Matadero Madrid ha acogido, el 6 de noviembre, la sesión de Encuentros Complutense "Los desafíos de la innovación democrática en contextos urbanos", dentro del Foro Mundial sobre las violencias urbanas y educación para la convivencia y la paz y de la iniciativa Encuentros2030, que busca reflexionar y aportar conocimiento crítico sobre la agenda internacional de desarrollo. Organizado como un diálogo entre el catedrático de Ciencia Política y de la Administración, Joan Subirats, y la concejala del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, y con la moderación de Enrique del Olmo, representante de Encuentros 2030, intentó dar respuesta a varias preguntas, entre ellas: ¿Los ayuntamientos de Madrid y Barcelona, que son producto de un levantamiento social para cambiar las cosas, qué fuerza encuentran en la sociedad para seguir cambiando y reformando? ¿Qué significa y qué instrumentos de política participativa se han puesto en marcha en este tiempo y qué repercusión han tenido y recepción ha habido por parte de la sociedad? Y ¿qué medidas concretas existen para luchar contra la desigualdad? Preguntas, todas ellas, limitadas en los municipios por el deseo, de hacer muchas cosas por la ciudadanía, y la realidad, impuesta por la limitación de competencias y de financiación.
Enrique del Olmo considera que "lo poco que se puede aportar interesante sobre la Agenda 2030 es la parte más dura, que es cómo esto se transforma del discurso a la política, porque el discurso es precioso, tan bonito que lo puede decir cualquiera, pero las políticas no suelen tener refrendo sobre ese discurso".
A pesar de eso, reconoce del Olmo que "vivimos un momento de luna de miel entre discurso y política en algunas partes, porque la Agenda 2030 se ha transformado en agenda de gobierno, así que los ministerios están obligados, en principio, a estructurar su acción de acuerdo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aunque no todos lo hacen". Informa el moderador de que la administración local, los municipios, también han considerado que es una agenda de gobierno, incluso con todas sus contradicciones, aunque "muchas de las políticas prácticas, sea por arrastre, intereses o debilidad, no se pueden abordar con la suficiente decisión para cumplir los objetivos de desarrollo sostenible".
Ese intento por acercarse a unas políticas más cercanas a las necesidades reales de la ciudadanía es lo que impulsó a su cargo a las actuales alcaldesas de Madrid y Barcelona. La concejala madrileña Rita Maestre cree que "lo que explica la oleada de proyectos políticos distintos a escala local que surgieron en 2015 no fue sólo una ola coyuntural, sino que fue una reflexión a la que muchos llegaron para intentar cambiar el statu quo, ya que las instituciones no habían cambiado nada desde que comenzaron las protestas en 2011, y si lo hicieron fue para peor".
Asegura Maestre que así se formó en Madrid "un movimiento político que bebe de los movimientos sociales, pero que no es esos movimientos sociales". Eso quizás ha llevado a frustraciones a parte de los votantes de Ahora Madrid con las políticas llevadas a cabo por el gobierno municipal, pero para Maestre todas esas frustraciones se deben a que "las ciudades son gigantes políticos y enanos institucionales, así que al final tienen baja capacidad para dar respuesta a las preguntas que hace la ciudadanía". Puso como ejemplo, el problema de la vivienda en las ciudades que no es competencia suya sino de otras instituciones, así que para gobernar al final "hay que encontrar caminos creativos e imaginativos para dar respuesta directa".
Para Joan Subirats, "seguramente la fase de movilización ciudadana que se plasmó en 2011 y hasta finales de 2013 vio que había límites en esa capacidad de movilización y se decidió que era necesario tener presencia en las instituciones para poder seguir, y siempre con la idea clara de plantear la ciudad como un elemento central para poder actuar como protección frente a grandes momentos de cambio".
Una agenda que sigue siendo actual
Informa el catedrático que en Barcelona, en 2015, había componentes parecidos a los de Madrid y "se dio algo que tiene que ver también con la Agenda 2030, que es el alineamiento de un conjunto de problemáticas que convergían en diferentes puntos: agua, transporte, salud, educación, vivienda... La agenda, aunque no se haya podido cumplir por completo, sigue siendo primordial y la compartimos con las grandes ciudades del mundo".
Mucha gente, según Subirats, pensaba que se estaba perdiendo el control de la ciudad, por convertirse en un campo para las multinacionales, para los cruceros, convirtiendo a la ciudad en una ciudad-negocio, así que se lanzó un mensaje de recuperación pública. Había 14 millones de turistas que afectaban a un segmento de la población y beneficiaban a otro segmento diferente. Así surgió la candidatura de Barcelona en Comú, que "iba en contra de esa idea de convertir a la ciudad en un punto meramente mercantilista".
El otro tema que estaba presente entonces y que ahora deberíamos ser capaces de ver en dónde estamos, es un mensaje de que "lo público no era lo mismo que lo institucional y que debía haber una capacidad colectiva de enfrentarse a los problemas comunes". Reconoce Subirats que "es difícil de saber cuánto queda de eso, porque la ambición de la agenda no se correspondía con las capacidades de gobierno que teníamos. No había un error en la agenda, sino en la correlación de fuerzas, la agenda sigue siendo absolutamente actual".
Ese desfase entre lo que se quiere hacer y lo que se puede hacer depende, tanto de las competencias de los municipios como de su financiación. Subirats informa de que en la actualidad la distribución del gasto público es de un 50% para el Estados, un 37% para las comunidades autónomas y un 13% para los municipios, "mientras que en otros países como los escandinavos es 40 para el Estado y 60 para los gobiernos locales". Enrique del Olmo asegura incluso que ese 13% de gasto público ejercitado por las administraciones locales está a niveles inferiores que los de cualquier sociedad menos desarrollada democráticamente.
Rita Maestre cree que en Madrid sí ha habido un problema de agenda que ha tenido que ver con "un proyecto político desarrollado por parte de una vanguardia que aspira a representar a una mayoría. Cuando esa aspiración se produce y se llega a un gobierno sí que existe un desajuste entre los problemas, retos y propuestas que había identificado esa vanguardia y lo que representaba a la mayoría".
Puso como ejemplo que en su programa no habían tenido en cuenta lo sucia que estaba la ciudad de Madrid, porque no había herramientas de diagnóstico suficientes. Pensaban que era mucho más importante crear un banco municipal, algo que era difícil de implementar, mientras que "algo menos ideológico y grandioso como la limpieza sí que era lo que importaba a la gente. Así que lo que importa es escuchar y tener en cuenta a los ciudadanos y sus problemas concretos".
Participación ciudadana
Maestre considera que Madrid era una ciudad muy atrasada en términos de participación ciudadana y, de hecho, durante el primer año de su llegada al gobierno tuvieron una discusión política entre "una falsa dicotomía entre la participación asamblearia y ciudadana". Cree la concejala que eso al final quedó en una comprensión algo mayor de lo compatibles y complementarias que son las diferentes formas de participación política.
De todos modos, y a pesar de que no estaba familiarizada con estas cuestiones "la ciudadanía ha respondido rápido y además lo ha hecho de manera heterogénea". Confía Maestre en que los cambios en esas dinámicas de participación no sean reversibles con futuros gobiernos, "porque son transversales, porque participan en ellos personas, géneros y clases distintas para demandas distintas y porque han empezado a transformar las dinámicas internas de la propia institución del ayuntamiento".
Elegir, por ejemplo, en presupuestos participativos que hay que reformar un parque concreto significa e implica muchas cosas, entre ellas la más importante es que "las personas políticas y trabajadores públicos que decidían tienen que asumir que ya no son sólo ellos los que deciden qué parques se van a reformar. Eso que parece sencillo no lo es tanto en un mundo muy estructurado y con resistencias al cambio, porque significa transformar el lugar desde el que se decide dónde se hacen las políticas públicas, y eso produce fricciones, enfados, retrasos",
Cree Maestre que "el principal reto que tenemos las ciudades que queremos afrontar los desafíos de la innovación democrática tiene que ver con la gestión de la heterogeneidad que se produce en la ciudad. Y también que hay que dar respuesta a cuestiones que todas juntas a la vez son imposibles, pero todas por separado son legítimas".
La participación en Barcelona, según Subirats, era también uno de los elementos importantes del manifiesto fundacional de Guanyem, porque había esa sensación de que las decisiones estaban capturadas por unos pocos. De todos modos, en Barcelona hay unos 800 espacios de participación municipal, aunque su utilidad muy limitada, que ya existían mucho antes de la llegada de Ada Colau al gobierno. Coincide Subirats en que "es muy importante lo de la heterogeneidad social porque muchos ciudadanos no consideran, por ejemplo, que la asociación de los vecinos les represente. Se montan líos contra tanatorios, hospitales, escuelas, pisos con personas con trastornos psíquicos, mezquitas... Hay muchas externalidades, así que los problemas de fragmentación son mucho más complicados que resolver que en otros momentos".
Además, "la modificación de relaciones de poder puede implicar que si lo público es lo colectivo, cuando dejes el gobierno la capacidad colectiva de enfrentarse a grandes problemas será mayor, porque la gente formará parte de la gestión y será capaz de asumir la dirección de sus propios problemas, más allá del ámbito funcionarial".
La legitimidad
Rita Maestre afirma que la definición de qué es un problema sigue siendo una batalla política e ideológica, porque la agenda se define políticamente en democracia y responde a la correlación de fuerzas de cada país. "Ese espacio de discusión para ver si es más importante la lucha contra la violencia machista o el terrorismo, o si es igual, es puramente política".
Por tanto, la legitimidad que emana de estas dos alcaldesas tiene que ver con su capacidad para dar respuesta a esos problemas. En Madrid, de acuerdo con Maestre, "se nos decía que la eficacia es un término de derechas y que lo que debe hacer un gobierno progresista tiene más que ver con la transformación ideológica". Confiesa que ella siempre cae en ese último lado, pero a pesar de eso reconoce que es un error de comprensión importante y "una de las cosas que mejor ha hecho la alcaldesa ha sido apostar por la resolución de problemas concretos, dejando de lado la bronca con instituciones como la Comunidad de Madrid". Y eso ha permitido que "tenga una legitimidad y una simpatía muy alta entre la ciudadanía madrileña".
Las competencias
Madrid, como recuerda Rita Maestre, es una comunidad autónoma muy especial, porque el 70% de su PIB depende de una única ciudad que luego cuenta con muy pocas competencias. Eso crea un problema de políticas públicas de primer orden para el que la concejala es bastante pesimista porque no ve "una capacidad ni un empuje ni voluntad para poner en marcha estructuras distintas".
Informa de que llevan unos años trabajando sobre una Ley de capitalidad sobre la ciudad de Madrid y en el debate de esa ley hay muchas trabas como las que ponen los propios partidos o los miedos que existen a que la modificación de una estructura y reparto competencial implique que cambien los límites del poder. Cree Maestre que sería difícil incluso si hay una Comunidad de Madrid gobernada por partidos afines. Por tanto, "lo importante es dar una batalla política para informar a los ciudadanos de que es complicado dar respuesta a problemas concretos por la falta de competencias y financiación".
Joan Subirats apunta que hay otro problema añadido que es el de escala porque Barcelona tiene 100 kilómetros cuadrados, mientras que Madrid tiene 600 kilómetros cuadrados. De esa manera hay problemas que son difíciles de resolver, "aunque en Barcelona sí hay un consorcio en el que se asumen de manera conjunta competencias, como las de salud con la Generalitat". La creación de ese área metropolitana para Rita Maestre "sería como el paraíso, porque es absurdo, por ejemplo, que el Ayuntamiento de Madrid no tenga nada que decir sobre el Metro que pasa bajo su suelo".
Informa, por último Subirats, de que "en España hay más de 8.000 municipios, muchos de ellos con muy poca población, y el desajuste irá creciendo, porque no va a ser fácil que las comunidades autónomas cedan espacios de poder". Y más, como reconoce Subirats, en lugares como la Comunidad de Madrid, donde "la financiación de los ayuntamientos depende de lo que decide la propia comunidad, que suele tener que ver con el color de los partidos que gobiernan, y será así hasta que no existan mecanismos transparentes que repartan de manera justa los recursos".
La lucha contra la desigualdad Enrique del Olmo informa de que ninguna ciudad española tiene ni siquiera un aprobado en el objetivo de la desigualdad, y según Rita Maestre, "no lo vamos a tener pronto", porque hay desigualdades tan grandes que no se resuelven en pocos años, menos aún cuando los ayuntamientos tienen competencias limitadas para hacer frente a esos problemas.
De todos modos, añade que desde 2015 los ayuntamientos tienen esa lucha como reto fundamental, aunque todavía no lo han conseguido a pesar de las transformaciones dirigidas a ello, así que "hay una urgencia en aumentar la fuerza de las medidas o quizás pensar otras, porque las recetas que se han puesto no son suficientes."
Para Joan Subirats, "hay una gran confusión casi de ADN de la administración pública entre igualdad y homogeneidad, que cuando quieren tratar a la gente por igual lo hacen de manera homogénea". De ese modo, la calidad en la administración se relaciona con que trates a todo el mundo igual, "cuando la gente lo que pide en realidad es que le reconozcas en su ser distinto, reconociendo la diversidad, pero luchando por la igualdad. Algo que no es fácil con la heterogeneidad que ha estallado en el siglo XXI".
Cree Subirats que, por tanto, cuando se habla de eficacia y lucha contra la desigualdad hay que empezar a incorporar el reconocimiento a la diversidad como un elemento central, algo que está lejos de ocurrir en la actualidad. Según sus datos, en Barcelona, el 25% de los que van a los servicios sociales a pedir ayuda son trabajadores, porque su salario no llega para salir de la pobreza, así que incluso el trabajo ya ha dejado de ser un baremo de inclusión.
La vivienda es otro tema central, con la subida de los precios de los alquileres, y por la falta de política pública de vivienda, y también hay desigualdad en el ámbito de la salud. Según Subirats, "en el Metro, de la estación de Las corts a Atarazanas, se baja un año de esperanza de vida por parada, en un recorrido a 25 minutos a pie, y eso es un elemento de desigualdad clave".
Considera, eso sí, que "al menos se ha conseguido que no aumente la desigualdad desde 2015 y que en algo se haya mejorado, aunque la atribución del nexo de causalidad es muy discutible", así que no se atrevería a decir que ha sido gracias a Barcelona en Comù que haya ocurrido. Ahora se ha aplicado experimentalmente en un barrio de la ciudad el tema de la renta mínima, con un trabajo de análisis de esa población, a ver si sirve para resolver problemas de desigualdad.
Otra forma de desigualdad es la provocada por el éxito turístico de la ciudad, como es "la famosa gentrificación y empresas como AirBnb, que afectan muchísimo a las condiciones de la ciudad y sobre lo que el Estado se desentiende. La estructura competencial es muy complicada y no nos podemos escabullir porque los ayuntamientos son los que están al final en primera línea". Rita Maestre añade que también en Madrid las grandes empresas de servicios trastocan la vida de los municipios sin que las administraciones puedan hacer nada al respecto. El año pasado, por ejemplo, "llegó una empresa china que plantó sus bicicletas en la ciudad, intentó el negocio y no le funcionó, así que dejó la ciudad llena de bicicletas medio rotas". La empresa además no pidió licencia de ningún tipo, al igual que las de los patinetes eléctricos, que funcionan exactamente igual y eso es "un problema muy grave, porque es un uso despiadado del espacio público, aunque las competencias del ayuntamiento para enfrentarse a ello son muy pocas y el mercado va más rápido que la respuesta institucional". |