La tercera actuación de Encuentros Sonoros, celebrada en la Facultad de Bellas Artes, ha estado a cargo de José Luis Maire, experto en la interpretación con sintetizadores modulares. Este tipo de instrumento, nacido en los años 70 del pasado siglo y en auge en la actualidad, permite recrear los sonidos de instrumentos tradicionales pero también crear sonidos totalmente nuevos. Su aspecto, lleno de cables, es similar al de una centralita de teléfonos de los años cincuenta, aunque mucho más complejo. Dentro, osciladores, filtros y todo tipo de módulos permiten crear música utilizando el voltaje para subir y bajar los tonos, cambiar el timbre y modular la altura.
José Luis Maire eligió, para interpretar su pieza, el hall de la Facultad de Bellas Artes, y allí comenzó a desplegar el sonido envolvente de su sintetizador modular. En un primer momento, la música se cruzaba con los propios sonidos del edificio, con los pasos y las palabras de los estudiantes que circulaban por la Facultad. Maire incluso confesó que al hacer algún barrido "entraba alguna nota en resonancia por toda la sala".
Según iba creciendo la envoltura, la composición iba pareciéndose más a la de una música sacra que convertía al edificio en un entorno casi místico. Sensación acrecentada por algunos espectadores que decidieron cerrar los ojos, como en trance, para dejarse llevar sólo por el sonido. Entre estos que disfrutaban así, sólo con el oído, del trabajo de Maire, estuvo incluso Wade Matthews, uno de los representantes fundamentales en la improvisación libre de sonidos electrónicos.
La música se fue convirtiendo, poco a poco, en una masa con una presencia sólida, casi palpable, en la que de vez en cuando aparecía algún sonido reconocible, o al menos semejante al graznido de una gaviota, el latido de un corazón, las notas de una gaita, el motor de una sierra eléctrica o la sirena de un barco, o tal vez una fábrica. Maire explicó que ninguno de esos sonidos, subjetivos y propios de cada uno de los asistentes, estaba pregrabado, que todo se consigue con el conjunto de módulos que crean música gracias al voltaje.
En este caso, Maire optó por un sintetizador analógico, "que es una locura a la hora de afinarlo, porque le afectan muchos condicionantes, como la propia temperatura". La afinación de este instrumento además no sigue las reglas pitagóricas que se aplican en toda la música tradicional sino que se basan en la "afinación justa", que es la que mantiene entre los tonos una relación de enteros exacta. Esta afinación, aunque se conocía ya desde la antigua Grecia no se utilizaba porque causa sonidos discordantes, que son los que ha adoptado voluntariamente la música experimental.
Reconoce Maire que hay mucha complejidad en su música, pero no por el hecho del instrumento utilizado, sino por el trabajo que hay detrás. Recuerda que lleva "10 años ensayando" y que si le dejaran "lo haría todos los días, porque es la única forma de dominar el instrumento, sobre todo uno con posibilidades infinitas según se van incorporando módulos".
Wade Matthews añadió que "la música no está en el instrumento, está en el músico", y que el diálogo que hay que establecer entre la música y el público sólo se consigue cuando se entiende lo suficiente como para poder establecer el diálogo. Por eso, Mattheson recomendó escuchar toda la música que sea posible.
Maire coincidió con esta opinión, aunque añadió que gracias a los sintetizadores modulares "mucha gente joven ha perdido el mundo a hacer música".