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Jueves, 21 de noviembre de 2024

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El tabaco y el alcohol, las principales drogas letales en España

¿Cómo actúan las drogas en el cerebro? ha sido el título de la conferencia que el catedrático de Bioquímica y Biología MolecularManuel Guzmán, ha impartido en la Facultad de Ciencias de la Información dentro de Encuentros Complutense. Tiene claro Guzmán, que "las drogas no son ángeles ni demonios, sino sustancias que se pueden usar bien o mal, y en función de cómo se utilicen y del contexto en el que se usen producirán efectos deseados o no deseados en los consumidores". De hecho, frente a lo que se pueda pensar, las drogas que provocan más mortalidad en todo el mundo, no son las ilegales, sino las dos más accesibles y totalmente legales: el alcohol y el tabaco.

 

Explica Manuel Guzmán que el uso de las sustancias psicoactivas es inherente a la historia de la humanidad, "y tenemos testimonios del uso de alcohol desde hace 12.000 años; de la coca, del cannabis y del opio desde hace 5.000, y del peyote, la ayahuasca y el tabaco desde hace unos 3.000 años".

 

Según el catedrático, estas sustancias nos han permitido ir más allá de lo que nos permite nuestra química endógena, "hasta lo divino, lo místico, lo cosmológico", aunque también tienen efectos no deseados, dependiendo de la naturaleza del consumidor, de la naturaleza propia de la sustancia y del contexto de utilización.

 

Las drogas (de abuso) se pueden definir como sustancias de uso no médico, con efectos psicoactivos, susceptibles de ser auto-administrada y con potencial de generar problemas de abuso o dependencia.

 

Manuel Guzmán tiene claro que esta es una definición operativa que puede servir para centrar la cuestión, pero dejando claro que hay sustancias que se pueden usar como droga o como fármaco, y que tampoco hay una diferencia de tipo médico o de seguridad y ni siquiera en términos socioculturales es tan clara la diferencia, por ejemplo en muchos países del mundo hay programas de cannabis terapéutico, mientras que en otros, como en España, sigue siendo considerado una droga.

 

Una diferencia podría ser que la droga no tiene un uso médico, "aunque eso es bastante difuso, porque muchos usuarios de las drogas las usan en términos terapéuticos dentro del campo de salud mental". Otro matiz es el ser o no auto-administrada de forma controlada, aunque aquí la frontera también es difusa, "porque hay personas que se autorrecetan todo tipo de fármacos".

 

La diferencia más clara, por tanto, parece estar en el contexto de comparar sustancias legales y no. De ese modo, "las que compramos al Estado tienen un control de calidad del producto, algo que no existe cuando se compra de manera ilegal, ya que con las sustancias no controladas existe un grave problema porque el usuario no sabe lo que está tomando".

 

El funcionamiento del cerebro

Asegura Guzmán que "podríamos estar toda nuestra vida discutiendo sobre si existe o no una realidad objetiva, pero lo innegable es que no podemos percibirla, porque nuestro cerebro es individual y, por definición, subjetivo. Capta información y la transduce, creando una ficción modelizándola de forma individual, personal y subjetiva".

 

Por ejemplo, fuera de nuestro organismo no existen ni la luz ni los colores, sólo ondas electromagnéticas; ni el sonido ni la música, sólo perturbaciones periódicas de la presión del aire; ni el calor ni el frío, ni sabores, ni la maldad, ni la bondad, ni el amor, ni el odio...

 

En términos de neurobiología cognitiva la realidad no es más que la ficción que nuestro cerebro considera la más real posible, así que "una misma realidad se puede percibir de manera distinta y es evidente que las drogas afectan a ese tipo de percepción, porque nuestro cerebro crea ficciones a partir de los factores endógenos y exógenos que recibe".

 

El catedrático complutense añade que cada célula cualquiera de nuestro organismo, pero en concreto las neuronas, tienen receptores capaces de transducir esa doble información hacia dentro, de modo que esas moléculas de superficie nos permiten detectar señales que llegan al cerebro desde otras zonas del propio cerebro, desde cualquier otro punto del organismo e incluso desde fuera. Las señales exógenas utilizan este mismo sistema de recepción, así que "las drogas y fármacos interaccionan con esos receptores endógenos, promoviendo o inhibiendo los procesos".

 

El cerebro está formado por 100.000 millones de neuronas y el doble de células de glía. Se calcula que cada neurona establece unas 20.000 conexiones con células vecinas, y en algunas zonas del cerebro hay hasta 200.000 conexiones. El mecanismo por el que se comunican las neuronas es bidireccional y lo hacen a través de la sinapsis, que es un espacio físico, es decir, que las neuronas están muy cerca, pero no pueden tocarse jamás.

 

Esa comunicación a distancia, de acuerdo con Guzmán, se realiza a través de neurotransmisores que se liberan de la neurona presináptica y llegan a los receptores de la membrana de la postsináptica. De ese modo continúa la transmisión del impulso nervioso.

 

Ahora bien, la comunicación entre neuronas es bidireccional. Una vez que la neurona recibe la información y cuando la respuesta ya es adecuada y no necesita recibir más información produce unas señales que viajan en sentido contrario, que son los neuromoduladores, que bloquean la transmisión del impulso nervioso.

 

El efecto de las drogas

Sobre ese esquema de comunicación bilateral existen algunas sustancias que activan o inhiben el impulso nervioso.

 

Entre las que favorecen la acción de los neurotransmisores, en concreto la dopamina y noradrenalina, están la cocaína y las anfetaminas. La nicotina activa la aceticolina, que produce efectos reforzantes sobre la memoria, la atención, la agudeza...Y el LSD, por ejemplo, que imita a la serototina, que controla el ánimo, las emociones, las percepciones...

 

También hay sustancias que inhiben, en su caso imitando la acción de los neuromoduladores. El alcohol o las benzodiacepinas, imitan a GABA, el principal neuromodulador de nuestro cerebro, y producen sedación, ansiolisis, sueño... Los opioides imitan la acción de péptidos opiodes, las endorfinas, que relajan, producen bienestar, analgesia... Y el cannabis imita a los endocannabinoides disminuyendo la actividad motora, produciendo amnesia, activación de la ingesta...

 

Hay que saber que las drogas actúan potencialmentes sobre muchísimas zonas de nuestro cerebro, relacionadas con procesos cognitivos, actividad motora, apetito, emociones, náusea, dolor, coordinación motora, memoria... Pero en general se consumen para modular la conducta y el estado de ánimo, algo que se nota más en algunas zonas como la amígdala, por ejemplo.

 

Del buen uso a la dependencia

La mayoría de los usuarios, de acuerdo con Manuel Guzmán, consumen las drogas de manera moderada, sin problemas significativos sobre la salud y los terceros. Una pequeña parte hacen un abuso de las drogas, lo que provoca un riesgo real para la salud física, mental y social. Si se trata de un mal abuso puntual puede dar lugar a una intoxicación o una sobredosis, y si se hace en términos más prolongados puede provocar la habituación, lo que hace que necesitemos dosis cada vez mayores de la sustancia para conseguir el efecto deseado, lo que aumenta realmente las probabilidades de los efectos no deseados.

 

La dependencia implica un cuadro clínico con factores cognoscitivos, de comportamiento, fisiológicos... Y hace que "el consumidor pierda el control sobre el consumo y la sustancia pase a representar el centro de su vida".

 

Según Manuel Guzmán hay distintos núcleos en nuestro cerebro que producen dopamina, pero la zona más relevante es la del área tegmental ventral que envía información al núcleo accumbens, al hipocampo, la amígdala, la corteza prefrontal, la orbitofrontal y al giro cingulado. Este sistema está bastante bien definido, "explica muy bien la adicción, parcialmente los efectos del alcohol y la nicotina, y pobremente la adicción de cannabis y otros similares, así que lo más probable que haya otro sistema que explique el efecto de esas otras drogas".

 

Teniendo claro que "hay consumidores que son más propensos a sufrir los procesos de la adicción, lo más importante es el contexto, el cómo se utilicen las sustancias", hay que tener claro que no todas las sustancias tienen el mismo potencial intrínseco de producir adicción. El ránking va desde los opiáceos al cannabis. Entre medias están la cocaína y derivados, el alcohol, el tabaco, los barbitúricos, las benzodiacepinas y los psicodélicos.

 

Muertes por drogas

Los opioides incluyen a la heroína, pero también muchos medicamentos prescritos, y entre todos ellos "producen unos 60.000 muertos al año en Estados Unidos, más americanos de los que murieron en toda la guerra de Vietnam, o más de los que fallecieron en el año de pico de SIDA que fueron 43.000 muertos".

 

Informa Manuel Guzmán de que en España el alcohol es la sustancia más consumida, y "oficialmente el año pasado murieron 12.000 personas como consecuencia de su consumo, además es la sustancia que indirectamente tiene más probabilidad de producir daños a terceros".

 

La segunda sustancia con más muertes en España es "el tabaco y las cifras oficiales hablan de 52.000 muertos en 2016, lo que es una cifra escalofriante".

 

Todas las demás sustancias ilegales juntas, de acuerdo con Guzmán, "en el año 2016 no llegan a 500 muertes, y la mayoría de ellas son producidas por opioides, consumidos por un 0,1% de la población".

 

Tiene claro el conferenciante que hoy en día el hecho de que una droga sea legal o no, no depende de su morbilidad, y se diferencian por unas razones mercantilistas más que por otro tipo de asuntos. "Si el resto de drogas fuesen igual de accesibles que el alcohol y el tabaco no se sabe qué ocurriría, pero hay alguna experiencia como la despenalización del cannabis en Holanda, donde no ha aumentado la morbilidad ni la fractura social, sino que simplemente se ha separado del mercado negro".

 

Manuel Guzmán cree "en una sociedad que no sólo obedezca al palo, sino que esté formada por individuos libres y responsables que puedan actuar en consecuencia, teniendo en cuenta que el mínimo precepto ético que se debe poner es que no exista un daño a terceros". Para el científico, el Estado no debería reprimir, sino educar, sobre todo en la adolescencia, que es la época más vulnerable, así que "lo mejor sería transmitirles la información, los riesgos existentes y los efectos que pueden tener en un cerebro todavía en formación".


Lo que tiene muy claro es que "hay formas y formas de hacer política, y deberíamos experimentar otros caminos que hasta ahora no se han experimentado".

José Manuel García Vázquez, director de Encuentros Complutense, y el catedrático Manuel GuzmánLa sala de conferencias de la Facultad de Ciencias de la Información se llenó para escuchar la conferencia de Manuel GuzmánManuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular, explicó cómo funciona el cerebro y cómo interactúan las drogas en la comunicación entre neuronasEl ránking de adicción va desde los opiáceos al cannabis. Pasando por la cocaína y derivados, el alcohol, el tabaco, los barbitúricos, las benzodiacepinas y los psicodélicos
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