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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Rafael Fraguas expone en Matemáticas su inquietante ecuación sobre poder político, secretos y Estado

El sociólogo y periodista Rafael Fraguas -él mismo pone el orden de sus profesiones-, ha expuesto en una nueva entrega de Encuentros Complutense -en esta ocasión organizada junto al Decanato y la Biblioteca de la Facultad de Matemáticas- su visión sobre una relación que se remonta a la Antigüedad, que ha formado parte de la mayor parte de los principales hitos de la Historia, que sigue siendo parte de nuestras vidas y que muy posiblemente, pese a los pasos que en estos últimos tiempos parece que se están dando para dar mayor transparencia a la vida pública, lo seguirá estando. Su conferencia la ha titulado "Secretos y política. Una ecuación enigmática" y seguro que a nadie ha defraudado; no ha faltado de nada: espías, personajes conocidos y no tanto, hechos desconocidos y no tanto también, secretos de Estado, confabulaciones... y hasta fórmulas matemáticas.

 

Para situar al público, Rafael Fraguas -periodista de El País, medio en el que trabaja desde su fundación y, en efecto, hermano del inolvidable Forges- quiso dejar claro que los grandes secretos, las arduas tramas o los hechos inconfesables, no son obras de los gobiernos, sino de los Estados. Los primeros cambian, los segundos permanecen; los unos tienen intereses cambiantes, los otros, permanentes. Fraguas ilustra lo que quiere decir dando figura humana al Estado y sentándolo ante un psiquiatra en un diván. Contaría que su razón de ser es salvaguardar su integridad y hasta la moral y que a su disposición tiene las constituciones y las leyes. Sin embargo, también reconocería que en ocasiones se ve obligado a traspasar los límites, saltarse las normas y recurrir a métodos poco o muy cuestionables. Por supuesto, cuando se levanta del diván nada de lo dicho se vuelve a escuchar; todo es un secreto como los que por motivos de seguridad el Estado tiene el derecho y deber de clasificar.

 

Los secretos de Estado son muy diversos y, según algunos cálculos, en realidad hay más información retirada de la circulación pública que la que se puede consultar libremente. Tal cantidad de información ha sido fruto de la decisión de unos pocos. De acuerdo con el periodista de El País, el último estudio al respecto cifra en unas 10.000 personas en todo el mundo las que tienen poder de decisión sobre si una información debe ser declarada secreta o confidencial. Sobre el "Alto secreto" deciden "exactamente" 4.132 personas en el planeta, mientras que los secretos "más top" dependen de 999 voces. El principal problema de este gran mundo de los secretos es que en la mayoría de los casos estos no buscan salvaguardar la seguridad de las naciones, sino de las personas que los deciden.

 

Fraguas fue relatando a lo largo de su argumentación diversos secretos que durante el ejercicio de su profesión periodística de una manera u otra ha podido, si no conocer -son secretos- sí intuir o sospechar. El periodista relató distintos casos; algunos más próximos como los silbatos de ultrasonido que "derribaban" los caballos de la policía en las cargas de Ciudad Universitaria o la relación fuertemente rumoreada entre las fugas radiactivas de la Junta de Energía Nuclear de Ciudad Universitaria y casos de cáncer, que incluso tocaron a inquilinos del Palacio de La Moncloa. De la historia del siglo XX, hay que destacar el papel que un español, Joan Pujol García, nacido en la calle Montaner 144, de Barcelona -según Fraguas pudo conocer y contar en El País-, tuvo en el éxito del desembarco de Normandía, que aceleró el fin de la II Guerra Mundial. El tal Pujol García resultó ser el agente doble conocido por unos como Garbo y por otros como Arabel.

 

En el plano internacional más reciente, los atentados del 11-S son posiblemente los que guardan más secretos, como el que afirma que los pilotos suicidas no eran simples yihaidistas que habían aprendido de forma casi autodidacta cómo despegar un avión, sino que se habían formado en programas militares de intercambio que Estados Unidos tenía en aquella época con distintos países árabes. También relacionado con el 11-S está la teoría de que ningún avión se estrelló contra el Pentágono, sino que fue un invento estadounidense para asegurar su regreso bélico a la zona del Golfo, en la que había perdido presencia en los años anteriores, algo que no podían permitir, ya que por allí es por donde pasan las rutas del petróleo y la cocaína.

 

El secreto, pues, equivale en esta ecuación en la que participa la política del Estado a lo que es el cero en matemáticas: convierte en inexistente lo que toca. Para detectarlos, Rafael Fraguas propone seguir una fórmula desarrollada por el pensador lituano Greimas: Si algo es y lo parece, es verdad; si algo lo parece pero no es, es falsedad; si no lo es ni lo parece, es mentira; si no lo parece pero lo es, eso es un secreto.

 

La pregunta que hay que hacerse, de fácil solución pero de difícil aplicación, es clara: ¿Cómo evitar esta relación entre política y secreto que manejan los "siniestros" Estados? La solución hay que buscarla en la conquista de una mayor y mejor democracia, y de un mayor control democrático del Estado y del uso de las instituciones. De acuerdo con Fraguas, todos los intentos que se han hecho han fracasado; ahí está la perestroika de Gorbachov, que acabó con la destrucción de la URSS como Estado. La razón es que el Estado se rige desde hace tiempo por una fórmula: P + S = E. Poder político + secreto = Estado. "No hay posibilidad alguna de que exista el Estado sin que exista el secreto", afirmó el sociólogo y periodista. "El secreto de Estado implica la existencia de un Estado secreto", concluye.

 

Antes de finalizar, Rafael Fraguas quiso dejar otro secreto, otra teoría de la conspiración, en la que él cree. Se centra en el intento fallido de golpe de Estado del 23-F de 1981. De acuerdo con Fraguas, el 23-F en realidad fue un plan orquestado para acabar con la influencia del ejército en la política española. El ejército -contó el periodista- se había mostrado como el mayor agente desestabilizador de la política española en los dos últimos siglos, como causante de 4 guerras civiles y dos dictaduras. ¿Cómo conseguir que el ejército, que en ese momento ya estaba descontento con la incipiente democracia, perdiera ese poder? De acuerdo con la teoría expuesta por Fraguas, la solución pasaba porque el ejército fuese controlado por una autoridad superior. Esta sería la OTAN. Pero la entrada de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, al estar controlada por Estados Unidos, no tenía adeptos ni en la clase política de izquierdas ni de derecha. Para estos últimos Estados Unidos era el enemigo desde la pérdida de las últimas colonias en 1898; la izquierda no perdonaba el abrazo de su presidente Eissenhower a Franco en 1959. Que el ejército se sublevase, que diese miedo, permitiría que la gente viera la integración de ese ejército descontrolado en una instancia superior, como era la OTAN, como la mejor opción. "Es mi opinión", concluyó Fraguas.

 

El decano de Matemáticas, Antonio Bru, y el director de la biblioteca del centro, Javier Gimeno, presentaron la conferencia de Rafael FraguasFraguas explicó en la pizarra del aula Miguel de Guzmán algunas de sus teoríasJavier Gimeno, director de la Biblioteca de la Facultad de MatemáticasRafael Fraguas escribe en El Pais desde su fundación
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