El 16 de marzo, la Facultad de Biología ha acogido la edición 2018 de la Biophyzza Party. Jesus Pérez Gil, profesor del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular I, explica que la Sociedad Americana de Biofísica ha denominado esta como la Semana de la Biofísica, con actos a todos los niveles, tanto en la Academia como fuera de ella, que se celebran en prácticamente todo el mundo. En España hay tres lugares donde se celebran diferentes actividades, en Barcelona "otra Biophyzza, porque nos copiaron, con permiso, el modelo y donde ha sido todo un éxito; en la Universidad de La Laguna, donde llevan ya celebrando esta semana desde hace tres años, y por último, aquí, en la Complutense".
Esta actividad cuenta con el respaldo de la Sociedad de Biofísica de España, pero también de la Unidad de Género de la UCM y, en este caso del IES Alpajés, de Aranjuez. De acuerdo con Jesús Pérez Gil, esta jornada "refleja la importancia de que trabajemos juntos la universidad y la educación secundaria, para que se vea lo bueno que es dedicarse a la ciencia y que al final merece la pena, porque todo aquel que esté motivado no tendrá problema para abrirse camino, aunque no sea en la puerta de su casa". Maite González Jaén, decana de la Facultad de Biología recordó a los alumnos de secundaria de Aranjuez que ellos son el futuro, que son esos a los que "queremos llegar, porque queremos que hagáis ciencia, y en esta que para muchos será vuestra futura casa, acercaros a científicas llenas de pasión".
La sesión comenzó con una charla de Itziar Alkorta, profesora de la Universidad del País Vasco, quien aseguró que "para que la ciencia tenga lugar hay que tener hambre por saber, por conocer y por descubrir cosas que nadie antes ha visto, y el secreto está en el método científico, esa es la receta general que hay que tener siempre presente que se aborda un proyecto científico".
Aseguró Alkorta que en ciencia hay sitio para todas aquellas curiosidades y gustos de cada uno. A continuación, puso como ejemplo su propia su carrera científica desde que se licenció en Químicas en la UPV. Después de aquello no tenía claro qué hacer, así que se lanzó a hacer una tesis sobre Biotecnología, que era una disciplina que acababa de empezar. Luego continuó con "la carrera ad hoc, con tres años en Berkeley, haciendo un proyecto que no tenía nada que ver con el anterior". Volvió luego a su universidad de origen y tardó algún tiempo en sacar una plaza de profesora titular, y "la vida de investigadoras, opositora, madre... es difícil, pero se llega y se vive".
En 2009 le ofrecieron formar parte del equipo decanal y con ello aprendió a querer a su Facultad y a su Universidad, algo que es "muy importante porque permite echar raíces y tener afectos hacia los lugares en los que estamos".
Alkorta denunció que "hay muy pocas mujeres en ciencia, o al menos en los cargos de responsabilidad, y eso es una disfunción en la que hay que pensar en el futuro y que tiene que ver con unas razones más o menos claras, como la maternidad, los miedos a los cambios, los sesgos a la educación que da lugar a distintos valores y prejuicios, y a la falta de referencias femeninas en la ciencia".
Para futuros científicos, Alkorta hizo una serie de recomendaciones como: establecer una red, haciendo amigos en la ciencia para crear un grupo interdisciplinar en el que se mantenga siempre la llama viva, aunque "eligiendo bien, sólo con personas constructivas, trabajadoras, positivas y que tengan las mismas ganas del beneficio común".
Sus últimas recomendaciones son no esconderse, participar en seminarios, charlas... y, sobre todo, "salir más del laboratorio. Hay que leer otras cosas que no sean sólo de nuestro tema, porque todo da otro punto de vista y aparte motivación y ejemplo".
Tras esa primera charla, se proyectó un vídeo, con entrevistas a diferentes científicas, preparado por el IES Alpajés, realizado por estudiantes y coordinado por Juan Carlos Cambronero, director del centro; por el jefe de estudios, Javier Alfonso Benito, y, sobre todo, por el jefe del Departamento de Ciencias Naturales, Javier Medina.
Salas y Vallet-Regí
Mercedes Echaide, coordinadora junto a Alberto Hidalgo, de esta jornada hizo dos preguntas a las científicas presentes en la mesa redonda, en concreto, cómo comenzó su vocación científica y si han tenido trabas en su carrera por ser mujeres.
La bioquímica Margarita Salas rememoró que hizo un bachillerato de seis años, en el que se estudiaban tanto letras como ciencias y luego un curso preuniversitario en el que había que elegir. Ella lo hizo por ciencias, aunque no tenía claro si hacer Químicas o Medicina.
Por aquel entonces vivía en Gijón con su familia, pero como en la Universidad de Oviedo no había Facultad de Medicina se vino a Madrid a hacer un curso selectivo que le valdría para cualquiera de las dos cosas, y al final de dicho curso decidió estudiar Química, que le "fascinó, sobre todo las horas de prácticas en el laboratorio de Química Orgánica".
En verano, de vuelta a Gijón, conoció a Severo Ochoa, tuvo la ocasión de hablar con él y aquello la enganchó a la Bioquímica. El que luego sería premio Nobel le aconsejó hacer una tesis con Alberto Sols en Madrid y luego ir a Nueva York con él a aprender Biología Molecular. Reconoce Salas que "al principio no tenía una vocación clara de lo que quería ser, sino que se fue desarrollando a la vez que entraba en la investigación".
La catedrática complutense María Vallet-Regí reconoció que eligió ciencias porque "era muy mala en letras", y la vocación tampoco la tuvo clara hasta después del postdoc. Confesó que comenzó Químicas porque le gustaba mucho el laboratorio y estuvo a punto de dejar la carrera en varias ocasiones, porque no le interesaban mucho la mayoría de las asignaturas que daban. Ni siquiera le gustó la tesis que escribió.
Asegura Vallet-Regí que en aquella época muy poca gente salía al extranjero y ella ni se lo planteó, así que se metió en un "callejón sin salida", que no le motivaba en absoluto. Llegó un momento en el que por situaciones personales pensó que si se iba a dedicar a la ciencia tenía que probar si le gustaba o no, así que hizo su postdoc durante seis veranos en Grenoble y allí es donde se despertó su vocación, porque se dio cuenta de que lo que hacía podía servir. Encontró entonces "que las pequeñas cosas que se hacían en el laboratorio podían servir para vivir mejor". Su último cambio llegó en 1990, cuando hizo una oposición, aunque ya era profesora titular en su Departamento, y empezó a hacer biomateriales, en los que se ha convertido en una autoridad mundial.
Ahora reconoce que la ciencia es su vida y que sí que tiene vocación, pero también que le costó muchísimo encontrarla.
En cuanto al papel de la mujer, la catedrática recordó que hace 110 años, por primera vez, se permitió entrar a la mujer en la universidad. Primero lo hizo en Medicina, "dos o tres, que iban acompañadas por un bedel para que no distrajeran a sus compañeros". Luego la mujer se fue incorporando poco a poco, y ahora "en la UCM el 71% son estudiantes femeninas, así que claro que está cambiando la situación".
Vocación desde jóvenes
Marisela Vélez, investigadora del CSIC, explicó que ella sí tenía claro desde joven que le gustaban las ciencias. Vélez se crió en México "en una escuela con excelentes profesores, muchos de ellos exiliados españoles" que le inculcaron un afán y un gusto por aprender y le despertaron la curiosidad, y "al fin de cuentas eso es la ciencia, curiosear".
Al igual que en el caso de Margarita Salas no tenía claro que estudiar, y al final optó por hacer Bioquímica en la Universidad Autónoma de Madrid. De todos modos, sus preguntas estaban siempre muy relacionadas con la Física, así que se fui a Estados Unidos a estudiar un doctorado de Biofísica. Admite que "abrirse camino como biofísica en España luego no fue fácil, pero al final, tras mucho esfuerzo y tesón, se consigue".
Añade que en su generación no tuvo dificultades legales como mujer para hacer nada, pero "sí una serie de intangibles que han estado presentes ya desde el principio de la universidad". Explica que era como un cuestionamiento de que fuera curiosa, "como si no tuviese derecho por ser mujer".
Lucía García Ortega, profesora del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la UCM, contó que siempre ha sido, desde niña, una mente muy cuadrada y que le encantaba las ciencias puras, pero en el instituto tuvo un profesor en COU, que les presentó una Biología llena de fórmulas, era sobre todo Bioquímica, y ahí vio que todo se puede explicar con esas fórmulas que tanto le gustaban y así descubrió su vocación.
Tuvo que empezar haciendo Química antes de Bioquímica aquí en la UCM y siempre tuvo claro que quería saber más de lo que enseñan en la universidad y por eso decidió "hacer una tesis, con Álvaro Martínez del Pozo, un profesor con una vocación nata hacia la investigación", que le ayudó a mantener viva esa llama que tiene sus momentos duros, con frustraciones, pero como en todo en la vida.
Después hizo un postdoc fuera, y "esa es una de las cosas buenas de este trabajo, porque siempre habrá un lugar donde puedas hacer lo que quieres o prácticamente lo que quieres". Y ahora por fin empieza a tener una cierta estabilidad en su carrera.
El futuro
Laura Rodríguez Arriaga acaba una Juan de la Cierva, en la UCM, y está en un momento en el que no sabe lo que vendrá a continuación. A pesar de eso, ahora es cuando tiene su vocación más latente, porque en el instituto le gustaban tanto las letras como las ciencias. En la universidad estudió las dos carreras de Química y Física y asegura que no ha vivido el hecho de que le cuestionen el hecho de que tenga más curiosidad que un chico, pero sí ha sentido, por ejemplo en Harvard, que cuando fue madre eran más difíciles las reuniones con su jefe que los demás. Aseguró, por tanto, que "el camino es difícil, hay que lucharlo, y la discriminación está ahí, aunque no de manera tan latente como en otras generaciones".
Chiara Autilio, acaba de hacer su tesis en Biofísica, "después de haber cambiado totalmente de tema", por ese "hambre" que tiene por el conocimiento, una curiosidad que ya tenía desde pequeña.
En el instituto leyó muchos libros de Genética que le llevaron a empezar la carrera de Biología, luego realizó una tesis sobre la levadura y después una especialización en Bioquímica Clínica. En la actualidad se ha embarcado en la Biofísica de Membranas, un tema sobre el que no sabía nada y para el que tendrá empezar otra vez desde el principio, "lo que supone un magnífico reto".
Reconoció que antes de venir a nuestro país había oído que aquí hay muchas discriminaciones, "pero Italia es mucho más machista, porque las mujeres tienen allí tienen que hacer el doble de trabajo y sólo se les juzga por su físico. Hoy, en 2018, sólo el 10% de italianos consideran que una mujer puede elegir una carrera científica, el 70% que sólo puede hacer Ciencias Sociales, Artes y Literatura, y eso es una cosa muy triste".
Asegura que en España no ha encontrado "discriminación de género ni tampoco por empezar de cero y por tener que aprender mucho".
La última en hablar en la mesa redonda fue Mireia, una alumna de segundo de bachillerato tecnológico del IES de Aranjuez, quien reconoció que siempre ha tenido claro que ha querido estudiar algo de ciencias. Lo que más le interesa, de momento, es la Química y la Biología, porque piensa que "en las futuras generaciones hay mucho que descubrir en estos campos", aunque todavía no tiene claro que lo quiere hacer.
Asegura que nunca he sufrido discriminación directa, "porque la gente está más abierta de mente", pero sí piensa que de una forma indirecta ha habido discriminación, a la hora de aprender referentes y espera que con el paso del tiempo eso vaya cambiando y, "poco a poco, las mujeres sean más visibles en este campo de la ciencia".
La jornada terminó en la cafetería de la Facultad, comiendo pizzas, y con una pequeña entrega de premios a los alumnos que han formado parte de este proyecto.