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Jueves, 25 de abril de 2024

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Investigadores complutenses confirman la presencia del lince en la Comunidad de Madrid

Germán Alonso Campos, del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución y de la Facultad de Ciencias Biológicas, asegura que en Madrid siempre ha habido linces, o al menos siempre ha habido constancia de avistamientos, incluso por parte de estudiantes de doctorado de la propia Facultad que fueron ya en 2005 a recoger unas muestras de suelo en Valdemoro y encontraron a uno que estaba allí tumbado, tranquilamente. El último estudio realizado en la Facultad, fruto de un Trabajo Fin de Máster, ha descubierto que el lince se extiende en una zona que va de norte a sur en todo el este de la Comunidad de Madrid.

 

Germán Alonso Campos explica que en 2014, cuando comenzó a dirigir Trabajos Fin de Máster (TFM), en el máster de Biología de la Conservación, "apareció un estudiante, Javier Lobón Rovira, que quería trabajar sobre lobos", pero el profesor complutense le propuso hacerlo mejor sobre el lince.


A falta de otras pruebas, para saber que realmente había linces en Madrid apostaron por la determinación genética de la especie, y ahí es donde empezó la colaboración con Pilar Arana, catedrática del Departamento de Genética, Fisiología y Microbiología.


A partir de una serie de avistamientos fiables se centró el estudio en una zona de Madrid donde se presuponía que había más de ellos, y se diseñaron una serie de 13 transectos, que son una técnica de observación y registro de datos, típica de la ecología. En ellos se fueron recogiendo excrementos, identificando primero sobre el terreno los que pertenecen a lince y los que no, y después haciendo el análisis de ADN.


La sorpresa inicial, de acuerdo con Alonso Campos, fue que de los 13 transectos, en 4 de ellos se encontraron excrementos que dieron positivo en ADN de lince. Tanto Alonso Campos como Arana defienden que "la técnica genética es la única que no se puede manipular, porque en ella se cogen las células epiteliales que son del tracto gastrointestinal del animal y que quedan encima del excremento".
Es cierto que "algunas no salieron positivas, aunque eran posiblemente de lince, pero se habían deteriorado en la naturaleza, por las lluvias, el sol...".


El trabajo actual
Aquella información sobre la presencia del lince en nuestra comunidad autónoma ya causó un cierto revuelo en el año 2015, cuando se publicaron los resultados. De tal manera que llamó la Asamblea de Madrid a los investigadores, que fueron allí para explicar el trabajo y para informar de que esos indicios había que comprobarlos, haciendo un estudio más a fondo para ver si eran linces que aparecían de repente, pero que no tenían nada que ver con Madrid. El propio Ministerio ofreció un "miniproyecto para hacer ese trabajo y así empezó un nuevo TFM, esta vez el realizado por Pedro Alfaya".


En este caso se amplió el número de transectos a 21, y también el área de estudio hasta el eje que va de norte a sur desde la carretera de Burgos a la carretera de Andalucía. Ahí "la sorpresa fue todavía mayor, porque de los 21 transectos, en 17 de ellos ha aparecido ADN de lince. Y además todos realizados por suelo público, sin entrar en las grandes y abundantes fincas privadas, ni tampoco en las públicas grandes, como El Pardo".


En concreto se han encontrado restos muy cerca de la carretera de Burgos, en Cerceda, en Valdemoro... En definitiva, "en un espacio muy grande, así que este año va a empezar otro TFM que va a ampliar el espacio de estudio a zonas más al este de la Comunidad de Madrid".


El hábitat

Desde el Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución trabajan "más que en la propia especie, en el hábitat", porque les parece interesante conocer qué pasa con las especies más dominadoras del territorio cuando el territorio cambia. Opina Alonso Campos que los animales se acomodan a la nueva realidad y "ahora lo que hace falta es comprender ese nuevo hábitat, porque hay que estar prevenido, ya que cualquier día va a aparecer el lince en algunas urbanizaciones de la Comunidad de Madrid".


Pedro Alfaya, el autor del TFM, asegura que es así porque se ha visto que "la distribución del lince se relaciona con una diversidad de hábitats bastante mayor de la que se pensaba en un principio". Aunque es cierto que las infraestructuras interrumpen la pauta de comportamiento de los animales, eso no es así más que para una generación, ya que sus crías ya viven en esa otra realidad.


Alonso Campos aclara que esto es así "sobre todo en animales dominadores como el lince, aunque en este caso, a pesar de su dominio, es un animal muy discreto y se camufla muy bien, tanto que puedes estar paseando por el monte a cinco metros de uno de ellos y no lo vas a ver, a no ser que seas una persona muy avezada a la hora de identificarlo".


Lince ibérico, sí o sí

Los investigadores tienen claro que se trata de lince ibérico, en primer lugar porque "no hay nada como el lince, y no se puede confundir con otro animal, así que pensamos que habrá cada vez más avistamientos en Madrid y tendremos que habituarnos a esta realidad ecológica nueva".


En segundo lugar, no se puede confundir con otra especie de lince, "ya que el lince boreal no vive en España ni tampoco lo hacen las especies americanas de lince". La especie más parecida de la Península, desde un punto de vista morfológico, es el gato montés, pero genéticamente no se parece nada. El lince se parece más al puma y de esos sí que no hay en nuestro país.


Los linces boreales y los ibéricos están emparentados, lógicamente, aunque según informa Alonso Campos, en la Península Ibérica hay rastros de esos linces sólo hasta el siglo XIX en los Pirineos y el País Vasco, pero "hoy en día viven en el centro de Europa y en los países nórdicos. Además son dos animales que no ocupan el mismo territorio y hoy en día no hay ningún rastro de la presencia de esos linces boreales en nuestro país".


La prueba del ADN
Por si eso fuera poco se ha mejorado el método de análisis de ADN desarrollado por un grupo de Doñana para corroborar que se trata definitivamente de lince. En Doñana "habían encontrado una zona de ADN que es muy específica de lince, de tal manera que cuando se hace una amplificación se sabe que sólo puede ser de ese animal".


En el equipo de la UCM, liderado por Pilar Arana, y con el apoyo de Beatriz Matallanas y Alejandra Cruz, se partió de ahí, de ese fragmento, "pero se mejoró con una técnica que permite analizar dos puntos específicos de esa secuencia de ADN que se sabe que son de lince ibérico". Se probó con excrementos de lince boreal y salió diferente, y de ese modo los complutenses han añadido "un diagnóstico de especie, que es más sensible al amplificar la señal del ADN que se puede sacar de los excrementos".


Microsatélites y excrementos
Se desarrollaron también una serie de microsatélites que funcionaran en la amplificación de excrementos. Esos microsatélites, según Pilar Arana, son "regiones muy dinámicas del genoma, de tal manera que los individuos pueden tener variantes muy diferentes con facilidad. Son variantes en tamaño, que son las mismas que se utilizan para las pruebas de paternidad, aunque claro, en los humanos está perfectamente establecido, mientras que aquí había que desarrollarlos". Explica Arana que había unos cuantos que se habían desarrollado del gato, y otros del lince, pero no se habían aplicado a excrementos.

En la UCM "se hizo una colección de los que se podían combinar y se eligieron seis, aunque así como el ADN mitocondrial es muy fácil de amplificar, el ADN nuclear, donde están los microsatélites, es más difícil, porque sólo hay dos copias por cada célula".


Un problema añadido al trabajo es que "los excrementos que están en el campo, y que sirven como marca de la especie, pueden estar muy deteriorados y además tienen muy poco ADN de la especie donante, a la que se suma el ADN de lo que se han comido, y cuando es carnívoro es todavía peor porque come animales más parecidos a lo que es él mismo, luego tiene bacterias, hongos, insectos e incluso puede haber ADN de otra especie que se orine encima".


Las investigadores complutenses han conseguido superar todos esos obstáculos para desarrollar un sistema minucioso, con el que incluso "se podrá saber cuántos linces diferentes hay en Madrid, y también, gracias a los excrementos, que están perfectamente conservados en la Facultad, se podrá ver qué comen exactamente, hasta dónde han llegado e incluso hacer un estudio de hábitat más preciso para ver su ámbito de movimiento y saber cuantos ámbitos estables de la especie hay en Madrid".


El escollo del relato social

El problema para aceptar la presencia del lince en Madrid, según Alonso Campos, es el relato social de las cosas, "porque los humanos nos contamos cosas y nos las creemos". El relato en este caso es que el lince sigue en peligro de extinción, aunque parece ser que "gracias a las políticas de recuperación ha aumentado su número y distribución y hay un buen número de esos linces incluso en Madrid".


Explica el profesor "que desde un punto de vista geomorfológico no debería sorprendernos nada, porque el terreno es muy parecido al de Andújar, con mucho material detrítico que favorece la presencia de conejos, que es la presa fundamental del lince, con ríos, campiña, partes bajas...".


En Madrid, además, "han aumentado las zonas de césped artificial, que eso a los conejos les viene muy bien; muchos ríos que antes eran temporales, ahora tienen agua por las depuradoras y vierten a arroyos que antes se secaban, por ejemplo si uno va a Cantalojas verá un emporio de biodiversidad impresionante, cuando antes era un páramo; hay muchas zonas donde no se practica mucha caza y eso favorece la presencia del lince, o quizás, la caza le puede favorecer, en tanto en cuanto deja un 2 o un 3% de animales heridos en el campo, que luego pueden ser presa fácil. Eso no está claro, pero hay que entender que la naturaleza funciona de manera más dinámica, no lo hace de una manera fija".


Lo que hay que hacer, de acuerdo con Alonso Campos, es entender que el lince es ahora un vecino más de Madrid y, de manera más amplia, "que hay que convivir y conocer los animales y las plantas con los que compartimos territorio hasta conseguir que se conviertan en una fuente de cultura".

Los investigadores de Biológicas que han descubierto, fehacientemente, la presencia del lince en la Comunidad de MadridGermán Alonso Campos, del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución y de la Facultad de Ciencias Biológicas, asegura que en Madrid siempre ha habido lincesSe ha desarrollado un método de ADN que permite conocer, con precisión, la presencia de linces en MadridPilar Arana, catedrática del Departamento de Genética, Fisiología y MicrobiologíaLos congeladores de la Facultad de Biológicas donde se conservan las muestras de excrementos de lince analizadas por los investigadores complutensesAlejandra Cruz y Pedro Alfaya, dos jóvenes investigadores de la Facultad de Biología que han participado en el trabajoGermán Alonso Campos, Pedro Alfaya, Alejandra Cruz y Pilar Arana en el vestíbulo de la Facultad de Biología
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