El ciclo Agenda 2030, del discurso a la política, organizado por Encuentros Complutense, ha celebrado este 9 de abril, en la Biblioteca Histórica la conferencia Ética, ciudad y comunidad. En ella, los tres conferenciantes invitados han hablado de cómo se pueden estructurar las ciudades para que se conviertan en ciudades de cuidados, entendiendo cuidar como "reconocer en el otro su dignidad y su diferencia". María Ángeles Durán, catedrática de Sociología de la UCM, cuestionó el grado de influencia real qué pueden tener los políticos municipales sobre las vidas de los ciudadanos, a lo que Javier Barbero, delegado del área de Gobierno, Seguridad y Emergencia del Ayuntamiento de Madrid, reconoce que "hay cosas que no son competencia de los ayuntamientos, pero sí son incumbencia, así que sí se puede cambiar la vida de los ciudadanos desde la política municipal".
Margarita Barañano, directora del Departamento de Sociología Aplicada de la Complutense, opina que "la ciudad es un espacio privilegiado para la vida, para la reproducción social, para los cuidados... En general para toda la vida cotidiana de las poblaciones que cada vez se agrupan más en las grandes ciudades, donde se da un consumo colectivo, ya que en las ciudades esa vida cotidiana nos convierte en personas integradas, trabajadores y ciudadanos".
Además de eso, "la ciudad es un espacio fundamental de debate entre la ética de los cuidados y la ética del capitalismo". Según Barañano, la ciudad es el escenario por excelencia del individuo moderno, que no sólo vive aislado, sino que también forma parte de comunidades, ya que habitamos en hogares y territorios conectados a flujos globales, "algo que sucede sobre todo en Europa del sur, y en concreto en lugares como España y en ciudades como Madrid".
De acuerdo con ella, vivimos en un sistema muy familista, donde la red de parentesco sigue siendo intensa y donde en buena parte recibimos cuidados, bienes y servicios. Reconoce Barañano que "ha habido un importante aumento de las contribuciones de la esfera de lo público a la mejora de todos los derechos, pero hay poca cobertura pública en la vivienda y en los cuidados, que hoy son aspectos desmercantilizados o mercancía, más que un derecho social básico como se refiere en nuestra Constitución".
En nuestro país hay baja movilidad residencial y de hogares, y "por ejemplo, la preferencia con respecto a la vivienda es la cercanía a la familia, mucho menos que la cercanía al lugar de trabajo". Esa idea de proximidad, de arraigo residencial tan marcada en la Europa del sur, crece todavía más en barrios desfavorecidos y vulnerables, ya que "hay barrios donde mucha gente casi ni sale y el barrio sólo se vacía cuando la gente fallece".
Ciudad de los cuidados
"En este sistema de arraigo territorial tan fuerte en ciudades como Madrid, donde las proximidades físicas y virtuales se intercalan de manera muy estrecha, se puede ir a una crisis o a una ciudad de los cuidados, eso es lo que está en debate", concluye Barañano.
El representante del ayuntamiento de Madrid, Javier Barbero, asegura que esa propia crisis de los cuidados tiene que ver con problemas como los desahucios, e incluso del descuido de nuestras relaciones con la naturaleza. Según él, cuando se plantearon el modelo de ciudad, miraron "cómo es la vida de los barrios del día a día, no sólo para el que la visita y trabaja, sino para que el vive y convive".
Considera Barbero que de la época de la modernidad se trajo un pacto social que ha intentado generar "un estado del bienestar, que es la ética de la justicia, buscando lo universal, pero eso ya es insuficiente y hay que complementarlo con una ética del cuidado, donde hay que incluir la responsabilidad, lo particular y lo concreto, el respeto a la diversidad y la relación, más allá de la razón, porque los bienestares de las personas están vinculados a esas relaciones". Aclara Barbero que cuidar es "reconocer en el otro su dignidad y su diferencia".
Para que eso sea posible, hay que "facilitar condiciones básicas, como buscar alternativas habitacionales, hay que ver cómo nos movemos, cómo protegemos a los más vulnerables, cómo se lucha contra la pobreza energética, cómo se acaba con las exclusiones sanitarias... Además hay que atender adecuadamente a los malestares de la vida cotidiana, lo que tiene que ver con el proceso de duelo, las transiciones en etapas vitales, trabajar la economía de los cuidados...". Es decir, que para que las sociedades se puedan sostener hay que generar comunidades potentes que puedan darse apoyo mutuo, ya que "la comunidad genera vínculos afectivos".
El poder de los ayuntamientos
María Ángeles Durán, catedrática de Sociología de la UCM, confiesa que se sintió un poco desconcertada cuando la invitaron a esta ponencia y que buscó en Internet la palabra ética. Como es lógico encontró muchas definiciones distintas pero se quedó con la idea de que la ética es lo que trata el bien y el mal. Consciente de que eso es algo muy abstracto y muy lejos de la política de cada día, eso le llevó a preguntarse cuáles serían los temas que podrían hacerse desde una ciudad desde esa perspectiva del bien y del mal.
De esa reflexión le surgieron muchas preguntas: ¿Qué grado de influencia real tienen los políticos a nivel local? Si pensamos en las ciudades grandes, en el objetivo de la igualdad, ¿qué procedimientos puede utilizar una ciudad para conseguir más igualdad? ¿cómo puede cambiar una estructura económica cuando asistimos a movimientos globales del capital? ¿Cómo se puede promover el aumento de la natalidad, por ejemplo? ¿Qué puede hacer un alcalde con el tema de la inmigración? ¿Los servicios públicos no se desbordarían con una inmigración sin límites? Y en cuanto a "la libertad de despedirse, que es otro de los grandes temas, y sobre todo en una sociedad como la española que envejece. ¿Pueden las ciudades ofrecer algo que no le ofrezca el Estado?".
Javier Barbero, en representación del ayuntamiento madrileño, opina que "en una política municipal hay que evitar la omnipotencia y la indefensión diciendo que no podemos hacer nada por problemas administrativos". Por ejemplo, el ayuntamiento con sus servicios de emergencia ayuda y da apoyo a personas que son vecinas y vecinos de Madrid aunque no tengan papeles, es decir "hay incumbencia con todas las personas que habitan en esta ciudad".
Reconoce que como ayuntamiento no tienen responsabilidades en sanidad, pero sí que se pueden hacer cosas para facilitar la vida y la despedida de las personas, porque "hay cosas que no son competencia, pero sí son incumbencia, así que sí se puede cambiar la vida de los ciudadanos aunque hay que saber que muchas veces se estará en situaciones límites".
Durán considera que, por ejemplo, la inmensa mayoría de las familias españolas no pueden pagar una enfermedad larga, "y no se sabe quién lo va a pagar, a no ser que sea el cuidatoriado, que es un término que engloba a aquellas personas que se llevan la parte peor del contrato social, porque son esencialmente mujeres de edad intermedia o mayor con jornadas dedicadas al cuidado que no aceptaría ningún convenio colectivo. En algunas comunidades autónomas les dan 387 euros sin seguridad social, lo que las condena a la pobreza en unos años".
Bromeó la catedrática con que "el cuidado, al final de la vida, posiciona muy bien a los ciudadanos españoles varones, porque no enferman tanto, se mueren antes, y porque han aprendido a casarse con una mujer bastante joven, así que ella será su cuidadora gratuita, mientras que la mayor parte de las mujeres están solas y no tienen quien les cuide, ni tampoco tienen pensiones y unos episodios mórbidos más graves que en los varones".
Concluyó la profesora complutense asegurando que "es un problema ético el de la malísima distribución del cuidado, porque no todo está dentro de las mercancías, y hay que poner la ética y la economía del cuidado en primer lugar, incluso en los programas electorales".