Desde hace unos meses, Alfredo Corell, profesor de Inmunología en la Universidad de Valladolid, se ha convertido en un referente en el mundo de la innovación educativa. Fue en septiembre con motivo de la celebración de TEDx Valladolid, edición local de las famosas charlas de pocos minutos de duración que se han extendido por todo el planeta para dar a conocer ideas, tendencias, reflexiones... Durante su charla, titulada "Los cómplices imprescindibles en la innovación educativa", Corell se emocionaba cuando hablaba de esos cómplices: sus estudiantes. El público que llenaba el aforo de la sala se levantaba de sus asientos tan emocionados como el profesor. Además de mostrar sus sentimientos, Corell ponía de manifiesto en su charla TEDx algo en lo que ya lleva tiempo trabajando: la necesidad inaplazable de enseñar de otra manera, de saltar de verdad al siglo XXI también en las aulas universitarias.
Alfredo Corell, quien se licenció y doctoró en la Universidad Complutense en Biología, ha pasado hace unos días por Madrid para pronunciar la conferencia inaugural de la Jornada "Las TIC en la enseñanza: Experiencias en la UCM". Sentados en la cafetería de la Facultad de Geografía e Historia, aprovechando el hueco del parón para el café de media mañana -Corell no quiere perderse ninguna explicación sobre lo que se está haciendo en este campo en la Complutense- nos cuenta cómo empezó todo. "A los ocho o diez días de estar en Medicina [en la Universidad de Valladolid], adonde yo llegaba desde Londres, con un nivelazo investigador en inmunología bárbaro, me llamó el jefe de estudios para decirme que los alumnos se quejaban de mí. Busqué a la delegada y le pregunté qué pasaba. Me dijo que habían desconectado de mis clases porque no había quien me entendiese. Para mi aquello fue un bofetón pero también un revulsivo. Otro quizá les hubiera dicho que se pusieran ellos las pilas. Yo pensé que no podía fracasar de esa manera y me tiré dos noches sin dormir preparando actividades. Junté las dos clases, que eran casi 150 alumnos, ahora son 200, y les propuse un juego de rol. Les di las pegatinas y cartelitos que había preparado durante todo el fin de semana anterior. Cada uno era una proteína o un cachito de la célula e iban moviéndose y haciendo lo que supuestamente tiene que hacer la célula cuando se tiene que activar... Te aseguro que en esa hora aprendieron lo que no habían aprendido en ocho días".
El profesor Corell desvela también que buena parte de lo que hace desde hace 15 años -varios de sus proyectos (Inmunomedia 4.0, "Tus defensas se van de cañas" o un periódico en Twitter), que lleva a cabo con sus estudiantes, son referentes en la enseñanza de la inmunología- se debe a su formación scout. "Puede parecer algo extraño pero es así. Los scout usan una pedagogía activa, no formal, basada en proyectos y juegos. El aprendizaje basado en proyectos, la gamificación... son cosas que ya hacíamos en los scouts. Hablamos de innovación pero en realidad muchas de estas cosas son antiquísimas."
- ¿Qué es para usted educar?
- Es una pregunta difícil. A mí me gusta el aprendizaje transparente, que la gente aprenda sin darse cuenta de que está aprendiendo, que no suponga esfuerzo. Entiendo que hay cosas que piden el típico clavado de codos y memorizar, pero cada vez son las mínimas. Hoy con las tecnologías de la información para qué necesito saberme las 20.000 enfermedades, voy, busco la que necesito y profundizo en ella. Pero sí tengo que saber otras cosas y creo que esas otras cosas no son de memoria sino de aprendizaje. Cuando el profesor consigue que el estudiante se enamore, eso es educar. Si eso pasa, si se enamora o apasiona, no sólo aprende sino que llega a entender para qué necesita aprender eso. Eso ya es lo máximo, lo que yo llamo aprendizaje con mayúsculas. Yo también tuve aquí en la Complutense esos profesores que despertaron en mí la pasión por aprender y desarrollarme como biólogo y como docente. Estoy aquí de vuelta gracias a ellos y he podido decírselo hoy en público: a José Luis Tellería y a José G. Gavilanes.
- Para que pase eso el profesor tiene que estar enamorado de la educación, supongo.
- Sí, claro. El profesor tiene que adaptarse al nuevo escenario. Para ser docente hoy en día no vale con preparar una clase magistral, soltarla y hacerlo muy bien. Eso puedes hacerlo una vez como un recurso, pero si eso lo haces todos los días... te abandonan las aulas. Tienes que implicar al estudiante en el aprendizaje. Hoy los tiempos son distintos. Hoy en día ya no mandas un telegrama, mandas un whatsapp o un sms. Los tiempos cambian y las cosas cambian, esa clase magistral que podía ser muy buena, y que era el único recurso que había hace años, hoy la puedes trocear para que los tamaños sean manejables, los tempos cortos... Hoy en día la retención de atención ha disminuido, sabemos que raramente supera los veinte minutos. Puedes grabarte una clase magistral en trocitos pero, claro, ya no estás delante de un auditorio, estás delante de una pantalla, tienes que empatizar. con alguien que te sigue delante de un ordenador o teléfono.
- Hay quien interpreta que lo que se está haciendo es bajar el nivel, que en lugar de tratar el profesor de llevar a los estudiantes a su altura se baja a la de ellos.
- Eso a mí particularmente me parece una excusa. Esa es la capa de invisibilidad que todo lo cubre, que es la libertad de cátedra. Yo puedo hacer las cosas de cualquier manera que mientras que cumpla unas normas básicas, que me marca mi institución y las leyes, nadie me puede decir nada de cómo doy las clases, ni de cómo examino, ni de nada, si cumplo los mínimos normativos. Bajo esa capa de invisibilidad se han ocultado durante muchísimo tiempo personas que prefieren seguir dando la clase como hace veinte años, porque es más cómodo. En la universidad conviven muchas especies distintas de profesores, aunque igual hay dos o tres más frecuentes. Una es la que forman los que tienen mayor vocación investigadora,mucho de los cuales sienten que la docencia les ha caído como un castigo y no le ponen mucha carne en el asador. El sistema promueve ese tipo de profesores, porque el sistema te paga por sexenios de investigación y te promociona de categoría, no sólo, pero casi exclusivamente por la investigación, con lo cual el sistema es perverso: queremos tener buenos docentes cuando un buen docente no tiene recompensa de ninguna manera. Yo creo que esa es la especie mayoritaria, que ven la docencia como una carga. De hecho, en los programas se llama "carga docente", la palabra ya es peyorativa, y se interpreta como que es una carga por la que tengo que pasar para realizar mi profesión, que es investigar. Luego hay un segundo grupo, que es minoritario, que es el de las personas que tienen vocación docente. Dedicarte una serie de horas a la docencia, si quieres hacerlo bien, hace que pierdas horas en otros aspectos, como la investigación. La gente tiene que apostar por decir, bueno, si me dedico a hacer una innovación educativa eso me va a llevar a renunciar a publicar dos artículos al año y, a lo mejor, tengo que dejarlo en uno. Es una opción personal. Yo la he tomado. Las universidades no son conscientes de eso y penalizan al buen docente.
- ¿Son pocos los que consideran, como usted defiende, que una de las claves en todo este proceso tienen que ser los estudiantes?
- Parece algo evidente, obvio, que las cosas se deben hacer para los estudiantes... Pero no. Los estudiantes, por norma general, no estudian para aprender, estudian para aprobar. Y buscan lo práctico: memorizar y vomitar. La evaluación continua debería haber eliminado esto, pero realmente no se ha implantado con la llegada de Bolonia. Seamos transparentes, no se hace. Algún profesor mete algún trabajo de grupo que da algo de puntos... Alguno hace una prueba previa de evaluación que les da algo de matiz de mejora... Pero yo creo, sin riesgo de equivocarse mucho, que el 95 % de las universidades siguen haciendo un examen final que es corte, que si no lo apruebas el resto que hayas hecho en evaluación continua no vale para nada. Hay que hacer algo para cambiar esto. No se trata de bajar nivel, se trata de trabajar con otra estructura mental en la que el profesor no es una fuente de saber, no es el dios del universo; es simplemente el guía del aprendizaje, en el que los estudiantes de modo cooperativo construyen conocimiento y eso les lleva a más trabajo, lo que les hace más reticentes también. A los estudiantes la innovación a veces les molesta, porque leer los apuntes son media hora y el trabajo en grupo, dos. Yo estoy seguro, y hay medidas de estudios que demuestran que el trabajo en grupo ha llevado a esa persona a un aprendizaje mucho más profundo, mucho más real; lo que pasa es que no se ha medido de un modo estándar, con un test o un examen. Con lo que más aprende un estudiante es dando una charla para enseñar algo a alguien. Esa es la mejor herramienta de aprendizaje. Si él es capaz de hacer el guión, tener el conocimiento, ponerlo en un lenguaje que la audiencia le entienda... Ese es el aprendizaje no te diría perfecto, porque no existe la perfección, pero ha hecho el mejor aprendizaje posible.
- ¿Desaparecerán las actuales universidades como algunos predicen a favor de la formación on line gratuita tipo MOOC o su variante futura?
- Estamos con los pasos cambiados. Sí que hay mucho mensaje alarmista de que la universidad como existe va a desaparecer, y de hecho en el boom de los MOOC hubo grandes gurús que dijeron que esto desaparecía. De momento, no han desaparecido, pero sí te digo una cosa: grandes empresas ya no seleccionan por tu expediente académico; seleccionan por el portfolio de lo que has hecho. Y el portfolio es cómo te ha formado la vida. Si ha sido un MOOC, ha sido la universidad, ha sido una experiencia laboral, da igual, si tú dices que sabes hacer una campaña de marketing ya no miran en qué universidad has estudiado marketing, miran que has hecho la campaña. En esto las empresas están adelantándose, porque la universidad es muy lenta en reaccionar. Hoy en día hacen falta profesiones, no mañana, sino hoy, que no existen para la universidad. Por ejemplo, un influencer, que es una profesión real, es gente autodidacta, blogueros por lo general, que se han dedicado a vender algún producto de foto, de imagen, de moda, y como las marcas ven que les siguen cientos de miles de personas les pagan por ello. Para esto no hay ninguna escuela. Community manager para manejar las redes sociales de una empresa, es otro ejemplo. Hay empresas privadas que ya forman en estas cosas y si las empresas ven que les dan buenos resultados, les da igual que no hayan pasado por la universidad.
- ¿Cómo ve el futuro, entonces?
- El futuro de momento va a ser híbrido. Yo creo que las universidades se van a contraer, sobran en la estructura actual. En España, que lo conozco más, tuvimos una temporada muy expansionista; cada autonomía quería tener universidades cerca de todas las grandes ciudades, y eso ha sido una locura, que aunque era en ese momento a lo mejor necesaria; ahora con la tecnología ya no es necesario. Habrá carreras que te permitan hacer toda la parte teórica on line, y que luego sí tienes que hacer una práctica. Me refiero por ejemplo a Medicina, Enfermería, donde tienes que hacer una práctica en un centro de salud o un hospital, pero no necesitas una universidad, porque todos los contenidos previos los puedes hacer virtualmente. Si no es hoy, eso será posible en dos días. Creo, entonces, que el número de universidades se va a contraer y se tienen que reinventar. Tenemos que generar una estructura que nos permita ser más ágiles para responder a la necesidad social, porque si la universidad no responde a la necesidad de la sociedad no tiene futuro ninguno. Por eso creo que los gurús decían que iba a desaparecer. Sigo viendo que los grandes dinosaurios se resisten a esa adaptación, y eso hasta que no se produzca algún quiebre de alguna de esas grandes, que se hunda y cierre porque no tiene alumnos, no nos pondremos todos a decir ¡uuy que viene el lobo!. Por el momento, oímos campanas pero no reaccionamos. En resumen, creo que habrá un modelo híbrido, en el que los privados formarán más, va a ser un boom, la universidad se tendrá que reinventar y se reducirán las universidades, por necesidad económica, pero yo creo que si somos listos, sobrevivirá.
-¿ Y los MOOC, son parte de ese futuro?
- Sobre los MOOC, ya estamos de vuelta. Ya hemos visto que los estudiantes en los MOOC no aguantan mucho, que muchos lo hacen por curiosidad, por ver los materiales y una vez vistos se van. ¿Han democratizado? Sí, pero no ha sido ese el principal objetivo. Yo creo que el principal objetivo de quienes han hecho grandes MOOC, ha sido vender marca. Han sido grandes universidades americanas que han vendido marca para ganar todavía más estudiantes, aunque nos lo vendieron como democratización de la enseñanza, y ahora ya se va a cobrar por certificar los cursos... A lo mejor en España lo veremos más, yo ahora estoy haciendo mi primer MOOC, y la matrícula en un porcentaje muy elevado es gente sudamericana, porque es todo en español. Igual en este caso sí estamos democratizando y haciendo llegar las cosas gratuitamente, pero no sé cuánto tiempo va a ser sostenible, porque esto requiere mucha dedicación por parte del profesor y es a coste cero. No es que no nos paguen, es que la universidad de momento no reconoce esas horas de trabajo. Todo lo que está basado en coste cero y buena voluntad, tiene los días contados.
- Imagine que puede tomar las decisiones que considere para mejorar la educación universitaria. ¿Cuáles serían las primeras?
- La primera que cualquier profesor para serlo tiene que formarse como profesor. No en su materia de conocimiento, de la que se supone que sabe mucho, sino en cómo enseñar esa materia. Creo que hemos llegado a una situación aberrante. Para dar clase a niños de primaria tienes que tener un grado en magisterio; para dar clase en secundaria, antes era un curso de adaptación con prácticas que se ha convertido en un máster que es obligatorio... ¿Por qué para dar clase en la universidad no tienes que hacer nada? A mí nadie me enseñó a dar clase de biología, he sido autodidacta completamente. Hago cursos de formación que me ha ofrecido la universidad y otros centros, pero porque he querido, porque no hay ninguna obligatoriedad. Mi primera decisión sería esa, si quieres ser profesor de universidad tienes que tener formación pedagógica y metodológica, aparte de conocer tu materia, que por supuesto. La decisión número dos, también en esa línea, sería igualar mucho más los pesos de la investigación y la docencia. Incluso hacer perfiles de profesores distintos, los que tengan más vocación investigadora que den alguna clase o se dediquen más a la investigación, y convivan con profesores que al revés, que tengan más dedicación docente y hagan una contribución a la investigación menor, pero que eso sea no dos escalas, sino equiparables y que competitivamente puedan llegar a catedráticos exactamente igual. La primera es fundamental: no se puede dar clase en la universidad sin tener formación para enseñar, se están haciendo unas tropelías... En realidad, se llevan haciendo muchos, demasiados, años.