La Facultad de Psicología y la Academia de Psicología de España han organizado este 20 de noviembre, Día Universal del Niño, una mesa redonda sobre "La psicología ante los nuevos retos de la educación familiar y los derechos de la infancia". En ella, las profesoras complutenses María José Díaz Aguado y Rosario Martínez Arias, la representante de Save The Children Carmela del Moral, y el decano del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, Fernando Chacón, han presentado las conclusiones de varios trabajos e investigaciones sobre diversas problemáticas relacionadas con la infancia y las familias en la sociedad actual. Antes, han inaugurado la sesión el rector Carlos Andradas, la decana Nieves Rojo y el presidente de la Academia de Psicología de España, Helio Carpintero.
El rector Andradas ha recordado que es obligación de la universidad "plantear cuestiones que afectan a la sociedad y ofrecer posibles respuestas desde la independencia que da el método científico, el rigor y el estudio". En el caso de la educación familiar y los derechos de la infancia, según subrayó el rector, es especialmente transcendente su estudio y análisis, ya que estamos hablando de "los más vulnerables", en un momento en el que se están produciendo cambios muy profundos, que afectan al propio núcleo familiar, que en los últimos años se ha abierto a nuevas realidades como son las familias monoparentales o formadas por parejas del mismo sexo.
La familia, en crisis
Para el catedrático Helio Carpintero la familia "vive en nuestro tiempo una crisis profunda", como reflejan los 100.000 divorcios producidos el pasado año o el hecho de que el número de familias sin hijos se haya duplicado en los últimos 20 años, alcanzando ya los cinco millones. A su juicio, la actual tasa de 1,3 nacimientos por mujer debe preocupar a "políticos, sociólogos y psicólogos". A los primeros y a los segundos porque nos encamina a un país con mayoría de personas mayores, con lo que ello implica a nivel social y económico, y a los terceros, porque es misión suya analizar los "comportamientos, motivaciones o limitaciones" que llevan a las familias a tomar esta decisión de no tener hijos. "Los psicólogos debemos ayudar a dar un giro a esta situación", concluyó el presidente de la Academia de Psicología de España.
La catedrática María José Díaz Aguado tituló su breve presentación "La educación familiar como una responsabilidad compartida y las creencias sobre el mito maternal". Comenzó haciendo referencia al mismo dato ofrecido por Helio Carpintero. La media de hijos por mujer en España es de 1,3. A su juicio, lo más probable "es que quizá las mujeres sienten que la sociedad no les apoya" en esa tarea de hacerse cargo de más hijos.
De acuerdo con Díaz Aguado a las familias se les exige respecto a sus hijos tres cosas fundamentales: afecto incondicional, que les dé seguridad pero sin protegerles en exceso; atención continuada, que se vaya adaptando a las edades de las niñas y niños, y proporcionar límites y disciplina, pero sin caer en el autoritarismo y la negligencia. Realizar con éxito estas tres misiones no es, como reconoce la propia catedrática complutense de Investigación y Psicología en Educación, nada sencillo y menos aún en la actualidad. Por ello, incluso no sería nada descabellado que la propia Seguridad Social tuviese a disposición de los padres y madres psicólogos que pudiesen ayudarles en sus dudas y proporcionarles las habilidades necesarias para, por ejemplo, saber cómo facilitar a sus hijos experiencias que favorezcan su desarrollo, detectar sus necesidades, saber concienciarles de la necesidad de tener cierta disciplina...
El mito del instinto maternal
Históricamente la función de cuidar y educar a los hijos ha recaído en las mujeres. La excusa que se les dio fue "el mito de su instinto maternal", concepto que el filósofo Rousseau describió en su obra "El Emilio" y que ha guiado, aún sin leerlo en la mayoría de los casos, a las sociedades a dejar caer sobre las mujeres el peso del cuidado y primera educación de los hijos. También las propias mujeres han dejado crecer dentro de ellas, prácticamente desde la infancia, ese instinto maternal que, en muchas ocasiones, luego no se ha correspondido con lo sentido en el momento de cuidar a sus hijos. "Según los últimos estudios científicos -señaló María José Díaz Aguado- el 80 por ciento de las mujeres viven con sentimientos de tristeza y ansiedad en los meses posteriores al parto, y eso es, en parte, por los cambios hormonales que soportan, pero también por unas expectativas que no se han cumplido y que se han agravado al sentirse solas". El 15 por ciento de esos casos, según añadió la catedrática, derivan en cuadros de depresión postparto.
Necesidad de la responsabilidad compartida
Durante generaciones y generaciones los hombres se han sentido cómodos en esa división de tareas, que en el caso de la educación de los hijos se limitaba a "dar golpes en la mesa de vez en cuando". Pero desde hace ya mucho tiempo, como recordó Díaz Aguado, ha quedado claro que el apego, término que sustituye al "desafortunado" instinto maternal, no tiene condicionantes biológicos, y lo pueden desarrollar tanto hombres como mujeres. En este sentido, las leyes han ido avanzando, pero aún así es necesario que los hombres den un paso adelante en su aplicación real. Por ejemplo, de las 5 semanas transferibles de baja tras el nacimiento de un hijo que un miembro de la pareja puede dejar en beneficio del otro, tan sólo el 2% fue transferido de mujeres hacia hombres. "Si la responsabilidad es compartida, se construirán sociedades mejores, se contribuirá a un mayor apego entre todas los integrantes de la familia y, por tanto, se desarrollarán mejor esos tres objetivos de la familia a los que me referí al inicio", concluyó Díaz Aguado.
La profesora Rosario Martínez Arias, por su parte, dedicó su intervención a presentar las conclusiones del estudio que ha realizado, en colaboración con la propia María José Díaz Aguado, sobre la calidad de los vínculos familiares durante la adolescencia. "Al contrario de lo que muchos piensan, las conclusiones son optimistas y, en general, se puede afirmar que durante la adolescencia las relaciones entre padres e hijos son de calidad e incluso se estrechan".
La adolescencia no es para tanto
Para llegar a esta "visión optimista", la profesora Martínez Arias ha coordinado una investigación basada en una macroencuesta de más de 200 preguntas para los adolescentes y más de 80 para sus padres. "Conseguimos 5.422 casos completos y relacionados de padres e hijos", subrayó la profesora complutense. En las tres cuartas partes de esos casos los distintos elementos valorados han tenido unas puntuaciones muy altas. Así, por ejemplo, la nota media que los adolescentes ponen a su vida supera los 4 puntos sobre 5, y también los propios padres dan una nota similar cuando se les pregunta cómo creen que se sienten sus hijos. No obstante hay un poco menos de una cuarta parte que podría decirse que no está atravesando la adolescencia con tanta facilidad, y sobre el que habría que prestar una especial atención. También sería bueno, en este caso los padres, tener en cuenta que la mayor parte de sus hijos, más de un 42 por ciento, consideran que la educación que reciben en sus casas está basada en el "autoritarismo", por encima de un 33 por ciento, que dicen no tener normas que respetar, y un 24 por ciento, que consideran que las normas familiares se adoptan de manera democrática. "Los interesados pueden solicitarme una copia de los resultados completos de la investigación escribiéndome al mail rosmarti@ucm.es", concluyó la profesora Rosario Martínez Arias.
La lacra de los abusos sexuales en el entorno familiar
La tercera participante en la sesión fue Carmela del Moral, analista jurídica de Derechos de la Infancia de Save The Children, quien mostró la cara más desgarradora que pueden mostrar las familias: los abusos sexuales de menores en el entorno familiar. Las cifras asustan. De acuerdo con Del Moral, en 2007, según datos del Ministerio del Interior, 38.000 menores de 18 años denunciaron haber sufrido delitos. De ellos 4.211 eran de abusos sexuales. "Estimamos que esa cifra solo llega al 15 por ciento del total". Muchos de esos abusos se cometen en el entorno familiar y, sobre todo, los sufren las niñas. Los niños, en cambio, sufren la mayor parte de los abusos por parte de otras "figuras autoritarias de confianza", como pueden ser entrenadores, profesores... Contra esta lacra Save The Children apuesta por la prevención y, en concreto, por la generalización de la educación afectivo-sexual, que permita a niñas y niños saber qué comportamientos tanto en sus casas como en otros lugares son normales y cuáles no. También solicitan la promulgación cuanto antes de una Ley de Erradicación de la Violencia contra la Infancia.
Los hijos de familias homosexuales, como los demás
El último en hablar fue el decano del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, Fernando Chacón, quien se refirió a un estudio que él mismo dirigió hace ya más de una década, pero que tuvo un gran eco social. Se trató de una investigación que le encargó el entonces Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, a quien a su vez se la había encargado el presidente en ese momento de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón. Era el año 2005 y España debatía la aprobación de los matrimonios homosexuales. "Una de las últimas resistencias que ponían los que no querían que se llegara a la aprobación era los supuestos problemas psicológicos que arrastrarían los hijos de padres o madres homosexuales frente a los que vivían en familias tradicionales", explicó Chacón.
El estudio se realizó, si no en las mejores condiciones, dado que la muestra fue escasa -"aunque similar a las de otros estudios internacionales", puntualizó Chacón-, sí con las suficientes garantías metodológicas -"el punto más fuerte fue la existencia de dos grupos de control"- como para dejar claro que "no había diferencias significativas en ninguna variable, excepto en dos, entre los niños que vivían con padres homosexuales o madres lesbianas y los que vivían con familias tradicionales". Esas dos variables que sí divergían eran, lógicamente, una mayor aceptación de la homosexualidad y de flexibilidad en los roles de género.