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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 25 de abril de 2024

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Ignacio Mártil: “La divulgación es algo totalmente necesario en nuestro mundo académico”

El 21 de diciembre, la Fnac Callao acogió la presentación del libro Microelectrónica. La historia de la mayor revolución silenciosa del siglo XX, publicada por Ediciones Complutense y escrita por Ignacio Mártil, catedrático del Departamento de Estructura de la Materia, Física Térmica y Electrónica. Al día siguiente de esa presentación, quedamos con él en su despacho de la Facultad de Físicas para que nos hable de esa revolución silenciosa.

 

¿De dónde surge la idea del libro, y del título?
Iba detrás de la idea de este libro desde hace unos cuatro o cinco años y me puse en serio a trabajar en ello hace un par de años. Cuando me puse a buscar un título quería reflejar en él dos conceptos: por una parte, de qué va el asunto, y por otra tratar de dar a entender que es algo muy significativo en el mundo en el que vivimos. Me pareció que este es un título que refleja perfectamente lo que la electrónica ha supuesto en nuestra vida cotidiana, porque es una revolución en el sentido de que ha modificado drásticamente nuestra vida y es silenciosa en el sentido de que ha ocurrido muy pausadamente, muy poco a poco en el tiempo, y no ha habido grandes noticias.


¿A qué se refiere exactamente?

Bueno, pues a que la electrónica no es algo que genere noticias espectaculares, aunque si tú comparas como es nuestra vida hoy en día y cómo era nuestra vida hace treinta años ves que es totalmente diferente. Es cierto que hacemos lo mismo, nos levantamos, desayunamos, nos vamos al trabajo..., pero los procedimientos y los medios de los que nos dotamos para hacerlo son completamente distintos, y todos dependen de la electrónica.


Habla de hace treinta años, que eso es antes de ayer, como si dijéramos.
Por supuesto, porque hace treinta años, por ejemplo, aunque ya existían los circuitos integrados, las aplicaciones concretas de esos circuitos eran muy particulares, muy específicas, y no estaban al alcance del ciudadano medio. En cambio, hoy en día llevamos todos encima circuitos integrados, porque nuestros teléfonos móviles funcionan con ellos. Sólo el hecho del teléfono móvil ya es una revolución muy significativa en nuestro modo de comunicación. A mí me sigue resultando asombroso que yo ahora cojo el móvil, marco nueve cifras y en un instante estoy hablando con alguien que esté en Australia. Esto lo tenemos asumido como algo de lo más normal y de lo más cotidiano, porque efectivamente lo es, pero si te pones a pensar en lo que significa y en la tecnología que hay detrás de todo esto, llegas a la conclusión de que es algo absolutamente revolucionario.


En su libro habla de los semiconductores, de diferentes tipos de transistores, del circuito cerrado, ¿hay alguno de esos avances que sea el más destacado para esa revolución de la microelectrónica o realmente es más una evolución de unos logros a otros?
Es más una evolución. No se puede entender lo que significa la electrónica a día de hoy sin entender un poco su historia, y esa también una de las ideas que yo quería recoger en este libro. Es decir, cómo la sinergia entre conocimientos que aportan químicos, físicos, ingenieros, informáticos... confluyen en esta rama de la Física y hacen posible esta maravilla es el circuito integrado. En él se integran miles y millones de transistores, así que son inseparables, no se puede hablar por una parte de los transistores y de los circuitos integrados por otra. Hay que hablar de todo en conjunto.


¿Es capaz de imaginar cómo sería un mundo sin circuitos integrados?
Volveríamos al mundo de 1960, porque el circuito integrado nació en 1958. Los que tenemos una cierta edad, aunque yo era muy pequeño todavía en 1960, si fuéramos capaces de recordar cómo era el mundo, pues así seguiría siendo. La televisión era una rareza en nuestra vida, el teléfono era algo en lo que había que mover una ruedita y cuando querías hablar, no digo ya con Australia, sino con Toledo, tenías que pedir aquello que se llamaba una conferencia en la cual hablabas con una operadora y te decían que dentro de 12 horas podrías conectar. Por ejemplo, en los viajes en coche, ibas por carretera y podías llegar a Francia mirando en unas guías que estaban peor o mejor editadas, mientras que hoy pones tu GPS en el navegador de tu coche, o en el móvil, y te lleva a donde te da la gana. Así que haríamos lo mismo que hoy en día, pero por procedimientos muy distintos.


Incluso esos coches de los que habla serían muy diferentes.

Claro, por supuesto, completamente distintos. Precisamente lo del coche es muy interesante relacionado con la evolución de los circuitos integrados. Parece que los circuitos integrados están saturando su evolución y se puede pensar que ya no van a ser mejores de aquí a cinco años, cuando en realidad van a ser drásticamente mejores. En el libro hago una comparación entre los vehículos de los años ochenta y los actuales, porque si uno piensa cuando viajaba en los años setenta con un Seat 600 y ahora con un Seat Ibiza, quizás la velocidad punta entre los dos no sea muy distinta, pero los coches no tienen nada que ver. Con los circuitos integrados de hace diez años y de los actuales, pasa algo muy parecido, porque no son mucho más rápidos de lo que eran hace diez años, pero su parecido y su concepción y sus potencialidades no tienen absolutamente nada que ver en todo lo demás.


Gran parte de esta revolución microlectrónica se sustenta sobre un material, que es el silicio. ¿Cree que será posible sustituirlo algún día?
Al silicio lo están enterrando desde hace treinta años, aproximadamente, pero sigue ahí. Es verdad que el silicio tiene propiedades que son relativamente mediocres, pero que aparezca un nuevo material en el Universo que sea capaz de hacer todo lo que hace el silicio, que sea capaz de mejorar lo que hace el silicio y que lo haga al mismo o menor corte que lo hace el silicio, hoy por hoy no lo vislumbro. Por descontado que la tecnología del silicio en algún momento se acabará, como todo, como la tecnología de los vehículos fósiles, y como se acabaron en su momento las máquinas de vapor, aunque a día de hoy yo no vislumbro ninguna alternativa.


¿Quizás será el grafeno?
Se habla mucho del grafeno y dicen que va a ser la maravilla del mundo, pero ahí seguimos con el grafeno y sigue sin despuntar. En los años ochenta se hablaba, en este empeño de enterrar al silicio, de que había un semiconductor que lo iba a sustituir, el arseniuro de galio. Treinta o cuarenta años después es cierto que ese semiconductor tiene un nicho tecnológico, pero si el silicio el año pasado facturó 400.000 millones de dólares, el arseniuro de galio facturó 7.000. Es decir, el arseniuro de galio iba a ser el semiconductor del futuro, y parece que siempre lo será, y con el grafeno, que también se dijo que era el material del futuro, me temo que seguirá siéndolo durante mucho tiempo. Hoy por hoy, con los datos y las exigencias del mercado no vislumbro otro material que el silicio. En el futuro, ya se verá.


En la revolución de la electrónica, ¿hay nombres de científicos reseñables?
La evolución de la microelectrónica y de la tecnología microelectrónica ha tenido, hasta principios de los años sesenta, nombres muy característicos de científicos que han actuado como verdadera punta de lanza, pero desde que el circuito integrado apareció en nuestras vidas, la tecnología microelectrónica se ha convertido en una de las grandes industrias del mundo, que mueve cientos de miles de empleos en el mundo y que ya no depende de grandes nombres, sino de la sinergia entre multitud de científicos, tecnólogos, ingenieros, químicos...


Ha comentado al principio que la idea del libro ya la tenía desde hace años. ¿Cómo contacta con Ediciones Complutense para que se lo publiquen?

Cuando empecé a escribirlo, una de las cosas que me rondaban la cabeza era saber dónde iba a publicarlo, porque editar un libro de divulgación no es nada sencillo y en este país menos todavía. Dio la casualidad de que Ediciones Complutense había renovado toda la línea editorial y había puesto en marcha una línea de Divulgación. Como yo soy muy activo en esos temas y tengo blogs en distintos medios de comunicación, alguien dio mi nombre y me contactaron. A raíz de ahí creamos un grupo de trabajo dentro del área de Ciencias para trabajar con estos libros y ahí vi una buena ocasión para que se publicara el libro. Las tiradas habituales de los libros de divulgación suelen estar en torno a los 300 ejemplares, pero como yo soy más o menos conocido en el mundo de la divulgación, con seguidores en las redes sociales, el director de la editorial consideró que había que hacer una apuesta un poco más arriesgada y la tirada es de 700 ejemplares.


¿Será útil para sus estudiantes de la Facultad?
Algunos de los contenidos de este libro se los cuento yo ya en clase, porque a mí me gusta que mis estudiantes tengan claro que lo que aprenden en las clases no es una ciencia infusa que ha aparecido ayer. Me gusta que conozcan los orígenes, que conozcan la Historia y cada vez que cuento estas cosas les coloco cuñas históricas para que tengan conciencia de dónde viene todo esto y tengan conciencia de su importancia. En general a los estudiantes les gusta mucho que les hables de "batallitas", porque lo reciben muy bien, sobre todo con unos estudiantes tan fantásticos como los que yo tengo. Doy clase en un grado de Ingeniería Electrónica, en otro grado de Física y en un máster, y la verdad es que estoy profundamente agradecido a todos ellos porque son una gente excepcional, trabajan un montón, se curran todos los contenidos muchísimo y yo no tengo más que buenas palabras para ellos.


¿Está pensando ya en una segunda parte?
En una segunda parte no, pero sí en un segundo libro, que será limítrofe con este, pero no sobre historia de la microelectrónica, sino que tendrá que ver con energía solar. Y será igualmente divulgativo, porque creo que la divulgación es algo totalmente necesario en nuestro mundo académico. Cuando uno ve las encuestas que se le hacen a los ciudadanos sobre la opinión que tienen sobre los distintos colectivos profesionales, los científicos salimos muy bien valorados, pero cuando se trata de averiguar qué es lo que hacen los científicos el desconocimiento social es absoluto y parte de culpa de que ocurra así la tenemos nosotros, por múltiples factores. El primero es que los científicos tenemos una cierta tendencia a pensar que lo que nosotros hacemos es estupendo y lo que hacen los demás no vale para nada, y eso no ayuda. Lo segundo es que nuestro lenguaje es muy específico, así que si queremos transmitir nuestro trabajo empleando nuestro lenguaje, eso tampoco ayuda, y por lo tanto hay que hacer un esfuerzo para trasladarlo a otras palabras, que es lo que yo he tratado de hacer en este libro. Hay que dejar claro, que no somos los únicos responsables de todo esto, también hay mucha responsabilidad por parte de la sociedad en la que vivimos, de la inmediatez... El trabajo científico es un trabajo a largo plazo, es como el rumiar porque las ideas tardan en cristalizar, tardan en progresar, tardan en trasladarse a productos concretos y el mundo en el que vivimos es el mundo de Twitter.


¿Le cuesta mucho pasar del lenguaje de un paper a un lenguaje más divulgativo?

Ahora que ya llevo cinco años haciendo esto me cuesta menos, pero todavía hay ideas que me cuestan bastante. Por ejemplo, en este libro hay un capítulo que trata de un dispositivo sobre el que hablo en mis clases desde hace muchos años, el transistor de efecto de campo, pero cuando me puse a escribir para ponerlo en otro lenguaje me costó muchísimo. Las primeras versiones del capítulo se las di a leer a mi compañera de Departamento María Luisa Lucía Mulas, y también a mi hijo que estudia tercero aquí en Físicas, y a una amiga psicóloga para que me dieran feedback. También envié un capítulo completo al director de la editorial, que es filólogo, así que pensé que si pasaba ese filtro, sería entendible por un lector de cualquier disciplina.

Ignacio MártilMaría Luisa Lucía Mulas, del Departamento de Estructura de la Materia, Física Térmica y Electrónica; Emilio Lora-Tamayo, uno de los padres de la microelectrónica en España; Luis Hernández Yáñez, vicerrector de Tecnologías de la Información; Antonio López Fonseca, director de Ediciones Complutense, e Ignacio Mártil, durante la presentación del libro en la Fnac Callao
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