La segunda sesión de las jornadas #NoMásCorrupción ha comenzado con una mesa redonda de periodistas en las que han discutido el papel que deben cumplir los medios a la hora de destapar casos de corrupción y cómo pueden hacerlo desligándose de intereses políticos y económicos. Las jornadas se celebran del 27 al 30 de noviembre en el salón de actos de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, y están organizadas por Corruptil, el diario El Plural, la Fundación Hay Derecho, la plataforma de participación Quorum, el Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa y la propia UCM.
Jesús Maraña, periodista de InfoLibre, asegura que la corrupción en España representa unos 90.000 millones de euros de pérdida para los contribuyentes. Y no sólo eso, sino que una cuarta parte de la economía nacional está sumergida, "el doble de lo que ocurre en cualquier otro país europeo". Se trata, de acuerdo con el periodista, de "dinero de todos que se podría dedicar a las universidades, a la educación, a la sanidad, a I+D...".
El papel de los medios ha sido clave para destapar casos de corrupción de todo tipo, pero la gestión "depende del nivel de independencia de esos medios". De hecho, "la prensa, los periodistas y los medios han perdido credibilidad por perder independencia y por estar más cerca de los intereses de los diferentes poderes que de los lectores".
Según Maraña, para gestionar un caso de corrupción que afecte al poder político es muy importante ser independiente, pero también cuando afecta al poder económico, porque "el director de un medio decidirá qué hacer con esa información si está relacionada don alguna de las empresas que le financian", ya sea de manera directa o a través de la publicidad.
Si hay conflicto de intereses, "lo normal es que se tape, de diluya o que se pinche el globo, en lugar de investigar y denunciar en toda su magnitud". Es lo que Maraña define como la técnica del ventilador, "que utilizan los políticos para diluir los casos de corrupción, juntándolos con otros y dándoles a todos la misma entidad, reduciendo así la credibilidad de los propios principios democráticos".
Maraña entona el mea culpa y reconoce que los medios han "contribuido a que la ciudadanía no entienda del todo este problema que trasciende las siglas políticas".
Carlos Enrique Bayo, de diario Público, apunta que en realidad el problema parte de "los multimillonarios que son los responsables de la corrupción, los que corrompen a los políticos". Bayo recuerda que sólo del PP hay unos 900 políticos imputados por casos de corrupción, pero no hay "potentados" y son contados los casos en los que se les "considera artífices de esos delitos de corrupción".
Es así, según Bayo, porque "son los que controlan la información y también los resortes de la justicia e incluso de la Fiscalía y de algunos magistrados". El periodista va incluso más allá y asegura que son "un gobierno en la sombra, del que prácticamente nunca se habla".
Y no sólo por parte de los medios privados, sino también los públicos, que "deberían ser ecuánimes y neutrales, pero que han sido manipulados impunemente, incluso creando leyes, para ser controlados por el poder político".
Ante este panorama, la pregunta que deja Bayo en el aire, es que si unos medios están controlados por el poder político y otros por el económico, ¿en quién se puede confiar?
En parte la respuesta la ofrece Carlos Hernanz, de El Confidencial, cuando relata la historia de cómo se involucraron en la investigación de los conocidos como Papeles de Panamá.
Según él, el caso se le ofreció antes a El País y El Mundo, que lo rechazaron, y les llegó a esos "de rebote". Sin saber el rédito periodístico que le podían sacar a la historia, dedicaron esfuerzo y personal (hasta 15 redactores durante tres meses centrados en exclusiva en ese tema) para destapar ese gran caso de corrupción.
De acuerdo con Hernanz, el problema radica en que han cambiado las formas y las audiencias, pero los medios no lo han hecho en la mayor parte de los casos.
Ángelica Rubio, directora de El Plural, recordó que la corrupción es transversal, afecta a "abogados, médicos, políticos, periodistas...", de ahí que lo importante es "la educación y la concienciación para luchar contra ella, y en esa lucha el papel de los medios es fundamental, estratégico".
Coincidió con Maraña en reconocer que para eso los medios deben ser independientes, algo muy difícil de lograr, por las presiones económicas y políticas, y que sólo se puede conseguir con lectores que aporten "poder, influencia e ingresos".