María Acaso, profesora del Departamento de Didáctica de la Expresión Plástica de la Facultad de Bellas Artes, es una de las principales representantes y promotoras de lo que se ha venido a llamar "Revolución Educativa", #rEDUvolution expresado en forma de hashtag. En septiembre sacará un nuevo libro, "Arthinking", que complementará y actualizará lo ya expuesto en obras como "Pedagogías invisibles: El espacio del aula como discurso", "El aprendizaje de lo inesperado" o "rEDUvolution: hacer la revolución en la educación". Nos recibe en su Facultad, a la que ha vuelto tras un tiempo en la Universidad de Adelaida, en Australia, donde ha estado investigando y conociendo nuevos "hubs", espacios específicamente diseñados para favorecer la educación y el aprendizaje.
- ¿Por qué le diría a un actual estudiante universitario que la formación que ha recibido durante toda su vida no le va a ayudar demasiado en cuanto salga de aquí?
- Porque la forma en la que él va a tener que ejercer su profesión en el ejercicio real va a ser radicalmente distinta a como se la están contando. Esa es la brecha, los saberes que se están dando en la universidad no están conectados o no proyectan qué es lo que va a ocurrir en el mundo real dentro de nada, y ahí es donde hace falta la innovación. La innovación hace falta para adaptar esos contenidos que son un poco de épocas pasadas, que vale con que sean de hace quince años, a la época actual y a lo que vamos a tener en tres o cuatro años. Esto debería obligar a a la estructura de la universidad a cambiar los planes de estudio y a los profesores a cambiar la metodología para enseñar, pero como eso no está ocurriendo se está produciendo una enorme fractura entre lo que se enseña en la universidad y lo que ocurre en el mundo real.
- ¿El problema solo está en la universidad?
- No, de hecho, el problema es muy grave porque no es sólo en la universidad. La universidad es el final de una cadena de simulacros, lo que yo llamo simulacros pedagógicos, pedagogía tóxica, que empieza ya a los 4 meses en la guardería, que para mí ya es escolarización, y que ya tiene unos procedimientos inservibles para el momento actual, sin hablar de que las guarderías a esos meses creo que no deberían existir. Ya en la escuela, lo que se está haciendo ahora mismo es matar la pasión por el conocimiento, que realmente es la función que tiene. La escuela lo que debería hacer es impulsar esa pasión por el conocimiento y lo está matando. Por tanto, los contextos educativos están haciendo lo contrario de lo que se supone que es lo que deberían hacer. Eso más o menos en Infantil y en Primaria hay algunos colegios que están innovando, pero cuando llega la secundaria con el perfil de la selectividad, ya empieza el tema chungo y eso ya se mantiene todo el Bachillerato y en la universidad. Realmente lo que ocurre es eso, que los métodos no están adaptados al momento que estamos viviendo. Esa es la clave de todo el proceso.
- ¿Por qué solo se innova en esa dirección en Infantil y Primaria?
- Ahí, como parece que no es tan serio o importante, parece que se puede experimentar, y hay bastantes escuelas que trabajan por proyectos o están cambiando los espacios físicos, están introduciendo el arte como una metodología... Pero, vamos, y lo sé por experiencia propia, que cuando llegas a la secundaria... pumba, ya empezamos con los exámenes, los libros de texto, las clases en vez de estar organizadas de una forma más orgánica están organizadas ya como en plan militar, y eso se prolonga hasta la universidad.
- ¿Son las notas las que matan todo?
- Efectivamente. Hay muchos autores, no solo yo, como Roger Schank, por ejemplo, que dicen que la evaluación mata la educación. Y yo lo creo firmemente. No creo que haya que dejar de investigar qué ocurre o de alguna manera saber qué está pasando, pero lo que no se puede hacer es organizarlo todo a través de los exámenes y que los exámenes y la evaluación sean el centro de la educación y no el aprendizaje. Ahora mismo, por ejemplo, si nos hiciesen el examen teórico de conducir posiblemente suspenderíamos, pese a saber conducir perfectamente. Es un ejemplo de cómo la metodología del examen está obsoleta, ya no sirve. ¿Cómo podemos tener un sistema que esté basado en una metodología tan absurda? Tendremos que revisar si eso funciona o no y si no funciona, quitarlo.
- Pero la sociedad actual está acostumbrada a puntuar, a baremar...
- En efecto, vivimos en una sociedad que quiere baremar todo y eso también tiene mucho que ver con el castigo y cosas que ya no funcionan. Cuando te vas a trabajar al mundo real las evaluaciones ya no son así. Además, va a cambiar mucho el concepto empleo porque hay una realidad que es que los robots vienen. Y como los robots vienen y nos van a quitar muchos de los trabajos que ahora mismo entendemos como trabajos normales entre comillas, lo que tenemos que pensar es en qué deberíamos educar a los niños y a los jóvenes que desarrollen competencias que los robots no pueden desarrollar.
- ¿Cuáles serían esas competencias?
- Yo veo claramente tres: las creativas y de innovación, las competencias de análisis crítico y las competencias emocionales. Si cogemos esas tres cosas, son justo las que no se desarrollan en la escuela y en la universidad. Lo que estamos haciendo es educar a los niños en unas competencias que no van a desarrollar, porque las van a desarrollar los robots. Entonces, algo tendremos que cambiar en el sistema.
- En su libro "rEDUvolution", da cinco puntos que hay que asumir para llevar a cabo esa revolución. Repásemoslos. El primero es: "Aceptar que lo que les enseñamos no es lo que los estudiantes aprenden".
- Esto tiene que ver con que es muy importante individualizar los procesos de aprendizaje. Ahora tenemos procesos estándar, un profesor llega y utiliza la misma metodología para todos los alumnos por igual, y eso está claro que no funciona. Entonces, los profesores lo que tenemos que entender es que lo que enseñamos no es lo que los alumnos aprenden. Es decir, que cada uno aprende cosas diferentes y por lo tanto nosotros tenemos que adaptar los procesos de aprendizaje a esa individualización, y a algo importante que se hace muy poco, que es educar en autonomía, educar para que la gente sea autónoma no dependiente. Hay un ejemplo muy bueno, que es que si tú te vas al cine con tres amigos y salís del cine y contáis cada uno la película que habéis visto, ¿a qué cada uno habéis visto una película diferente? Pues con una clase pasa exactamente igual. Entonces es absurdo hacer procesos estándar cuando está comprobado psicológicamente que el conocimiento es individualizado.
- Esto exige, sin duda, grupos más pequeños que los actuales.
- Por supuesto, y adaptación personal, si realmente queremos aprendizaje. Otra cosa es si lo que queremos es certificar, para eso vale con la estándar. ¿Qué ocurre en Medicina, Odontología u otras en las que hay prácticas o laboratorios? Que se hacen grupos pequeños y entonces empieza el proceso individualizado de aprendizaje. Lo que no sirve para nada es dar una clase a 200 personas.
- Segundo punto: "Cambiar la dinámica de poder".
- Eso es clarísimo. Estamos en una educación súper vertical, en la que el poder está concentrado en el profesor porque el profesor antiguamente era el que tenía todo el conocimiento. Esto está absolutamente desautorizado desde que aparece Internet y el conocimiento se democratiza. Ahora los estudiantes aprenden más de sus compañeros, de lo que encuentran en Internet o de agentes externos, que del propio profesor. Esto nos obliga a democratizar los procesos de aprendizaje y que, por ejemplo, se respete en la clase un flujo de aprendizaje, que en la universidad no se ha tenido mucho en cuenta, que es que los profesores aprendemos de los alumnos. Yo desde luego soy profesora por lo que aprendo de los alumnos. Y eso me parece mucho más interesante ponerlo encima de la mesa y aceptarlo que... no, no, no, yo soy la que tengo la verdad absoluta y todos estos son unos ignorantes y yo los voy a enseñar. Yo tengo que aprender de mis estudiantes, igual que mis estudiantes de mí. Es más interesante la idea de comunidad de aprendizaje.
- Punto tres.
- Los espacios tienen que cambiar. No se pueden hacer metodologías nuevas con mobiliario obsoleto, que si nos damos cuenta lo que reproduce es una fábrica y una educación de tipo industrial. El año pasado estuve en la Universidad de Adelaida investigando sobre los nuevos hubs, los espacios de co-working que están llegando a todas las universidades del mundo, porque son espacios que facilitan que los alumnos aprendan entre ellos, son espacios en los que te apetece estar... En la Universidad Complutense, sin ir más lejos, no se favorecen esos espacios, habría que hacer muchos más. Me parece muy paradójico que se invierta mucho dinero en diseñar un aeropuerto, un banco o un restaurante, y no se ponga nada de dinero ni creatividad en diseñar espacios educativos. Esto hay que cambiarlo sí o sí.
- "No tengo tiempo para aprender porque tengo que estudiar".
- Este cuarto punto tiene que ver con el tipo de experiencia que se tiene en las aulas, que muchas veces es de aburrimiento o de cumplimiento o de tengo que hacer el examen. Ahí deberíamos pasar a una experiencia de placer, un término que yo llamo pedagogía sexy, que tiene que ver que la educación tiene que ser excitante. Te debería gustar tener que ir a aprender. ¿Cómo hacer que eso ocurra en una clase? Pues fomentando procesos como el extrañamiento, la sorpresa. Yo lo hago mucho en clase. Utilizo mucho elementos performativos en mis clases y muchas veces los alumnos no saben qué va a ocurrir ese día y vienen apeteciéndoles saberlo. El aburrimiento es saber lo que va a ocurrir. Ahí también en 2011 desarrollé un proyecto financiado por Fundación Telefónica, que se llamaba "Esto no es una clase", del que salió un libro de investigación en el que contamos cómo esos procesos funcionaban en mis asignaturas con dos grupos, un total de 60 personas, los que recibían esa metodología innovadora se transformaban.
- Y para acabar: "Dejar de evaluar y pasar a investigar".
- Es un poco lo que ya hemos hablado antes, quitar la evaluación del centro del proceso. En la Universidad es una utopía decir no vamos a evaluar, aunque ya hay universidades en Estados Unidos donde solo se hace constar apto y no apto. Lo importante no es la nota sino haber aprendido. Aquí eso a corto plazo no va a ocurrir, pero lo que sí es importante es no dar toda la fuerza a la evaluación, sino que a lo que se viene es a aprender y la evaluación está ahí para poner un número, pero no es lo más importante.
- ¿Qué es el "Arthinking", el término que da título al libro que publicará en septiembre?
- Está vinculado al punto 4 de la rEDUvolution, a cómo vamos a introducir el placer en el aula, la sorpresa, lo inesperado... Por las últimas investigaciones que he estado haciendo, creo que las artes pueden ser una buena metodología. Las metodologías conectan con la emoción, que es lo que la neuroeducación nos está diciendo que posibilita el aprendizaje. Estoy hablando de utilizar la música y el arte sonoro, elementos performativos y artes escénicas como el teatro, la instalación, el dibujo. Para cualquier asignatura, no sólo para las artísticas, y en cualquier nivel yo considero que el arte puede ser una buena metodología.
- ¿En qué punto de optimismo o pesimismo se encuentra. La rEDUvolution llegará?
- Yo creo que va a ocurrir. Ahora mismo hay muchísimo movimiento sobre las metodologías innovadoras en educación, hay más eventos, cursos... Estamos aún en el inicio. Estamos desarrollando cómo hay que hacerlo y creo que de aquí a los próximos 10 años cada vez se va a implementar más. Lo que sí pienso es que donde más va a tardar en llegar es a la universidad porque es una institución súper conservadora y cuando veamos los resultados en la secundaria o el bachillerato, ya no le quedará más remedio que introducirlo en sus prácticas. En este sentido creo que en la UCM hace falta de forma urgente un instituto de innovación en metodologías de educación superior, un laboratorio que busque la innovación en la propia universidad. Esta propuesta se la hago directamante al rector: no podemos ser una universidad líder sin estos tipos de lugares que observen las propias prácticas innovadoras desde dentro. En la UCM hay muchos profesores que estamos innovando pero que estamos muy mal visualizados. Creo que aquí se penaliza la innovación y hay que favorecerla. Crear ese instituto sería un buen paso para liderar este proceso.