Anthonhy Leggett, Premio Nobel de Física, ha sido el protagonista de la sesión del ciclo de conferencias Hablemos de Física, organizadas por la Facultad de Físicas en colaboración con la Fundación Ramón Areces y la Real Sociedad Española de Física. En la charla titulada ¿Qué es la superconductividad? ¿Para qué es buena?, Leggett repasó la historia de la superconductividad desde el experimento realizado en 1911 por el físico holandés Heike Kamerlingh Onnes y concluyó que para mediados de este siglo lo más probable es que existan superconductores que funcionen a temperatura ambiente, algo que está todavía lejos de ser una realidad. Hay que recordar que un material superconductor es aquel que conduce la corriente eléctrica sin resistencia ni pérdida de energía, pero una de sus desventajas es que para funcionar necesita muy bajas temperaturas.
El Nobel Anthony Leggett recuerda que los superconductores pueden mejorar la red eléctrica, ahorrando una enorme fracción de la corriente energética que en la actualidad se disipa en la transmisión. Contó Leggett que junto a la conducción sin resistencia de energía, los materiales superconductores se caracterizan además por ser capaces de levitar, algo que parece ciencia ficción, pero que demostró con un experimento grabado en vídeo que pudieron ver los asistentes al aula magna de la Facultad de Físicas.
Esas dos propiedades son independientes en los materiales superconductores, y Leggett asegura que la levitación no tiene que ver con una resistividad cero de los materiales superconductores, sino que es una consecuencia de la condensación de Bose-Einstein, "y aunque la explicación es sutil, cuando se da la levitación, el superconductor se comporta como un átomo gigante encerrado en una concha".
Explicó Legget que el principal problema a la hora de utilizar los superconductores a una escala industrial es que los materiales clásicos, "previos a 1986, funcionan en unos valores muy bajos de temperatura, en concreto -269 grados centígrados". Para alcanzar esas temperaturas de en torno a los -260 grados centígrados, los superconductores tienen que enfriarse con helio líquido o nitrógeno para poder funcionar, así que "aunque sea útil en aplicaciones como la magnetometría geofísica, su aplicación a gran escala está fuera de la posibilidad de la ciencia".
Desde 1987 han ido surgiendo otros materiales, entre ellos los conocidos como cupratos (compuestos de óxido de cobre) que trabajan a temperaturas algo más altas. Informa Leggett de que este tipo de superconductores tienen ya algunas aplicaciones como transformadores; cables piloto, de hasta un kilómetro de longitud, que ya están operativos; limitadores de fallos de corriente; distribución de energía eólica marina... Pero, de todos modos, "para que haya una transmisión de energía a gran escala hace falta reducir los costes de fabricación y de refrigeración e incrementar la corriente crítica, el campo magnético y la temperatura".
Leggett cree que en breve se podrá llegar a obtener superconductores que trabajen con temperaturas más cercanas a cero grados, que es la que se conoce en esta rama de la Física como temperatura ambiente. Eso permitiría, por ejemplo, transferir datos a una velocidad inimaginable y mandar energía por largos cables sin perder corriente de un extremo a otro.
Leggett considera que no hay una buena razón para que no se pueda conseguir esa superconductividad robusta a temperatura ambiente, aunque es consciente de que existen varios escollos, el primero de ellos es que todavía nadie sabe cómo funciona realmente la superconductividad de los cupratos. El Premio Nobel opina que para descubrir ese funcionamiento es esencial cambiar la perspectiva para encontrar un nuevo lugar desde dónde mirar y dónde buscar para entender ese fenómeno, porque "sin resolver las cuestiones teóricas fundamentales no podrá haber auténticas aplicaciones prácticas".