Nació en Ribadavia (Ourense) y a Galicia volvió, tras licenciarse en Comunicación Audiovisual por la UCM, para ocupar el cargo de realizador en el informativo territorial de Televisión Española. La experiencia fue muy satisfactoria, pero decidió volver a Madrid y aquí es donde se asentó y donde imparte su docencia desde el Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad I de la Complutense. Aparte de eso ha publicado numerosos trabajos, entre ellos la muy reciente Historia del cine, que ha coordinado junto a otros investigadores universitarios y que pretende servir de manual para guiar a los alumnos.
El Círculo de Escritores Cinematográficos (es decir, los críticos de cine españoles) lleva entregando medallas, anualmente, desde 1946. Aparte de premiar a los profesionales dedicados a la realización cinematográfica también entregan algunos premios a gente relacionada con el medio. En su última ceremonia de galardones, celebrada el 31 de enero de 2011, han concedido la medalla a la "Labor literaria y periodística" a Emilio Carlos García Fernández.
- ¿Qué supone para usted un premio como este?
- Me ha hecho mucha ilusión, porque aunque lo dan a la labor periodística y literaria ese es un concepto muy etéreo y en realidad lo que se reconoce es toda una trayectoria. Uno trabaja de manera individual y sacrificando mucho tiempo para desarrollar actividades que vienen bien tanto a las distribuidoras como a los alumnos.
-¿Se refiere a los preestrenos de películas que lleva realizando en Ciencias de la Información desde hace más de veinte años?
- Exactamente, y es una tarea muy satisfactoria, pero también muy sacrificada porque al final lo hago yo todo: contactar, traer, fijar fechas, pegar los carteles, que esté la película preparada para cuando la van a recoger... Es una actividad complementaria a la docente y la de análisis cinematográfico, pero que también quedó reflejada en el discurso de presentación cuando me entregaron la medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos.
- Supongo que le habrá gustado que le hayan entregado el premio el mismo año que los críticos han reconocido el trabajo de Icíar Bollaín en También la lluvia.
- La verdad es que sí. Me parece que de la cosecha del pasado año es la película más sólida, tanto en la elaboración como en el acabado y la interpretación. De lo que he visto es lo que más me ha gustado. Así que estar al lado de esa película es todavía mejor porque así no paso desapercibido.
- Si no estoy mal informado, ¿es verdad que su pasión por el cine comenzó ya en la infancia?
- Hay una historia familiar importante, porque mi padre alquiló una sala de cine en Rivadavia en enero de 1951. Yo nací en abril de 1953, así que desde pequeñito me recuerdo viendo películas. No puedo decir cuál fue mi primer filme, porque lo tengo muy difusa, pero sí sé que vi todo tipo de películas, ya que mi padre llegó a gestionar los tres cines que había en Rivadavia y en cada uno de ellos se proyectaban películas para un determinado tipo de espectador. Fue un privilegio porque fui viendo imágenes sin tener una idea clara de lo que veía, pero según uno crece, y si además se dedica a esto, empieza a recordar muchas cosas.
- ¿Lo que más ha cambiado desde entonces es la manera de ver el cine y el número de salas?
- Eso es evidente. En los años sesenta en España había unas 8.500 salas de las que funcionaban un 97 por ciento. El cine llegaba a los lugares más recónditos. Luego surgieron otro tipo de entretenimientos y de ocio y eso hizo que ya no se fuese tanto al cine como antes y desde mediados de los sesenta se fue reduciendo el parque de salas y no sólo eso, sino que además cambiaron los modelos de negocio y las salas de cine de barrio fueron desapareciendo y concentrándose en las áreas comerciales del extrarradio. Eso hace que muchos espectadores se cansen de tener que trasladarse quince kilómetros para ir al cine y dejen de ir, lo que ha fragmentado la audiencia y ha expulsado a mucha gente que se han quedado con el sucedáneo que es el consumo de cine en la televisión, que por cierto, cada vez hay menos también.
- ¿Cree que en el futuro se reducirá todavía más el número de salas?
- En casa ahora podemos tener unos recursos tecnológicos que nos permiten disfrutar de una manera muy interesante del producto audiovisual. Te puedes comprar una película en una tienda por unos cuantos euros y verla todas las veces que quieras y también es algo que pretenden algunas páginas de venta por Internet. De momento la oferta no es demasiado buena, pero es esperable que abran un poco más ese espectro para que los contenidos lleguen a todos los espectadores a muy buen precio, porque eso sí, hay que hacer pedagogía con el ciudadano español para que entienda que es bueno que se pague por la cultura.
- ¿Un problema importante del cine español es la piratería?
- Hablemos claramente: no se piratea cine español. Y es así porque hay otros problemas más importantes como el hecho de que muchos directores españoles han abandonado al espectador y han impuesto un criterio propio alejado de los gustos del público. Y un espectador al que se le impone algo, suele rechazarlo. Tengo claro que hay que producir a Mariano Ozores y a Saura, y entre medias todo lo que sea. Si a un espectador al que le gusta Ozores le vas dando poco a poco otro tipo de cine comercial, pero formalmente bien contado, ese espectador puede ir entrando, pero si le pasas directamente de uno a otro, se acabó y echas a todos directamente del cine.
- ¿Eso ha hecho que mucha gente odie el cine español por principio?
- La verdad es que sí, aunque luego cuando enseñas a la gente el cine español se encuentra con unas joyas maravillosas. Yo por eso obligo a ver películas, porque es la única manera de romper el esquema mental que se trae de generación en generación de que el cine español es malo. Hay que reconocer, de todos modos, que una parte importante del problema lo tiene la profesión porque se producen muchas películas que no se ven y otras que son de mirarse al ombligo olvidándose de la comunicación que hay que tener con el espectador.
El cine que hay que ver
El cine es un arte con apenas 115 años de vida y a pesar de eso la producción mundial es inabarcable para cualquier ser humano (en IMDB, la principal base de datos on line se recogen más de 1.600.000 títulos), así que pedir una lista de películas recomendadas a Emilio García es casi una locura. De todos modos lo hemos hecho y el profesor nos muestra un listado de los filmes que obliga a ver en Historia del Cine a sus alumnos. Entre ellos están El nacimiento de una nación, El gabinete del doctor Caligari, El ángel azul, Luces de la ciudad, Casablanca, Alexander Nevsky, La diligencia, Psicosis, Senderos de gloria y Sin perdón.
Yendo a un terreno más personal, le preguntamos cuáles son sus películas preferidas. Aunque no se reconoce capaz de elegir entre todas las que ha visto, al final nos dice que "emotivamente, Cinema Paradiso", porque es la historia de su vida. Cuando la vio con su padre se echaron a llorar porque "eran los dos, con detalles muy insignificantes que si no se conoce de cerca una cabina de proyección se pueden escapar". Emilio García no sólo ha enseñado a sus alumnos cómo es un proyector, sino que además trajo a la Facultad los proyectores que utilizaba su padre, y con uno de ellos posa para la fotografía.