"El curso pasado viví una de las aventuras más significativas e inolvidables de mi vida, la cual me ha marcado en todos los sentidos, haciéndome madurar y crecer como persona: mi año Erasmus en Holanda". Lo cuenta la estudiante Laura Fernández Labrador, una de las muchas complutenses que han disfrutado de una beca Erasmus. Y en este caso, disfrutado no sólo es sinónimo de haber recibido esa beca, sino que es también un sinónimo de haberla gozado. Según la responsable de Programas Erasmus de la Oficina de Relaciones Internacionales, Juana Amorós, "el 95,85% de los estudiantes responden estar muy satisfechos o bastante satisfechos con la experiencia de movilidad Erasmus". En este artículo reunimos los testimonios de cuatro de esos estudiantes.
En el curso 2015-2016 fueron un total de 1.522 los estudiantes complutenses que obtuvieron una beca Erasmus y 1.795 los de otros países que vinieron a la UCM para cursar sus estudios. Ciencias Sociales, con un 38%, encabeza la lista porcentual de estudiantes Erasmus complutenses, seguida de Humanidades (30%), Ciencias de la Salud (18%) y Ciencias Experimentales (14%). Los porcentajes son parecidos en los estudiantes extranjeros que vienen a nuestra universidad. Donde hay mayores diferencias es en la distribución por sexos, donde ganan por mayoría absoluta las mujeres, algo que viene ocurriendo año tras año, pero que ha sido especialmente destacado en el curso 2015-2016.
Una de esas estudiantes, Laura Fernández Labrador continúa su relato asegurando: "Desde el primer momento dejé todo en manos del destino, sin preocuparme en atar o planear nada: pedí la beca el último día de plazo; escogí un país al azar sin saber qué había en él; a falta de un día para irme no había hecho las maletas... y creo que eso es la razón por la que disfruté tanto y estuve dispuesta a empaparme de todo lo nuevo, porque no llevaba ninguna idea premeditada".
La elección de destino de Pablo Morón Elorza fue algo diferente, en su caso eligió Budapest "por la posibilidad de estudiar en inglés, en una institución internacional de gran prestigio como es la Szent István University, y en un país con una cultura y un idioma (húngaro)" tan diferentes a las nuestras.
Marta Pons Giralt lo tenía claro incluso antes de empezar la carrera. De hecho, cuenta que cuando se matriculó en la universidad para estudiar educación primaria, ya tenía en mente irse de Erasmus a Finlandia, "ya que cuando quieres dedicarte a la educación no hay mejor destino que este". En su solicitud pidió las dos universidades de dicho país que ofrecía la Complutense, y tuvo "la gran oportunidad de estudiar durante un semestre en la Universidad de Laponia", su primera opción. Esta fue su preferencia "no solo por su localización (una de las regiones más mágicas del norte de Europa, país de Papá Noel), sino también por la gran oferta académica en el campo de la educación y la diversidad cultural de los estudiantes".
La parte académica
Nuestra cuarta estudiante, María López-Monis Yuste, cursó su beca Erasmus+ en la Université Paris-Sorbonne para realizar su cuarto y último año del grado en Historia del Arte. Francia es, precisamente, el primer país en recepción de estudiantes complutenses, seguido de Italia, Reino Unido y Alemania.
En París, López-Monis pudo cursar asignaturas que complementaron los contenidos de su plan de estudios y "acceder a otros enfoques metodológicos". Además de las asignaturas que cursó en Francia, de su experiencia académica destaca la posibilidad de asistir a los numerosos seminarios y conferencias que le ofrecieron "no sólo la universidad, sino las numerosas instituciones culturales de una ciudad tan relevante en el contexto internacional de los estudios histórico-artísticos".
López-Monis aprovechó su estancia de movilidad Erasmus para llevar a cabo la investigación necesaria para la redacción de su trabajo de fin de grado sobre un manuscrito medieval de origen castellano conservado en la Bibliothèque nationale de France , Officium et vita Santa Elisabeth Thuringiae, Ms. Nouvelle Acquisition Latine 868, BnF. Gracias a estar allí como estudiante pudo "acceder a las salas de fondo reservado de dicha biblioteca y estudiar el material de primera mano", lo que supuso una de las mejores experiencias de su estancia Erasmus, y el inicio de una labor investigadora que está dispuesta a continuar en sus estudios de posgrado.
La experiencia académica de Laura Fernández Labrador en Utrecht "fue un cambio muy brusco y no fácil de asimilar". Al principilo nadie se sentaba con ella, las asignaturas se concentraban en dos meses, "cuando querías darte cuenta, ya estabas haciendo el examen final", y de repente, tenía "demasiado tiempo libre porque allí más que presencial, uno debe hacer autoestudio". Reconoce Fernández Labrador que "no fue fácil tener numerosos trabajos semanales, gran cantidad de prácticas a realizar como si fuesen papers y, a su vez, exámenes que abarcaban la misma cantidad de conocimiento que en España. Asimismo, el cambio de idioma y los diferentes acentos, o el hecho de que se cambiasen a su lengua nativa, tampoco ayudaban".
En principio, y de manera muy gráfica le dijeron "que el 10 es para Dios, 9 para el profesor, 8 para los alumnos brillantes y 6 para los extranjeros". Pero al final de su estancia, le enorgulleció que los profesores le pusiesen más de un 8,5 aunque fuese Erasmus, "así como ser la mejor nota de la clase superando a los propios compañeros nativos o ingleses", o que la felicitasen personalmente por recuperar con un 9 y por la gran mejoría de inglés observada.
Marta Pons Giralt explica que en Finlandia pudo "cursar asignaturas muy interesantes sobre la enseñanza del inglés como lengua extranjera", que es su especialidad, y también "sobre el sistema educativo finés y otros ámbitos tan actuales como la educación de géneros y la educación global". También tuvo tiempo para hacer un curso de finés básico, ya que le "parece esencial tener nociones de la lengua del país en el que vives, aunque solo estés allí durante un periodo corto de tiempo".
Añade Pons Giralt que el modo de trabajar de su universidad de acogida "se basa en el diálogo, la investigación personal y el trabajo en equipo, y deja los exámenes en un segundo plano". De acuerdo con ella, esta "metodología tan activa permite al estudiante indagar sobre los temas que más le interesan dentro de la asignatura, compartir sus conocimientos con los demás y reflexionar". Cursó un total de 53.5 créditos en solo un semestre y en 42.5 de ellos obtuvo la calificación equivalente a un 10. Además tuvo la "gran oportunidad de hacer prácticas en el colegio de la universidad, y esto hizo que la experiencia académica fuera más que completa".
Para el estudiante de Veterinaria, Pablo Morón Elorza, la universidad al principio se le hizo dura, porque "son muchas horas en un idioma que no es el tuyo y un sistema de prácticas y exámenes bastante distinto". En su caso, de todos modos, los estudiantes estuvieron dispuestos a echarle una mano y los profesores, "aunque más serios", siempre estaban disponibles para ayudarle. Reconoce que ha aprendido mucho, ha hecho varias prácticas voluntarias e incluso ha viajado por Budapest con profesores, "así que al final los resultados académicos han sido muy satisfactorios".
No todo es estudiar
La experiencia Erasmus va mucho más allá de las aulas, de hecho las relaciones que se crean gracias a esta beca, y las responsabilidades a las que tiene que hacer frente cada estudiante, son los elementos que realmente cambian la vida. Así, Marta Pons Giralt reconoce que otro aspecto muy positivo de su experiencia fue el Finnish Friend Program que se ofrecía para los estudiantes extranjeros, en el que las personas interesadas eran emparejadas con un finés residente en Rovaniemi. Su pareja fue Hanna, "una chica joven con dos hijos pequeños, Siiri y Artturi". Con ellos conoció de primera mano la cultura finesa, fueron a esquiar, a comer especies de pescado que solo se pueden pescar al norte de Europa, de excursión al monte y aprendió los tipos de frutos del bosque que se pueden encontrar en Laponia. "Siempre estaré agradecida a la universidad de destino por llevar a cabo este programa, ya que te ayuda a entender la cultura del país y a sentirte un poco más parte de él", reconoce Marta.
Para María López-Monis Yuste, la estancia Erasmus le sirvió para aprender a desenvolverse sola en una ciudad que le era extraña "pero que tenía tantísimo que ofrecerme". Por ejemplo, tuvo que aprender "a solucionar problemas de toda índole (académicos, médicos, o simples cosas de casa) que hasta ese momento no había tenido que afrontar sin ayuda". Durante su estancia, pudo "realizar diversos viajes por el centro de Francia, con el enriquecimiento personal que ello conlleva" y paseó y admiró "ciudades y monumentos que hasta ese momento solo había visto en fotografías" y que pensó que jamás visitaría. Por si eso fuera poco, su estancia en París le permitió aumentar sus "conocimientos de francés hasta alcanzar un nivel elevado", lo que le "servirá enormemente" en su futuro profesional y académico.
La integración de Laura Fernández Labrador ha sido bastante intensa, ya que confiesa: "Utrecht es mi ciudad: es indescriptible el cómo amo su torre, su casco histórico, o el tener rincones que considero exclusivamente míos. Me encanta pasear por sus canales, ir en bici a todos lados, la lluvia constante, ver verde mire donde mire, estar rodeada de gente internacional siempre y tener la certeza de que cuento con amigos muy especiales allí". En Holanda, aparte de aprobar su "master con una gran media para su nivel de exigencia", asimiló una cultura nueva, se interesó por su idioma y lo aprendió. Incluso llegó a entender que "aunque inicialmente la gente de allí parecía fría y nunca sonreía, cuando se les conoce son súper atentos, divertidos y honestos".
Durante su estancia convivió en las casas de sus amigos, sintiéndose una más "incluso en las cosas más banales", descubrió diferencias religiosas y convivió con multitud de creencias, experimentó "nuevos métodos de hacer karate" y viajó por Europa para entrenar, empezó "a bailar simplemente por volver a escuchar castellano" y acabó amándolo por los buenos momentos que implicaba... e incluso aprendió "que el amor no entiende de países o de idiomas, y que los planes más simples, un día lluvioso cualquiera, son inmensurables fuentes de felicidad".
Pablo Morón Elorza reconoce también que "una de las cosas más bonitas del Erasmus es la posibilidad de conocer mucha gente distinta". Ha hecho grandes amigos y ha viajado "todo lo posible, siempre buscando la manera de compaginarlo con la universidad y llegar a fin de mes". Entre sus viajes fue a Auschwitz en Polonia, participó en un ballet en Austria, visitó Dinamarca y Suecia en tren, los parques naturales de Rumanía, los Alpes eslovenos, la costa de Croacia en coche... E incluso en una ocasión se rompió la clavícula durante un viaje de esquí organizado por la universidad, pero eso no le "impidió terminar de disfrutar el año y sacar adelante el curso". Junto con sus compañeros de piso además hicieron "de casa de acogida durante unos meses para un perro que más tarde encontró una familia en la ciudad, y se ofrecieron multitud de cenas internacionales en las que cada uno cocinaba un plato típico y que siempre terminaban con alguien tocando la guitarra".
La conclusión de esta experiencia la pone María López-Monis, quien asegura: "Yo, desde luego, no soy ahora la misma persona que se marchó a París hace ya más de un año. Regresé llena de vivencias y recuerdos extraordinarios, con mucho más conocimiento - y no me refiero exclusivamente a lo académico - del que me fui, con ganas de continuar parte de mi formación en el extranjero. En definitiva, fueron unos meses extraordinarios que siempre recordaré con cariño y que me han servido para crecer como estudiante y, sobre todo, como persona".