Laura, Francisco Javier, Iván, Ignacio Albert, Borja, Rodrigo, Gonzalo y Guillermo son los integrantes de iGEM Madrid-OLM, el primer grupo de nuestra ciudad que va a participar en el prestigioso concurso que organiza el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) anualmente y que es la principal competición de biotecnología que se celebra en el mundo. De ese modo, lo que comenzó como una amistad de instituto puede acabar con una startup en Shenzhen, la conocida como "capital del hardware". Para llegar hasta esa posibilidad sólo han tenido que imaginarse un paso más allá del Internet de las cosas, un concepto que nació en el propio MIT, e intentar que funcione un Internet de las biocosas. Los ocho integrantes de iGEM Madrid-OLM no sólo quieren que hay una interconexión entre los objetos y las personas, o los objetos entre sí, ofreciendo datos en tiempo real, sino que además quieren integrar la biología en ese mundo, haciendo que la digitalización del espacio físico que nos rodea sea completa.
Todo empezó cuando Laura Armero, estudiante de quinto curso de Farmacia, y Francisco Javier Quero, estudiante de Biológicas, se conocieron en el instituto. Allí ya tenían un espíritu emprendedor que les llevó a fundar la asociación OpenLab Madrid, "un laboratorio participado abierto, del estilo de DIY Bio, que básicamente consiste en usar los protocolos de laboratorio de forma personalizada, como si lo hicieras en tu casa, fabricándote incluso tu maquinaria de laboratorio. Es un poco de ingeniería y de fabricación digital en 3D, porque para hacerte una máquina tienes que imprimirla y programar su electrónica".
Allí fueron aprendiendo un poco de ingeniería y comenzaron a trabajar con Arduino, una plataforma de creación de electrónica de código abierto, la cual está basada en hardware y software libre, flexible y fácil de usar por creadores y desarrolladores. Así que poco a poco fueron entrando en este mundo del Internet de las cosas y comenzaron a pensar en cómo unir los dos mundos de su interés: la electrónica aplicada y la biología.
En OpenLab Madrid, del que también forma parte Gonzalo Saiz, ya biólogo por la UCM, surgió la idea de participar en iGEM. Los tres se juntaron con dos miembros más, que luego tuvieron que abandonar el proyecto, y comenzaron a buscar apoyo institucional por parte de la Facultad de Biológicas y a intentar formar un equipo con perfiles concretos.
Unieron entonces a Iván Martín, estudiante de Biotecnología en la Politécnica, y a dos estudiantes de Ingeniería Biomédica de la Universidad Carlos III, Ignacio Albert Smet y Borja Sánchez, "que eran conocidos de conocidos". Iván recuerda que a él le contactaron porque "buscaban un perfil más de bioinformática para contar con alguien que modelara", le gustó el proyecto, se unió y aunque al final la persona que sirvió de nexo no siguió, él sí se quedó.
Francisco Javier reconoce que "este año ha sido un poco caótico", porque es la primera vez que se presentan, y gran parte de ese caos se ha debido a la formación del equipo. Tienen claro ahora que "al final de esta parte del proyecto se ha hecho de una forma más racional, publicitando en redes la búsqueda de un perfil concreto, analizando la gente que llega y viendo cuál es el que cumple mejor los requisitos". Esa es una de las cosas que han aprendido y que dejarán de herencia para los futuros iGEM, es decir, "primero pensad bien qué necesitáis y luego abrid un proceso de captación de miembros del equipo".
Financiación
Mientras, a la vez que investigaban han tenido que buscar la financiación, no sólo para los experimentos, sino también para el viaje a Boston, la estancia allí. Además de hacer publicidad al proyecto, las camisetas, el póster...
Recuerda Francisco Javier Quero que "cuando este proyecto era simplemente barro" la Obra Social La Caixa e Inmunotek, un laboratorio farmacéutico experto en diagnóstico y tratamiento de enfermedades en el campo de la alergia e inmunología, fueron los primeros que creyeron en ellos. En realidad, el primer proceso que hicieron, cuando decidieron unirse a iGEM, fue hacer una presentación e ir a buscar inversores, "como tiene que hacer cualquiera que tiene un proyecto y quiere buscar financiación".
Al mismo tiempo quedaron los octavos en el concurso de innovación educativa de la Complutense lo que les concedió 1.250 euros. Hasta ese momento, según los miembros de iGEM Madrid-OLM, la UCM todavía no se había animado, pero "a partir de ahí tanto el decanato como el vicedecanato de Biológicas dieron su apoyo institucional y con eso se llegó a los vicerrectorados de Innovación y de Estudiantes". Entre la Facultad y estos dos vicerrectorados de la Complutense decidieron apoyar a los estudiantes para financiar tanto el viaje como la estancia allí.
El resto de la financiación la han dedicado de manera íntegra al material de laboratorio "para ser un proyecto más potente".
Internet de las biocosas
El equipo se completó con Rodrigo Hernández, graduado por la Universidad Politécnica en Ingeniería Mecánica y Guillermo Fernández, biólogo de la Universidad de Sevilla. Como se puede ver, un equipo multidisciplinar, algo habitual en esta competición, en la que los estudiantes trabajan en un proyecto durante todo un año y luego presentan sus resultados en Boston.
El proyecto del grupo madrileño se llama Internet de las biocosas. Explica Francisco Javier que "en ingeniería hay una tendencia que es el Internet de las cosas, que es dotar de la capacidad de generar datos, tratarlos y subirlos a Internet. En ese marco se han estandarizado medidas físicas, como la temperatura y la humedad; químicas, como la contaminación del aire en la ciudad; o sociales, como el tráfico con el móvil... Lo que todavía no se ha conseguido es cómo introducir, de una forma estandarizada y replicable, medidas biológicas, fundamentalmente por el coste y porque en un laboratorio es más o menos fácil medir concentración de elementos, pero fuera, con un sistema autónomo y que funcione en tiempo real, eso ya es mucho más complicado".
Su trabajo consiste en superar esta brecha y que la biología entre en el Internet de las cosas, extrayendo datos de una gran cantidad de nodos. En concreto, su proyecto se ocupa de este problema reuniendo microfluidos, sensores basados en aptámeros y un sistema metrológico electroquímico asequible.
Su objetivo parte de la medición de Ole e 1, el alérgeno más importante de todos los que provienen del olivo y para ello han optado por los sensores de aptámeros frente a los anticuerpos. Los aptámeros son ácidos nucleicos de cadena sencilla y de longitud corta que se asemejan a los anticuerpos en sus funcionalidades y aplicaciones, con muchas características similares, pero también con importantes ventajas sobre los anticuerpos. Por ejemplo, son fáciles de reproducir, son estables a temperatura ambiente, se producen por síntesis química, su coste de fabricación es menor, se pueden adaptar y personalizar sus funciones, son más pequeños y eso les permite una mayor capacidad de penetración en tejidos y no se producen en animales.
Explican los miembros del grupo que "la biología sintética no es más que diseñar una cadena de ADN, una secuencia genética que al meterla en un organismo soluciona el problema que tienes". Es cierto que ellos no trabajan estrictamente con la biología sintética, pero sí que han desarrollado "todo tipo de herramientas en el ámbito del Internet de las cosas que son útiles para el trabajo con la biología sintética. Así que mientras se trate de la biología sintética, o de algo relacionado con ella, valdrán estas herramientas".
A Boston
El concurso, como tal, se inicia en febrero, con la inscripción de los equipos, y en ese momento es cuando se juntan los estudiantes para hacer brainstorming de ideas que tengan para solucionar un problema del mundo, o simplemente hacer bioarte. ¿Cómo puedo representar Romeo y Julieta con bacterias? ¿Cómo puedo solucionar el problema de la contaminación con plástico? ¿Cómo se pueden medir realmente los alérgenos del olivo en la atmósfera?
Este año han sido 344 equipos estudiando sobre temas diferentes de biología sintética, a los que tras ese brainstorming inicial les tocó diseñar el fundamento teórico y durante los siguientes meses se han metido en el laboratorio a hacer los experimentos que ellos mismos han diseñado y empiezan a demostrar que lo que han pensado es posible.
Desde el día 24 al 28 de octubre los equipos, con un mínimo de 8 y un máximo de 16 miembros, se reunirán en el Congreso Giant Jamboree que se celebra en Boston con los equipos de todo el mundo, que este año serán más de 5.000 personas, y presentan sus resultados.
Francisco Javier tiene claro que "al ser una competición americana, se considera que las investigaciones no son útiles hasta que no se conviertan en algo real para la sociedad. En el Giant Jamboree se formará un ecosistema curioso, porque se reunirán los mayores inversores en biotecnología del mundo con investigadores de todo el planeta".
Startup
En ese congreso, al que acudirán en breve los miembros del iGEM Madrid-OLM, se fomenta que las ideas que de verdad se puedan convertir en un producto den lugar a una empresa startup gestionada por los propios estudiantes. Aunque el concurso es bastante reciente, comenzó en el año 2004, se han creado ya unas 50 startups. En el caso concreto del equipo madrileño, sí está pensado para un producto real, en concreto para el desarrollo de chips de Internet de biocosas, y muy relacionado además con el hardware, así que la idea es que Laura y Francisco Javier puedan continuar con la empresa.
Ya tienen pensado que para la parte de la biotecnología del proyecto buscarán la financiación en Boston y para la parte del hardware están llegando a un acuerdo con Hax, "una de las mayores aceleradoras de hardware del planeta, que te da 100.000 euros por el 10% de tu empresa y que te da un espacio de trabajo en China, en Shenzhen, la capital del hardware". La idea que tienen, cuando acabe con la competición, es irse a esa ciudad china con lo que obtengan en Boston y de Hax, para desarrollar allí su empresa de Internet de las biocosas.
Iván explica que en el concurso "te van reconociendo tu proyecto según una serie de hitos que eres capaz de hacer, una especie de niveles, de bronce, de plata y de oro que el proyecto ha sido capaz de conseguir". El logro final es ser capaz de exponer tu proyecto a una audiencia de inversores, "donde tienes que intentar captar su atención, así que no sólo es el reconocimiento de nivel, sino también la capacidad de exponer ante un público del que puedes obtener bastante beneficio".
Para los miembros de iGEM Madrid-OLM que quieren hacer carrera científica, y quieren continuar con el doctorado, el premio consiste en "los logros o medallas que consigas, que son buenísimos para el currículum, para la experiencia en el laboratorio e incluso, a veces, salen publicaciones, que es algo vital para continuar en ciencia".
Francisco Javier, ejerce de líder del grupo y confiesa que "el premio para todos, de cualquier manera, es la propia experiencia de ir a Boston, conocer a gente de todo el mundo, vivir allí unos días, tener un proyecto propio en el que creas algo nuevo". Para él, "el premio siempre ha sido crear algo, partir de una idea que tienes en la cabeza y ponerte a desarrollar experimentos científicos o el propio aparato y que funcione y que eso es nuevo y que va a ayudar a gente".
El decano de la Facultad de Biológicas, Jesús Pérez Gil, reconoce la relevancia de este proyecto, que cuenta con una conexión internacional y que está liderado por los propios estudiantes. Reconoció el decano que "la ciencia clásica a veces ha sido muy inconexa, pero el mundo ya no es así, de tal modo que los estudiantes con proyectos como iGEM Madrid-OLM, tienen mucho más que enseñar a los académicos clásicos que al revés".
Ahora sólo falta desearles suerte y que a partir de su viaje a Boston consigan sus sueños de crear un mundo mejor para todos.