El 23 de mayo, siete estudiantes de máster y de grado de la Facultad de Bellas Artes han tenido la oportunidad de exponer en las prestigiosas galerías de la calle Doctor Fourquet. Lo han hecho dentro de la iniciativa Entreacto, que comenzó su andadura en el año 2013, de las conversaciones entre el vicedecanato de Extensión Universitaria de la Facultad y la crítica de arte Emilia García-Romeu, con la idea de sacar la Facultada a la calle y acercar a los estudiantes al mundo profesional del arte. De hecho, para la mayoría de ellos esta ha sido su primera exposición individual, y aunque dura solamente un día, el tiempo que media entre montaje y desmontaje de muestras en las galerías, la experiencia les ha valido mucho la pena. Este año Entreacto ha contado además con el respaldo de Encuentros Complutense.
El lenguaje, la violencia y la comida son tres temas que fascinan, desde un punto de vista artístico, a Nicholas Callaway, estudiante del Master de Investigación en Arte y Creación (MIAC) de la Facultad de Bellas Artes. Así que cuando descubrió que a lo largo de la historia ha habido momentos en los que la mala pronunciación de una palabra te ha podido llevar a la muerte, decidió que ese sería el tema de su instalación para Entreacto 2017, en la galería Cruce.
Bajo el nombre Shibboleth (espiga en hebreo), la obra de Callaway consta de dos partes, por un lado un bodegón aparentemente normal, con comidas bastante comidas, y por otro una serie de carpetas de estilo policial con dosieres que informan sobre cada una de esas comidas y los crímenes relacionados con ellas. En un altavoz se escuchan las palabras, tales como "perejil", y en uno de los dosieres leemos que el dictador Leónicas Trujillo obligaba a pronunciar esa palabra a todos los negros de su país, si no sabían pronunciar bien ni la r ni la j, eso indicaba que eran de origen haitiano y por lo tanto, culpables, según la mentalidad de ese tirano. Así, según los datos recopilados por Callaway, murieron a machetazos, por no saber pronunciar una palabra, unas 30.000 personas, incluyendo niños, mujeres y hombres.
De todos modos, para encontrar injusticias no hay que irse tan lejos, como demuestra la obra Retrato de una España bajo tierra, de Julia Sara Martínez de la Fuente, en García Galería. Ella misma nos explica que en sus obras trabaja con la Memoria Histórica, para traer al presente un pasado que sigue enterrado. En esta obra en concreto, vemos 136 pequeños recipientes que simbolizan a los hallados en dos fosas comunes de la guerra civil española en el monte de La Pedraja, en Burgos. La tierra de esos recipientes ha venido directamente desde allí, con la intención de traer ese monte hasta Madrid y hacer partícipe de esta historia atroz a todo el que se acerque por la galería.
La instalación, de esta estudiante del MIAC, la completa un vídeo continuo de una perspectiva del monte, con una de las fosas al fondo, con la misma intención que la tierra, es decir, "conseguir que el arte sea algo social, dialéctico, que haya algo detrás, y no sea simplemente hedonismo del autor". Considera Martínez de la Fuente que esta historia de las fosas es necesario contarla y nada mejor que hacerlo a través del arte, "para llegar a un público no especializado, y hacerlo de forma distinta".
También es reivindicativa la obra Vareo, de Ricardo Pueyo, que se pudo ver en C.O.S.A en El fin del Muundo. En su caso es una video instalación en la que juega, de manera consciente, con todos los estereotipos posibles para "reflexionar sobre la figura del mariquita andaluz, que está doblemente marginado y reprimido".
En pantalla vemos a un mártir que va "perdiendo aceite" por la boca según dos figuras encapuchadas acuchillan un corazón. La simbología cristiana se junta con la popular y tradicional sevillana, incluso en el poema que se recita de fondo y que ha compuesto el propio Pueyo.
La identidad, en este caso a través de las letras de canciones pop, está también tras la obra de Sopa de letras, que Tania Tsong de O'Pazo, montó en la Galería Silvestre. En su caso la idea vino escuchando canciones pop "que con su ritmo repetitivo son como mantras, como algo religioso".
Muchas de esas canciones, de acuerdo con la estudiante del MIAC, hablan de la identidad, de la pertenencia o no a un lugar. Además, "en este mundo donde todo se mueve tan deprisa, con esta obra se respira un poco de tranquilidad". Las piezas de Tsong están realizadas con pasta de sopa de letras, pegadas en tela y bordadas alrededor, y ubicadas en la galería de manera aleatoria, "colocadas casi por su cuenta".
Reflexión sobre el arte
Entre la reivindicación y la indagación sobre el propio sentido del arte se encuentra la obra Sin título de María Román García, que ella define simplemente como una máquina aleatoria que dibuja".
Esta estudiante del último curso del grado de Bellas Artes explica que las máquinas, que ella misma ha construido, se mueven con dos motores en un solo eje y van generando dibujos que no se completan hasta que ella misma lo decide. En cualquier momento ella es la que determina que la obra ya tiene sentido, la saca de la máquina y la coloca en la pared. De este modo, la instalación artística, expuesta en el Cuarto de Invitados de Función Lenguaje, reflexiona sobre la forma de hacer arte en la actualidad y sobre la posibilidad de que no sea el artista, sino su propia creación, la que pinte.
Algo de arte que surge, a priori, por casualidad también se encuentra en Se puede tocar - Atacabos, que Guadalupe Meca mostró en la galería Alegría. Explica Meca que esta forma de crear surgió hace un par de años cuando llenó un globo de látex con escayola. Al quitar el globo y ver la forma que había tomado la escayola comprendió que ahí había una veta artística por explotar y desde entonces trabaja con estos materiales.
Durante el proceso ha ido dando muchas vueltas, quitando el globo, utilizando algunas partes, pintando el resultado de colores..., hasta llegar a su forma actual, donde usa pegamento de escayola, que fragua más despacio y le permite elaborar las obras y pintar los globos a su antojo. Para la estudiante de último año del grado de Bellas Artes, esta ha sido su primera exposición, ya que ni siquiera había mostrado su obra en ninguna muestra colectiva.
Javier Rodríguez Lozano es el autor de Hacer, deshacer, repetir, la muestra que se pudo ver en las dos plantas de la galería Bacelos. Esta obra surge de la calle, principalmente de los grafitis, que alguien pinta y otro viene detrás para borrar, aunque en algunos materiales, como el mármol siempre queda algún resto perenne entre sus vetas. A veces, como asegura el autor, es un gesto muy sutil, casi imperceptible, pero igualmente está ahí.
Aparte de obras encontradas, Rodríguez Lozano elabora sus propias piezas como las realizadas sobre mármol de travertino, rellenando todas y cada una de las porosidades con una jeringuilla. Una labor titánica, pero tanto a él como a todos sus compañeros de esta edición de Entreacto les ha servido para contactar, de primera mano, con el mundo de las galerías y de los muchos visitantes que han podido ver su trabajo convertido en arte digno de ser observado.