Años sesenta. Tony Vallelonga, más conocido como Tony Lip, es un italiano neoyorquino que trabaja como matón en un club nocturno. Cuando el local cierra para hacer reforma, tendrá que buscar un nuevo trabajo, algo que le llega en forma de chófer de un pianista negro decidido a llevar su música hasta los rincones más rancios del país.
Los actores Nick Vallelonga (hijo del auténtico Tony Lip) y Brian Hayes Currie, junto al director Peter Farrelly son los autores de este guion, que conjuga a la perfección la comedia con el drama terrible del racismo reaccionario y de la dificultad de encontrar la propia identidad. Entre los tres escriben esta road movie que cambia la vida de los personajes, tanto del italiano racista que jamás ha salido de la ciudad, como la del negro virtuoso que se siente por encima de los demás, pero al mismo tiempo tiene complejo de inferioridad.
El italo-americano descubrirá el placer de la buena música clásica, la emoción de los paisajes, la injusticia del sistema judicial americano, la hipocresía de los ricos que aplauden a un negro pero no le dejan comer con ellos, e incluso que detrás del color de la piel no existen diferencias entre los seres humanos con buen corazón.
El afro-americano descubrirá que el jazz y el blues son igual de emocionantes que Chopin, que tras la ignorancia se puede encontrar un corazón completamente noble, que la dignidad está muy por encima de lo que incluso él creía, que no pasa nada por comer con las manos y que sentarse en un trono es de las cosas más tristes que hay en el mundo mientras se pueda compartir una comida con colegas.
Por cierto, si te preguntas de dónde sale el título de la película, ya que así contada no parece tener nada que ver con un "Green Book", comentar que es el nombre de una guía de sitios infames para que se alojasen los negros en el sur de Estados Unidos, moteles ruinosos y lugares totalmente repugnantes, muy lejos de los grandes y caros hoteles. Es increíble pensar (para cualquiera con dos dedos de frente, claro) que de eso hace solamente unos cincuenta años.
Lo más sorprendente del filme, de todos modos, es que esté dirigido por Peter Farrelly, uno de los hermanos que han hecho de la comedia del despropósito su marca de la casa, con títulos como Dos tontos muy tontos, Algo pasa con Mary, Matrimonio compulsivo o Movie 43. Aquí Farrelly se aleja totalmente de ese estilo y es capaz de rodar una gran película que ha conseguido hacerse con el Oscar al mejor filme, por encima de duros competidores que parecían tener muchas más papeletas.
Viggo Mortensen y Mahershala Ali están magníficos en sus papeles, y aunque también era difícil que se llevasen el Oscar, Ali repitió tras el que se llevó en 2017 con Moonlight.