Hasta el 19 de marzo, un grupo de profesores de la Facultad de Bellas Artes de la Complutense exponen en el Monasterio de Santa María de Valbuena, de Valladolid. Los comisarios de la muestra "La belleza como camino" son Gonzalo Jiménez, secretario general de la Fundación Las Edades del Hombre, y el profesor de la UCM, Luis Mayo. Este último explica, de manera sencilla, el detonante de esta muestra: "El tema es escultura figurativa bella, en un tiempo en el que no se habla mucho de la belleza, cuando a mí cada vez me parece más evidente que el arte es belleza y solo belleza".
Tanto Mayo como Jiménez señalaron, en la inauguración de la muestra, que "es emociónate percibir el contraste entre la rugosa textura de los sólidos muros románicos de Valbuena y la levedad suave de la superficie de estas esculturas". Entre ellas, las de algunos maestros como Julio López, Francisco López y Francisco Toledo.
Según los comisarios, "Julio López marca un límite aristotélico que se enfrenta al accidente del natural como fuente de conocimiento, mientras que en el otro extremo está Francisco Toledo, que utiliza platónicamente el modelo real para recordar el ideal de belleza presente en todo cuerpo". Continúan afirmando, que "por el camino puedes interesarte por el lenguaje, apasionarte por el modo de modelar como hace Paco López y citar a los maestros de Italia con acento madrileño, como nos propone la decana de Bellas Artes, Elena Blanch, porque esos son los puntos cardinales de la placentera exposición que nos aguarda".
Para la profesora Consuelo de la Cuadra, dedican también elevadas palabras, tanto para sus manos que imitan aldabas en la pared, como para su medusa y para sus niños ya que "poseen la energía adulta y trascendente de un niño adornado con el poder del David de Miguel Ángel y la gracia del de Donatello, ya que el héroe bíblico está inspirado en el propio hijo de Consuelo, modelo para esta obra".
En los trabajos de Pedro Terrón "sentimos que el drama bíblico se torna actualidad, ya que en sus magníficos relieves el sacrificio de Isaac es un acontecimiento desgarrador y carnal del que el escultor parece haber sido testigo. El poder de sus figuras convierte el exotismo de esos rostros y cuerpos de otras culturas en presencias cercanas que habitan nuestra cotidianidad con una sensualidad y unas razones que se nos escapan".
Gonzalo Jiménez diferencia entre arte sacro, "aquel que se realiza para un uso litúrgico", y arte religioso, "el que, sin tener este noble destino, provoca en quien lo observa una percepción de lo trascendente, una búsqueda espiritual". Y en ese ámbito se mueven las esculturas que se pueden ver en esta muestra. De todos ellos, los trabajos de Óscar Alvariño son quizás el mejor ejemplo de arte sacro , ya que parecen estar realizados en otra época, y el autor "tiene una pericia tan amplia que es capaz de encontrar, dentro de su universo personal, un bello registro que encaja en la parroquia gótica en la que se enmarca".
Almudena Armenta, con su trabajo en blanco impoluto, "esculpe la introspección con sus dos bustos especulares donde el reflejo es otro yo que me interroga desde el cristal", mientras que María Jesús Romero transforma "el ajedrezado doméstico de un pavimento a la catalana en una conversación que se hace mosaico, donde el diálogo repetido día tras día, las frases comunes, el saludo y el te quiero cotidianos son los mimbres del buen vivir y, al tiempo, el adoquinado que nos conduce al hastío".
Los comisarios informan de que el matrimonio de Teresa Guerrero y Javier Martín Pérez "produce también un feliz maridaje escultórico en sus obras, ya que Teresa dota sus presencias púberes de una alegría tan profunda que se convierte en filosofía de vida, mientras que las figuras de Javier tienen un vigor que nos descubren que la juventud no es tanto una edad como un modo de entender la vida".
En el lado menos místico de la muestra están los trabajos de Paris Matia, con su cabeza estilizada sobre un largo soporte, que "tiene algo de anamorfosis, del gesto que desborda el cuerpo", y las piezas de Tomás Bañuelos, que representan a sus hijas desnudándose en el momento en que la blusa que visten aún está sobre su rostro.
También quedan más allá de lo etéreo el oso realizado con todo detalle por Sonia Cabello, que "nos habla de la tradición animalística del departamento de escultura de la UCM", y la obra de Horacio Romero, que metamorfosea una zarza "en primor de orfebre y el virtuosismo del detalle en lenguaje expresivo libre".
Exponen además los jóvenes Pedro Quesada y Eduardo Palacios, que "materializan la hermosura que produce combinar la savia de la escuela de escultura complutense con el magisterio torturado y genial de Antonio López, del que ambos son aventajados seguidores".