"Las vallas separan, causan dolor y sufrimiento a personas que están traumatizadas por el horror vivido con sus familias, en sus casas". David Álvarez, secretario académico del Instituto Universitario de Cooperación al Desarrollo (IUDC) de la Universidad Complutense, trata de describir con palabras lo que solo es posible hacerlo con imágenes. Son fotografías de lo que nunca debería suceder, pero también de lo que no sería tan difícil de evitar. Del 23 de mayo al 15 de junio, el Edificio de Estudiantes ha acogido la exposición "Fronteras a la esperanza", con las mejores imágenes presentadas al II Concurso de Fotografía convocado por el IUDC.
"Este año -explica el profesor Álvarez, docente en la Facultad de Ciencias de la Información- vimos la necesidad de reivindicar el papel de los derechos humanos para los refugiados que huyen de sus países por ser zonas de conflictos, de guerras. Salvar vidas debería ser la prioridad de la UE, proporcionarles agua, refugio y ayuda... Con esta edición de nuestro concurso queremos reivindicar -continúa Álvarez- que se actúe sobre las causas de su huida y pedimos medidas para crear vías seguras y legales para que las personas que buscan refugio no tengan que arriesgar sus vidas ni emprender peligrosos viajes".
Las veinte imágenes expuestas hacen estremecerse a quien las contempla. La obra ganadora en la categoría de cámara -como en la pasada edición el concurso se ha dividido entre fotografías captadas con el móvil y realizadas con cámara fotográfica- habla a quien la mira. Su autor es Mario Ventoso y se titula "Muro en América, valla de espino en Europa". Es la mirada del desgarro, del dolor, de la frustración... Da igual donde esté realizada, da igual quien sea la mujer que la protagoniza, incluso da igual si se quedó a ese lado de la alambrada o si consiguió cruzar al otro... Es una mirada que hace sentir vergüenza a un lado entero del planeta, capaz de ser insensible ante tanto dolor.
Las dos imágenes ganadoras "ex aequo" de la categoría "fotografía móvil" son obra de Patricio de Mingo y Santiago Rodríguez. Ambas remiten a Belgrado, a unas antiguas naves de trenes donde desde 2014 se agolpan miles de personas que intentan acceder a Europa por la frontera entre Serbia y Hungría. Viven sin camas, sin baños, sin ropa de abrigo, quemando cualquier cosa para sentir el calor que desprende el fuego. Se bañan, como captó la cámara del móvil de Santiago Rodríguez, en la calle con agua fría sin importar que el mercurio no alcance los dígitos positivos. Solo las ONG se acercan por allí y, al menos, como se observa en la fotografía de Patricio, una vez al día esperan pacientemente la larga fila que les guía hasta un plato de comida caliente.
Hay muchas más imágenes. Algunas buscan el final feliz, otras optan por las simbologías, por manos, niños, palomas. Pero las hay que muestran la realidad sin vendas, con vallas, con alambres de espinos en los que a veces quedan enganchadas unas destrozadas zapatillas que quisieron recorrer un camino hacia la esperanza, sin saber, o quizá sí, lo que las esperaba.