antiteatro Ramón y Cajal de la Facultad de Medicina. Las caras y los comentarios muestran el asombro, sorpresa, admiración, satisfacción y cuantos verbos se quieran emplear, que provocan los ritmos, polifonías o bailes de estos músicos que viven de la agricultura y la ganadería en el pequeño poblado de Nzali, en el centro de Tanzania. Para Polo Vallejo, el músico que mejor los conoce y que desde 1998 se encarga de mostrar su arte por el mundo, el de los wagogo "es el lenguaje musical más rico y refinado" de cuantos existen.

 

Lecciones de vida

Vallejo entró en contacto con los wagogo en 1995, cuando llegó a su poblado para escuchar in situ esas maravillosas polifonías de las que había oído hablar. Lo que allí encontró fue mucho más que eso, halló mucha más música de la que buscaba y, sobre todo, halló vida, autenticidad, sabiduría sin prejuicios ni petulencias. Según cuenta en el acto de presentación del libro Acaba cuando llego, celebrado también el 10 de noviembre en la Facultad de Geografía e Historia, en la que durante tres años de su vida impartió docencia y experiencias, "todos los occidentales estamos muy equivocados cuando hablamos de África". Su visión, la que cree haber captado de este pueblo sencillo y sabio que son los wagogo, la ha plasmado en Acaba cuando llego, el libro en el que ha seleccionado anotaciones de los cuadernos de campo que rellenó durante sus estancias en Nzali a lo largo de 20 años. Los textos -"breves relatos salidos de conversaciones que muestran los contrastes entre cómo un hombre blanco concibe la realidad y cómo la perciben los wagogo", resume Vallejo- están acompañados de las fotografías de su amiga Carmen Ballvé, quien desde hace seis años le acompaña en sus viajes. También hay dibujos e ilustraciones de niños y adolescentes de la tribu.

 

La música, un servicio público

La presentación del libro ha sido la excusa para sacar una vez más a un grupo de wagogos de su tierra. Lo que iba a ser un concierto-presentación el día 19 de noviembre en el Círculo de Bellas Artes, para el que ya no quedan entradas, se ha convertido casi en una gira, que ya les ha llevado ya a París, Lyon y Ginebra, y estos días además de a la Complutense, a varias ciudades españolas más. Vallejo explica que "han venido estos doce, pero podrían haber venido otros cualquiera porque allí la música es de todos. Es, como digo yo, un servicio público, que todos disfrutan y no pertenece a nadie, sino a todos". Desde 1998 diferentes miembros de la tribu han recorrido cientos de escenarios del mundo de la mano de Vallejo. De hecho en 2007 un grupo de jóvenes wagogo ya actuó en la UCM, traídos por este músico. "No me gusta eso de etnomusicólogo, que está tan de moda. Me suena a otorrinolaringólogo. Un palabro. Es algo que se emplea por el prurito intelectual de occidente. Yo soy músico, y no hay que añadir etno para hablar de una música tan compleja, bella y refinada como ésta", explica Polo Vallejo a los estudiantes de Musicología que asisten a la presentación del libro, y repite también a un grupo de personas que se le acercan antes de comenzar el concierto.

 

Imágenes que sumergen

Vallejo se comunica con los wagogo en swahili, un idioma que aprendió poco a poco, sin prisa, porque cómo explica nunca lo ha necesitado para comunicarse con ellos. Hay otros idiomas que son universales: las miradas, los gestos... la música.- "No hay nada más maravilloso -afirma- que estar rodeado de gente con la que no puedes hablar. Es entonces cuando relucen todas nuestras capacidades comunicativas". La fotógrafa Carmen Ballvé asiente con la cabeza. Sin saber ni una palabra de swahili nunca ha tenido ningún problema para comunicarse con los wagogo. Siempre, según ella dice, con absoluto respeto, sin querer intimidarlos con su cámara. A cambio ellos se han abierto, se han mostrado como son. El resultado, en película de blanco y negro a medio formato, no puede ser más espectacular. "Las fotografías de Carmen te meten dentro de la foto. Paran el tiempo y te sumergen en lo que ves", elogia Polo Vallejo.

 

El progreso

Durante estos veinte años -veintiuno ya; el libro recoge lo sucedido entre el primer viaje, el 23 de septiembre de 1995 y el  realizado en julio de 2015- muchas cosas han ido cambiando. El progreso está llegando a la zona. En  los paisajes ya se ven postes de la luz, ya hay pozos, coches... "Hay que alegrarse por ellos, pero a mí me produce nostalgia. En lo musical temo que supondrá un empobrecimiento. ¿Por qué van a cantar para que llueva, si pueden regar con agua de los pozos? Los textos que utilizan se irán banalizando... Es lógico". Vallejo es considerado en Nzali como uno más. Allí se le conoce como Matonya Chilendo. Carmen Ballvé es Majimbi Mahelela. Él reconoce que su forma de mirar la vida y la música ha cambiado. Al principio le costó. No entendía cómo alguien como él formado en conservatorios y en la universidad era incapaz de colocar en el pentagrama algunas de las músicas y ritmos que escuchaba. Se dio cuenta con el tiempo de que precisamente es eso, el tiempo, lo que hay que saber interpretar. Ellos no sólo son capaces de meter en 3 tiempos lo que en occidente se hace en 4, sino que sus músicas tienen otras motivaciones y expresiones.

 

Acaba cuando llego

Para explicar lo que dice, Vallejo cuenta una anécdota, precisamente la que da título al libro. Explica que en una de sus primeras visitas, mientras paseaba con un miembro de la tribu que le servía de guía, ya que sabía inglés, se cruzaron con otro wagogo que iba tocando solo por el camino uno de los instrumentos propios de allí. Se fueron con él. Vallejo a través de su intérprete le hacía preguntas tópicas. Así le preguntó si sabía muchas canciones. La respuesta fue que sí, que muchas, pero solo una. Creía que le estaba vacilando. Llegaron hasta un árbol a cuya sombra se cobijaba otro grupo de personas. El músico paró para, como es costumbre en África, saludar a todos los que allí estaban. Vallejo le preguntó si la canción que interpretaba había terminado. "Acaba cuando llego", le contestó. Vallejo se volvió a creer objeto de una broma. "Pensé durante días, semanas, aquellas respuestas hasta que las entendí: en la música africana todas las canciones son iguales y diferentes. Cada vez es distinta pero es una. Además, no existen ni principios ni finales formales, y todo está relacionado con el movimiento. Cuando dejó de caminar, se acabó la canción. It ends when I get there".

 

En el Anfiteatro Ramón y Cajal ocurre lo mismo. Cuando los wagogo gogo (hay otras tribus wagogo) se mueven, la música suena; cuando paran el sonido cesa. Es entonces cuando los aplausos arrecian, cuando el público se mira, sonríe, disfruta, se maravilla. África y también su música tienen, afirma Vallejo, "un veneno que cuando a uno se lo inoculan ya no puede dejarlo atrás".

 

Los doce miembros de la tribu wagogo que están visitando Europa, junto a Polo Vallejo y Carmen Ballvé, antes de su concierto en la Facultad de MedicinaPolo Vallejo, antiguo profesor en la UCM, y la fotógrafa Carmen Ballvé, acaban de publicar Acaba cuando llego
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