El Paraninfo de las facultades de Filología y Filosofía recibió en la tarde del 25 de abril a Sergio Ramírez, flamante Premio Cervantes, para mantener un encuentro con profesores y estudiantes de la Universidad Complutense. Este acto que trae a la universidad al último ganador del más prestigioso premio que se entrega a un escritor en lengua castellana, como subrayó la vicerrectora de Extensión Universitaria, Cultura y Deporte, María Nagore, forma parte del programa oficial de actividades del Premio. El formato elegido en esta ocasión para el encuentro fue un coloquio con dos profesoras de la Facultad de Filología, Flor Salazar y Rocío Oviedo, seguido de un turno de preguntas e intervenciones del público asistente.
El coloquio entre Ramírez y las profesoras Salazar y Oviedo sirvió para conocer mejor las características de la literatura del autor nicaragüense y responder a algunos de los porqués de la misma. En primer lugar, Ramírez habló de sus orígenes, de su familia. Según contó, su forma de entender la vida en buena parte está marcado por sus abuelos. El paterno le transmitió su amor por la música y sus insaciables ganas de disfrutar de la vida. El materno le mostró la importancia de ser disciplinado en lo que se hace. "Yo vengo de ese equilibrio entre lo artístico y lo austero. Puede decirse que soy resultado de esa combinación".
Ya metido en el terreno literario, Ramírez confesó su obsesión por elegir siempre la palabra precisa. "Descubrir las palabras apropiadas es el juego del escritor. Dar con los adjetivos, sobre todo, es misión de cirujano, ya que son los que multiplican el sentido de la frase. Puedo pasarme horas, días, buscando las palabras, los adjetivos apropiados. Escribir es corregir y, sobre todo, suprimir". El escritor considera que su fascinación por los "vocablos" proviene del "idioma del caribe que hablamos en Nicaragua", en el que se combinan palabras castellanas, mozárabes, nahuatls, chorotegas, inglesas... "Es una lengua múltiple, diversa, con muchas sorpresas". Sus dos palabras predilectas son cabanga y chunche.
La influencia de Vargas Llosa
Sergio Ramírez ha sido polifácetico tanto en su vida como en su obra literaria. En su trayectoria vital, además de escritor, ha sido periodista, abogado y político, llegando a ser vicepresidente de Nicaragua en la primera etapa presidencial de Daniel Ortega. Eso sí, a partir de 1996, solo se dedica a la literatura. En ella ha tocado prácticamente todos los palos de la prosa. De joven, según confiesa, únicamente le interesaba ser "cuentista". Leía todos los que caían en sus manos, y pronto se dio cuenta que además del argumento, la técnica era clave. "Lo más importante es aprender cómo acabar el cuento". Leyendo novelas, sobre todo a Faulkner, descubrió lo complejas que éstas pueden llegar a ser, y en estas dio con La ciudad y los perros. "Para mí fue determinante. La forma de expresar Vargas Llosa lo que quería contar, coincidía con lo que yo quería para mí", confesó. El manejo de los tiempos, las historias paralelas que avanzan y retroceden, en las obras de Vargas Llosa influyeron para siempre las novelas del actual Premio Cervantes.
Chejov y la "pequeña gente"
Una característica de las obras de Ramírez son, como subrayó la profesora Rocío Oviedo, el "coro de personajes" que en ellas intervienen. Son muchos y la mayoría de origen o condición humilde. El escritor lo explica citando el influjo que en él causó Chejov y la "pequeña gente" que protagonizaba sus libros. Él quiso apostar por lo mismo, por ensalzar a los más humildes. Cito como ejemplo una de sus obras principales, Tengo miedo a la sangre, dedica a la Nicaragua de Somoza, que no al dictador Somoza, que él como fundador de la revolución sandinista colaboró en derrocar. "A mí lo que me interesaba era ver qué pasa con la pequeña gente en una dictadura". Así, l protagonistas de la novela son un barman, un trío musical que toca boleros, el Trío Los Caballeros", y unos oficiales de bajo rango que se rebelan contra sus superiores. "Es ese tipo de personajes de los que me enamoré y sigo enamorado", volvió a confesar. "Y sí, a veces mi editor, como me ocurrió con La noche llora por mí, me dice que tengo demasiados personajes".
Sara y la voz de las mujeres
La profesora Flor Salazar preguntó al autor por su costumbre de incluir en casi todas sus obras cartas escritas por mujeres. Ramírez dio una doble justificación. La técnica o literaria por el reto que para él supone reconstruir voces que no son suyas, y ninguna más compleja que la de una mujer. La segunda causa es más personal. Proviene de la lectura de la Biblia y de cómo se describe a Sara, la mujer de Abraham y madre de Isaac, como "sumisa y callada, algo que sin duda no es". Cuando en el Génesis, Dios pide a Abraham que sacrifique a su hijo, "no se menciona la reacción de Sara a esa petición. Jamás lo habría permitido. Por eso -continuó Ramírez- yo quiero en mis obras poner a Sara en movimiento, que se la escuche".
La receta para ser escritor
Para acabar, el Premio Cervantes, a pregunta de un estudiante, dejó una pequeña receta o manual para quienes pretendan ser escritores. El primer paso: antes que escritor, hay que ser lector. Pero no uno cualquiera, hay que ser un "vicioso absoluto de la lectura. Como decía Cervantes hay que querer leer hasta los papeles rotos que se encuentren por la calle". Segundo requisito: curiosidad. "Tienes que querer enterarte hasta de la conversación que tienen en la mesa de al lado del restaurante, o de lo que va gritando la gente por la calle al celular". Y tercero: disciplina. "Hay que encontrar siempre un momento para escribir. Quien llega a su casa cansado a las 8 de la noche y en lugar de irse al bar de la esquina a tomarse una cerveza, se pone una o dos horas a escribir, ese será escritor. Y que conste que no tengo nada contra el que se toma la cerveza", concluyó con una sonrisa.