Nuestra sociedad pasa por momentos conflictivos, con el auge de la globalización neoliberal, el resurgimiento de la extrema derecha y, sobre todo, con la aceleración sin freno del cambio climático. Frente a esos graves problemas hay diferentes soluciones, algunas de ellas pasan por la inacción, otras por la revuelta y otras, justo en medio, optan por una revolución tranquila. Ese es el título del último libro del economista Bruno Estrada, que se ha presentado en la tarde del 5 de junio en la Biblioteca Histórica, dentro de las actividades programadas por Encuentros Complutense. La directora de publico.es y moderadora de la presentación, Ana Pardo de Vera, asegura que "La revolución tranquila es una apasionada defensa de la democracia desde el socialismo, aunque no es fácil saber cómo se puede hacer una revolución tranquila en tiempos tan exaltados como los actuales".
El propio Bruno Estrada reconoce que "uno cada vez es más humilde en las cosas que se plantea" y además considera que los cambios profundos se producen no con revoluciones impulsivas sino con procesos lentos. Un ejemplo de ello son "los niveles de valores de muchos países ex comunistas, que son mucho más retrógrados que en sociedades capitalistas". De hecho ese fue uno de los elementos de reflexión que le llevó a escribir este libro. El otro fue el proceso de repensar el sindicato CCOO, al que pertenece, y que comenzó hace ya unos tres años.Añade además que "cuando una persona escribe un libro de reflexión y de ideas, lo que hace es un proceso de repensarse muchas cosas y de construirse a sí mismo". Él se ha repensado en varios aspectos, el primero de ellos como militante de "la izquierda, que muchas veces se ha confundido a la hora de separar libertad e igualdad en lugar de ponerlo concatenados".
El segundo espacio en el que ha intentado deconstruirse es el de economista. Explica que su trabajo en el sindicato le ha servido para "repensar la economía desde la democracia, no desde los puntos de vista de los accionistas, de los latifundistas del capital, como se enseña en los centros educativos".
El tercer y último espacio de deconstrucción ha sido su vinculación sindical, porque "en las sociedades desarrolladas el trabajo digno es lo normal, y deja de ser algo importante para la gente ya que tienen espacio para hacer otras cosas en su vida, de tal modo que los espacios personales pasan a ser espacios de libertad, como los cantos libres de los pájaros, los que no tienen ninguna funcionalidad". Tiene claro Estrada, que una vez que tienes unas necesidades básicas cubiertas hay un espacio con diferentes prioridades, más allá de términos competitivos.
Puntos de dolor
José Félix Tezanos, presidente del CIS, opina que este es un libro muy interesante que además no está construido con demasiado aparato académico y en sus capítulos "traza un panorama actual desde un punto de vista bastante lúcido y a partir de ahí deja en manos de nuestros pensamientos lo que debemos hacer". Es un libro que cuenta con "un cierto hilo conductor que permite hacer un diagnóstico de cuáles son los puntos de dolor de nuestro sistema".
Un sistema que cambió tras la crisis del petróleo de finales de los setenta, que trastocó el paradigma económico en el que se vivía, y "ahora estamos en los resultados de aquel cambio que nos ha llevado a este punto que es enormemente peligroso, aunque no seamos somos conscientes de lo que está ocurriendo en la humanidad".
Cita Tezanos el último libro de Emilio Muñoz, La crisis de la sociedad actual y los riesgos de la involución, en el que presenta esa hipótesis de la involución humana, porque "estamos en esa encrucijada, la de la revolución tecnológica, que crea mucha riqueza, pero falla en el sistema de distribución. El mercado no tiene criterios sociales, sino autodestructivos, sólo miran para sí mismos, son mecanismos egoístas que lo destruyen todo, como un cáncer".
Lo urgente y lo necesario
Unai Sordo, secretario general de CCOO, también alaba el libro de Bruno Estrada, porque si en España nos vemos desde hace mucho tiempo entre una tensión entre lo urgente y lo necesario, "casi todas las reflexiones de Bruno se apoyan en lo necesario, de muy difícil implementación en España y muy difíciles de encajar en las intervenciones de un sindicato, porque casi siempre hay que abordar lo urgente".
El libro, un resumen de algunas de los temas recurrentes del autor, incluye una importante reflexión sobre la idea de los valores cooperativos frente a los de individualismo creciente, porque "son sólo los elementos de cooperación los que desarrollan la sociedad de manera más equitativa para que las sociedades se desarrollen más allá de la mera supervivencia".
En cuanto a la deconstrucción del sindicalismo que hace Estrada, Sordo reconoce que "los sindicatos ya no pueden basarse sólo en jornada, salario, permisos y otros cuatro conceptos, hace falta otros temas como la desigualdad de género o la motivación por la sostenibilidad medioambiental".
Tezanos apunta que el problema es que vivimos con mucha inercia, vemos lo inmediato, y no entendemos que estamos ante un nuevo tipo de sociedad, así que "quizás no hay que acomodar lo clásico, porque el grado de éxito y sintonía suele ser pequeño". Por ejemplo, dejamos fuera a las generaciones, porque "muchos jóvenes ni siquiera se ven como trabajadores posibles, así que hay muchas generaciones que no entran en el sistema y su esquema de prioridades y sus enfoques ideológicos son distintos al nuestro".
Ahora los jóvenes, según Tezanos, son volátiles, porque "hemos evolucionado de sistemas políticos en los que el 80% de las personas votaban siempre al mismo partido, mientras que ahora son sólo el 40%, e incluso hay un gran grupo que elige su voto el mismo día de las elecciones".
Estrada considera que esa desafección de las generaciones no es una cosa común en todos los países desarrollados, o al menos no se da en la misma medida. Tiene claro que "en las sociedades del sur de Europa hemos vuelto a sociedades un poco de la supervivencia, sobre todo desde la crisis, mientras que en las de la abundancia está creciendo muchísimo el pensamiento verde, que piensa en el conjunto de la humanidad, no sólo en lo inmediato, en lo egoísta".
Sordo reflexiona que vivimos pegados a un discurso sobre la identidad desmaterializada, utilizando el concepto generacional al margen de los elementos materiales, aunque "quizás tiene mucho que ver esa forma de identidad distinta con cómo acceden las nuevas generaciones a su relación con el mundo material, particularmente a través del mundo laboral, que además es bastante más precario en España que en el resto de nuestro entorno". Esa socialización deslavazada en el ámbito laboral, según Sordo, quizás ha generado esa identidad dúctil de generaciones, que además está vinculada también al difícil acceso a la vivienda.
El feminismo
Dentro de la construcción diversa de identidades la cuestión más potente, para el secretario general de CCOO, es la irrupción del movimiento feminista en España en los últimos años, "es el elemento de identidad colectiva que mejor ha vinculado un planteamiento político con vivencias personales que tienen que ver con una dimensión material".
Tezanos coincide con la idea de que el feminismo es una gran fuerza política, pero hay que preguntarse si eso se ha traducido en un voto concreto, ya que "hoy en día no hay ningún partido que haya arrastrado ese voto feminista, y lo que falta es dar el paso a la política, para cambiar la sociedad".
Ese movimiento político se puede articular sabiendo que la gente joven se identifica con la gente de su misma edad, de sus mismos gustos, de su mismo género (especialmente las mujeres, apunta Tezanos), y luego se sienten ciudadanos del mundo pero también del lugar donde viven, incluso de su barrio. "A ninguno le importa la ideología política, eso no le marca su personalidad, y además los más deteriorados en la sociedad son los últimos en incorporarse al sistema, lo que hace de los jóvenes uno de los sectores que puede ser más potente en la reivindicación", concluye Tezanos.
Un nuevo sistema productivo
Estrada habla en su libro de ejemplos como el de Suecia, que trabaja en otro tipo de bienes, que son los que se siguen comprando porque se valoran los elementos emocionales de esos bienes y porque se ha redistribuido bien la riqueza y "esa es una visión de la economía muy diferente a la que se enseña y ese es un esfuerzo muy básico que hay que hacer desde la izquierda, ya que la gente tiene la sensación de que el mundo va por un lado, pero los gurús no se dan cuenta de esos cambios o no los analizan ni los traducen políticamente".
Sordo cree que el modelo de gestión empresarial de los últimos años, con modos de gestión vinculados al corto plazo y a no tener ningún tipo de perspectiva, es un desastre que no provoca más que burbujas y especulación, así que "hay que cambiar el sistema de incentivos para que vaya a la sostenibilidad del modelo y de la empresa, a no tomar decisiones temerarias". Pone Sordo como ejemplo el de una industria cárnica española que ha decidido no invertir en exportación a China, primando la seguridad del largo plazo a las ganancias inmediatas. Un ejemplo que quizás es válido para una empresa concreta, pero que parece no coincidir con la realidad del sector, porque justo este 5 de junio se ha celebrado la jornada "Oportunidades de Internacionalización del sector cárnico", auspiciada por el propio ministerio de Industria, Comercio y Turismo, que ha resaltado "la necesidad de la industria cárnica española de diversificar las exportaciones, mediante la apertura de nuevos mercados exteriores".
Más allá de esas exportaciones que parecen marcar nuestra economía, Estrada valora nuestro sistema de investigación de manera bastante negativa, tanto por parte de la administración como de las empresas, ya que "nuestros investigadores están muy bien preparados, pero no tienen expectativas laborales acordes a esa formación, y eso de exportar capital humano es propio de países tercermundistas y nos coloca como un país en desarrollo en declive, lo que tendrá repercusiones a largo plazo".
Sordo añade que además hay otro problema del sistema productivo, porque hay una cierta desligación entre las cualificaciones y las demandas del mercado por un déficit en el sistema productivo, y ese es uno de los principales problemas de nuestro país.
Tezanos apunta una serie de cuestiones, teniendo en cuenta que "en los próximos diez años se abaratarán mucho los robots industriales, que funcionan 24 horas, con poco mantenimiento, sin huelga ni vacaciones... y eso cambiará totalmente los sistemas y habrá que llegar a un nuevo pacto social, redimensionando los costes de producción". ¿Cómo podemos utilizar las enormes posibilidades que nos da esto? ¿La biotecnología, el transhumanismo, la transformación genética de los seres humanos? ¿Será un futuro cercano el enriquecimiento genético de las clases acomodadas? ¿Dará lugar a una genocracia?
Estrada le responde que realmente ahora no vivimos en una revolución industrial, porque no ha habido un crecimiento productivo y realmente no se sabe muy bien cuáles serán las demandas en el futuro.