El salón de actos de la Facultad de Ciencias de la Información ha sido el lugar elegido por Documenta para presentar la decimosexta edición de este Festival Internacional de Cine Documental. María Nagore, vicerrectora de Cultura y Extensión Universitaria, ha recordado que la Complutense, y en concreto esta Facultad, siempre ha estado muy implicada con el mundo audiovisual y de hecho "en este mismo salón de actos pasan muchas cosas a lo largo del año, que lo colocan muy en el centro de la oferta cultural de la ciudad de Madrid". Además de la inauguración, la UCM, junto al Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes, acogerán el ciclo Escenarios de guerra, que se celebra entre el 9 y el 19 de abril, donde se mostrarán filmes como Let There Be Light (EEUU, 1946) de John Huston, hasta Still Recording (Siria, 2018), un testimonio sobre la urgencia de plasmar el horror en imágenes que se llevó el Premio del Público en la Mostra de Venecia, o Sbrenka (Croacia, 2018), película de Nebojša Slijepčević, que aborda la re-escenificación de un crimen de guerra con el fin de aliviar su trauma.
David Varela, codirector de Documenta, también considera que "hay que estar aquí, en la universidad, formar parte de la comunidad académica y de ese trío de creación, debate y reflexión, que es necesario que se establezca como dinámica". Invitó además al alumnado, profesorado y a cualquier miembro del mundo académico a acudir a cualquiera de las salas que se reparten por toda la ciudad. Reconoce Varela que el ciclo que se celebra en la UCM "pretende ser una especie de camino para que el público se introduzca de lleno en el Festival".
El disparadero de salida de este ciclo ha sido el filme Of fathers and sons, nominada al Oscar al Mejor Largometraje Documental en 2019 y que ya obtuvo la Mención especial del Jurado del 15ª Festival DocumentaMadrid. En esa película el director Talal Derki se instala en la casa de Abu Osama, miembro de Al-Qaeda en Siria y desde allí graba "un perturbador retrato de un padre de familia que cada día educa a sus ocho hijos en la fe talibán".
Sobre el terreno
Antes de la proyección inaugural, varios profesionales hablaron de su propia experiencia en lugares de conflicto. Esther Rebollo, directora de Internacional de la agencia EFE, informó de que tienen delegaciones por todo el mundo con "periodistas, fotógrafos, chóferes, camarógrafos, señoras de la limpieza... que son una base de ayuda fundamental y hay que agradecer siempre el apoyo de la multitud de personas que les rodean, sobre todo en escenarios de conflicto".
Admite que el suyo no es un trabajo fácil "ya que los medios grandes están sometidos a la presión de los presupuestos, así que hay que poner el foco en momentos y lugares determinados. El problema es que casi todos los medios miran al mismo lugar yendo a aquellos lugares donde les manda la actualidad del momento. Las agencias tienen que estar allí, en Argelia, Sudán, Siria, Venezuela...". Reconoce que les gustaría tener más presupuestos para mejorar la protección y la seguridad de sus trabajadores y en eso su experiencia previa sobre el terreno le permite "tomar decisiones con seguridad o, al menos, pelearlas".
Manu Brabo, fotoperiodista independiente, recuerda cuando le secuestraron casi durante cuarenta días en Libia, lo que le llevó a tener una empatía mucho más cercana a las personas que retrata. Asegura que "es muy difícil empatizar con gente que sufre las tragedias a las que muy pocos estamos acostumbrados y es muy difícil hablar de esas tragedias cuando uno está al margen". Por eso, "cuando a uno le pegan una paliza y le meten en la cárcel empiezas a entender qué es realmente tener miedo", y eso le ha servido quizás para mover su fotografía de otra manera.
En cuanto a cómo realizar su trabajo, añade que "uno al final siempre guarda las distancias suficientes como para que no acabe machacándote, pero no sale gratis, cada cobertura es una piedra más en la mochila. Una mochila que está ahí para siempre, y lo único que hay que aprender es cómo llevarla para que pese menos". Cuenta Brabo que cuando está en algún país piensa sólo en hacer su trabajo, que implica empatía, pero también la frialdad suficiente como para esperar los peores momentos, y ahí "no te tiene que temblar el pulso, luego ya te acostarás con tus fantasmas".
De manera muy gráfica explica que "los fotógrafos van en bragas, con un chaleco y un casco que les facilita Reporteros Sin Fronteras". El seguro y el avión se lo pagan ellos y para que muchos de ellos obtengan beneficios recortan en un hotel más barato, una comida peor, un peor coche, un conductor peor... "Al final de las tres semanas estás reventado con unas condiciones físicas y mentales que van en contra de su propia seguridad", a lo que hay que añadir que hay medios "que ponen en peligro las vidas de sus profesionales por dar primicias".
De la Guerra Mundial a nuestro país
Guillermo Altares, director del suplemento Ideas de El País, analiza que la Primera Guerra Mundial fue la última con muchos animales, con cargas a caballo, pero a pesar de eso la guerra ha cambiado muy poco vista sobre el terreno, eso sí, por arriba con los drones sí se ve un enorme cambio. Ahora, de hecho, "hay un gran debate sobre los robots que tienen la decisión y capacidad de matar de manera autónoma, y ya hay una gran campaña internacional para que se prohíban".
Frente a ese futuro Altares viaja a la guerra civil española y considera que "hay un problema fundamental e intolerable en España que son las fosas comunes, porque somos el segundo país del mundo en número de fosas y eso no tiene nombre, y lo peor es que no ningún gobierno haya dado el dinero suficiente para identificar a los muertos y enterrarlos decentemente". De todos modos, opina que "desde que empieza la transición se reconocieron muchos derechos a las víctimas del franquismo, como las pensiones para los militares republicanos. Estamos más cerca de la verdad que lo parece, aunque haya una parte de la sociedad que se niegue a reconocerlo".
El problema, para Altares, está en que "la recuperación actual de un discurso ahistórico sobre lo ocurrido en la guerra civil es un paso para atrás, pero está ocurriendo prácticamente igual en otras muchas partes de Europa. No es un mal español, aunque es repugnante que un ciudadano como Billy el Niño pueda pasearse con impunidad por las calles".
La importancia de contarlo
Laura Moreno, de Médicos Sin Fronteras, considera que el periodismo es fundamental, e incluso que "MSF se fundó con periodistas y médicos, yendo de la mano en la labor de la salud y del testimonio". Moreno añade que una de las cosas más importantes para sanar comunidades es informar de lo que ha pasado, como en "Congo y México, lugares donde la violencia está enquistada y se reproduce de manera exponencial, y eso hace que muchas veces se pierda la propia cultura, apareciendo nuevas alternativas como la del narcotráfico o meterse en grupos militares".
Cuenta Moreno la anécdota de una escuela mexicana, a través del dibujo para rescatar la identidad de los pueblos, donde los niños le decían que de mayores querían ser sicarios. Tiene claro que "la base de la reparación psicológica es tratar de dar una resignificación al dolor, que se cuente y que sirva para dar testimonio".
Frente a eso, "ahora hay muchos conflictos que no están bien definidos, porque permean en todas las capas y todas las personas son víctimas y victimarios, con lo que se rompe la sensación de que las personas pueden tener un control sobre su vida, y si no se puede armar ni siquiera una idea de contra qué se están enfrentando eso es un caos absoluto".
La desinformación
Esther Rebollo opina que a eso se une que ahora "estamos en la era de la desinformación porque hay herramientas que la distribuyen mucho más y más rápido y probablemente la guerra del futuro pasa por el manejo de la información y ya se irán viendo las consecuencias, aunque irán probablemente a unos escenarios que se desconocen".
Coincide con la representante de MSF en que en el mundo actual, las guerras convencionales a veces son muy sutiles y "hay espacios donde oficialmente acaban las guerras, pero no pasa realmente así, y también hay otros lugares del mundo donde nunca se declara la guerra, como en México, engañándonos a nosotros mismos. Por ahí irán las guerras del futuro, que nos harán creer que vivimos en paz, aunque no estemos pacificados".
En cuanto a la desinformación la periodista de EFE habla de Venezuela, porque "una cosa es lo que los medios internacionales están empeñados en contar, y otra lo que pasa allí día a día. No falta razón en lo que se cuenta, pero los matices son muy grandes. Por ejemplo, Venezuela no tiene un problema de abastecimiento, los supermercados están llenos, pero sí hay un problema de superinflación, de falta de dinero en las calles".
Para Manu Brabo, "una guerra es simplemente gente que se mata, y es así desde la guerra de Troya". Lo que le asusta es ver cómo el volumen de información que sale de cualquier fuente a miles de kilómetros lleva a decidir que alguien es un referente para informar sobre un conflicto. Es decir, "el lector recibe la información que corrobora lo que está pensando, como que Asad es de izquierdas y no ha matado a nadie o que Putin está todavía en la Perestroika...". De acuerdo con el fotógrafo esto no invita a la acción social del ciudadano, y "sólo beneficia a aquellos que quieren que la guerra siga siendo guerra durante muchísimos años".
El también fotógrafo Chema Conesa, coincide en que el mayor problema actual es el de la desinformación y "esa es una pirámide que está en marcha, ya que gran parte de los periodistas manejan la información con voluntades diferentes, sabiendo que las sociedades bien alimentadas son sociedades bien satisfechas que tienden a no ver los problemas". Para Conesa, "la tecnología digital es poder y control".
Conesa, comisario ahora de la exposición Creadores de conciencia que se puede ver hasta el 28 de abril en el Círculo de Bellas Artes, organizada por Reporteros Sin Fronteras, recuerda que ahora se conmemoran los 16 años del asesinato de José Couso en Bagdad, lo que fue un ejemplo paradigmático del riesgo y la indefensión a la que se ven expuestos periodistas fuera de nuestras fronteras.
El conferenciante piensa que "no ha cambiado nada y la gran diferencia es que ahora los periódicos son cada vez más impotentes a nivel de estructura empresarial y los fotoperiodistas van jugándose su posibilidad de ganar algo de dinero, si venden algo, y luego que se fijen en ellos algunas de las grandes agencias internacionales o al menos en España esa es la realidad del fotoperiodismo".
Dos ejemplos
Francisco Marise, director de Para la guerra, película que compite en el Festival, y que ya se estrenó en el Festival de San Sebastián, habla de su filme que cuenta con un protagonista que es un ex combatiente cubano en Angola, Nicaragua, siempre en la selva, cuerpo a cuerpo, como fuerzas especiales...
Cuenta Marise que comenzó a estudiar cine documental en Cuba, y a los tres meses, caminando por un pueblo de 800 habitantes, un vecino le invitó a su casa a tomar ron. Allí, en la tele, echaban Pearl Harbour a todo volumen y Andrés, el cubano, le gritaba a los soldados lo que tenían que hacer para ganar la batalla. A partir de ahí el director pasó mucho tiempo con él, "aprendiendo, divirtiéndose, jugando a la guerra, y era hermoso viéndole moverse", pero cuando vio el material empezó a sentir que con esos juegos exploraba su memoria, una memoria que estaba en su propio cuerpo.
Asegura Marise que "en Cuba levantas una piedra y aparece un excombatiente, porque Angola para ellos es como el Vietnam para los yanquis y Andrés sigue siendo un soldado para toda la vida aunque no le gusten las guerras y todo lo que hace, hasta comprar el pan, se convierte en una supermisión".
Otro de los filmes en competición habla de los falsos positivos en Colombia. Rebollo informa de que "un positivo es el nombre que dan los militares a guerrilleros caídos en combate". Al parecer al inicio del gobierno de Álvaro Uribe se puso en marcha una campaña de incentivos a los miembros de las fuerzas armadas que presentasen muestras de esos caídos y allí comenzó la aberración de los falsos positivos.
Según Rebollo, "en las barriadas de infraviviendas en las afueras de Bogotá se captaba a jóvenes a los que trasladaban a otros puntos del país, los mataban, les ponían trajes de guerrilleros y se convertían en falsos positivos. Tan acostumbrados a la impunidad no midieron las consecuencias, y comenzó el movimiento de las Madres de Soacha, cuando una mujer vio a su hijo, mayor de edad, que tenía una deficiencia mental y parálisis de la mitad de su cuerpo, al que habían asesinado para presentar como un guerrillero". Aquello generó una denuncia, pero también persecución contra esas mujeres. El conflicto sigue vigente y ha habido unas sentencias mínimas para los más de 10.000 casos cifrados.
Explica la responsable de EFE que "en Colombia el narcotráfico nunca fue el causante del conflicto. El origen viene por problemas mucho más simples como la tenencia de la tierra, el abuso, la falta de oportunidades, el no haber tenido nunca una reforma agraria y el narcotráfico se convierte en el motor de la guerra que la ha financiado y de eso se han beneficiado y enriquecido absolutamente todos los actores armados".
Y eso y mucho más, como asegura Cristóbal Fernández, vicedecano de Estudiantes y Comunicación de la Facultad, se podrá ver hasta el 19 de abril en este centro que se ha convertido en "una referencia en los campos de comunicación desde hace ya casi 50 años".