María Nagore, vicerrectora de Extensión Universitaria, Cultura y Deporte, ha inaugurado, el 28 de marzo en el c arte c, la exposición "I want to know now", tercera y última de las muestras del curso 2018-2019 del programa Conexiones. Nagore explica que este proyecto está dirigido a la presentación de proyectos de comisariado de tema libre, pero en los que se valora de manera muy positiva que incluyan nuevas tecnologías y un diálogo con el patrimonio de la UCM. Las dos comisarias de la muestra, Johanna Caplliure y Amanda Moreno, agradecen esta oportunidad que se les ha dado de apoyar a "jóvenes artistas que están en contacto con lo que ocurre en la actualidad", y tras dar las gracias también a los propios artistas y a la Complutense, explican que esta exposición "está pensada para este espacio concreto, con la vista puesta en las colecciones y los objetivos de las diferentes facultades de la UCM".
La visita a la muestra comienza con launa instalación de Lorenzo Sandoval, que habla de la "variación de los conceptos a lo largo de la Historia". El propio artista aclara que sus piezas se refieren a la relación del mundo mesopotámico y de los quipus americanos con la aritmética y con la computación. De ese modo, rompe la previsible y tópica idea de la computación como algo meramente occidental y busca otras genealogías posibles, ancladas en el mundo árabe o en esos quipus, "que quizás utilizaban un código binario para contar historias".
De acuerdo con Sandoval, su obra también tiene una gran relación con la estética, a muchos niveles, ya que "hay una serie que formas que han sobrevivido a lo largo del tiempo, como las de la Alhambra o la de los azulejos de Talavera de la Reina, basados en telas de Flandes", pero también se analiza esa estética de la mano de la tecnología".
Johanna Caplliure considera que la estética sin discurso no es tal estética, "es solamente belleza, que es un concepto que se quedó en la Grecia clásica". Un ejemplo de lo contrario es también la obra de Carlos Saéz, un artista, que de acuerdo con Amanda Moreno, "tiene una gran trayectoria dentro del campo tecnológico y cuyo arte ahora ha tomado una forma material, ya que él mismo piensa que la forma digital también tiene un cuerpo".
Sus piezas, que están hechas a partir de restos de coches, "incluyen resinas que recuerdan que el poder de la tecnología ha devenido en piezas fetiche en la modernidad".
Julie Béna, a través del personaje mitológico de Tiresias, presenta una obra con tres episodios que indaga sobre conceptos como la intersexualidad y la intertextualidad que ofrecen plataformas como Wikipedia. Frente a ese vídeo, estudiantes de Bellas Artes, han dibujado una especie de retícula en la pared, que "encaja también con una línea importante en todos estos artistas que es el discurso del Antropoceno", esta época histórica marcada por la influencia masiva del hombre sobre nuestro entorno.
El artista Enrique Radigales utiliza materiales extraídos directamente de la naturaleza e intervenidos para crear unas especies de cuerpos con patitas muy finas, trayéndonos ecos de Friedrich Jürgenson, el descubridor accidental de las psicofonías.
Elena Bajo es una activista ecologista, y eso se refleja en sus obras que imitan bloques de hormigón en los que han quedado atrapadas bolsas de plástico. También incluye la exposición un vídeo de esta artista que reflexiona sobre cómo ha ido evolucionando la industria y el capital, y de cómo se ha perdido el contacto con la naturaleza.
Un sonido persistente que se puede escuchar por toda la sala forma parte de la obra de Serafín Álvarez, quien proyecta un largo vídeo, de más de 40 minutos, en el que una masa informe se va convirtiendo en objetos de obras de ficción, que van desde el armario de Narnia al DeLorean de Regreso al futuro, el anillo de la obra de Tolkien, los zapatos de Dorothy o el avión de Perdidos.
El último paso en la muestra es un vídeo de la artista de origen californiano Shana Moulton, quien ha desarrollado un personaje, conocido ya en el mundo del arte, que se encuentra imbuido en un mar de contradicciones.
Caplliure y Moreno reconocen que podrían haber elegido a muchos más que a estos siete artistas, pero que los que están en este recorrido son los que querían que estuviesen. Los visitantes no podrán conocer a los creadores por cartelas anejas a sus obras, simplemente porque no existen, y es que las comisarias opinan que esas están hechas simplemente para profesionales, y en este caso las han sustituido por una hoja de sala que incluye un pequeño texto y una especie de mapa para que el espectador se organice su propia visita.