La Facultad de Educación ha estrenado este mes de noviembre una nueva señalización de sus instalaciones adaptada para personas con diversidad cognitiva. La novedosa señalización ha sido realizada por el Decanato del centro en colaboración con los estudiantes con diversidad intelectual del programa LICEO, que desde el pasado curso se imparte en la Facultad en colaboración con la asociación Achalay. Ellos son los que han elegido colores, pictogramas y los lugares adecuados para la señalización.
Como explica Esther Rodríguez Quintana, delegada del decano para Calidad, la idea de adaptar la señalización del centro en realidad responde a lo marcado por la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad, en la que se insta a los edificios públicos a favorecer la presencia en igualdad de condiciones de las personas con algún tipo de diversidad. No obstante, fue la puesta en marcha el pasado curso del programa LICEO en las instalaciones de la Facultad el detonante que aceleró este cambio de señalización.
El programa LICEO surge, según explica la profesora Esther Rodríguez, a través de alumnos egresados del Máster oficial en Educación Especial. En concreto, hablando con uno de ellos, David Tanarro, y con la asociación Achalay, con la que colabora, se planteó la posibilidad de dar una formación en la universidad dirigida a personas con discapacidad intelectual, "que es el tipo de discapacidad más discriminada de la sociedad actual, y que además tiene muy pocas oportunidades formativas". Surge así, LICEO, que, como explica el propio David Tanarro, coordinador del proyecto junto a Alberto Sánchez, "lo que pretendemos es dar formación a personas con discapacidad intelectual. Son dos años de duración. El primero con asignaturas más transversales, con el objetivo de que el segundo cada uno se especialice en uno de los tres itinerarios que ofrecemos: imagen y sonido, atención a la dependencia o marketing y relaciones públicas. Buscamos es dar una formación basada en los intereses y en la persona, y no tanto vinculada a la búsqueda de un empleo futuro".
Pese aún no constar dentro de la oferta de estudios de la UCM -se está estudiando, según comenta la profesora Rodríguez Quintana, su inclusión como curso de formación permanente o título propio ya para el próximo curso- LICEO comenzó a desarrollarse el pasado curso en las instalaciones de la Facultad con sus primeros cinco estudiantes. El problema fue que deambular por una Facultad arquitectónicamente tan compleja como la de Educación se convirtió pronto en un gran desafío para los cinco estudiantes.
"Hay ámbitos de adaptación como el físico -explica la delegada Esther Rodríguez, quien además es la coordinadora del Máster oficial en Educación Especial de la UCM-que tienen más percepción: se necesita una rampa porque hay escaleras... La adaptación cognitiva, en cambio, es más difícil de comprender. Ellos estaban muy perdidos por la Facultad. Para la deambulación influyen procesos perceptivos, la visión, lo sensorial; procesos cognitivos, con la memoria a corto plazo, a largo plazo, el procesamiento, y también procesos de interacción con el contexto: mantener la memoria de dónde he salido, a dónde voy y cómo llego. Esta es la parte en la que tienen más dificultad. Cuando intentan llegar de un sitio a otro y no tienen más información, no solo se paralizan sino también se estresan y lo pasan mal", concluye la profesora Rodríguez Quintana.
La situación se expuso al Decanato -"que estuvo encantado de que realizaremos esta mejora porque todo el mundo se pierde aquí, incluso las altas autoridades", señala con una sonrisa la delegada- y se comenzó a trabajar. "Lo que hicimos fue, con personas del máster, que han desarrollado su TFM, y el Decanato, que ha colaborado y ha pagado el coste, hablar con los chicos y proponerles que desarrollaran recorridos, ver qué limitaciones tenían, en qué momento se producen lo que se llama fracturas, para en ese momento colocar una ayuda, etcétera. También hemos trabajado también con Berta Brusilovsky, que es una arquitecta especialista en accesibilidad cognitiva", continúa explicando la delegada del decano para Calidad.
La Facultad de Educación tiene la dificultad de estar dividida en un edificio con cinco alas y otro edificio, que actúa de aulario (ala 6). La actual numeración de aulas y despachos sigue una estructura, que se mantiene, en la que el primer dígito indica la planta, el segundo el ala y los dos siguientes la puerta dentro de ese ala: Aula 2111: planta segunda, aula 1, despacho 11. Lo que se ha hecho es dar a cada ala un color y en la cartelería que se ha instalado en diferentes puntos de la Facultad -los puntos de ruptura indicados por los estudiantes del programa LICEO- los distintos servicios (biblioteca, puntos de información, reprografía, aseos...) están encuadrados con el color del ala en el que están ubicados. También se ha señalizado hacia dónde conduce cada salida del centro, si al Metro, al polideportivo, al aulario... "También hemos hablado con Metro porque ahora cuando se sale al andén no se sabe qué salida es la de la Facultad, y se han comprometido a adaptarlo también", informa la profesora Rodríguez.
Además, seguramente en próximo mes de diciembre, las paredes de cada ala serán pintadas a media altura con una línea con su respectivo color. "Los colores han sido elegidos por los propios estudiantes de LICEO, así como los pictogramas que se utilizan para identificar los distintos lugares y servicios; por ejemplo la señalización habitual de los baños la confunden con la de del ascensor; por lo que aquí el pictograma de los baños es un váter".
La nueva señalización -fue inaugurada oficialmente el 6 de noviembre en un acto en el que participó el delegado del Rector para Diversidad y Medio Ambiente, Esteban Sánchez- está siendo muy bien acogida, y como sucede siempre, al igual que cualquier otra adaptación sus beneficiarios son todos los usuarios. "Los conserjes ya nos dicen que muchas menos personas les preguntan dónde están los diferentes lugares, y también de algunos sitios que han quedado sin señalizar ya nos están pidiendo que lo hagamos", concluye Esther Rodríguez. "¿Los chicos?", se pregunta David Tanarro. "Ellos lo han vivido como un subidón... Encantados de ver su trabajo plasmado en algo real".