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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 18 de abril de 2024

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Nuestras recomendaciones

8 FEB 2011 a las 14:06 CET

Para jugar, el videojuego GT5.

Para leer, el libro LS6, de Mario Crespo.

Para ver en el teatro, la obra Prometeo.

GT5

por Andrés Torrejón

Tras muchos años de espera, quizás demasiados, al final ha aparecido GT5, el juego estrella de PS3. El juego es una auténtica pasada, pero tiene una pega importante, así que esa es la primera que voy a reseñar para luego alabarlo un poco. El problema es que el sistema de golpes de los coches sigue igual de cutre que siempre. De hecho, puedes jugar estrellándote contra todo lo que te dé la gana, que tu coche apenas sufrirá daños. Eso tiene la ventaja de que en las curvas sólo tienes que estrellarte contra los competidores para además puestos, y la clara desventaja de que no da mucha sensación de realismo. Aparte de eso, el juego es alucinante y gana muchos puntos si lo juegas con conexión a Internet. En el juego normal no sólo hay varios cientos de coches y algo más de cien circuitos (aparte de pruebas extra con karts, con coches de NASCAR, en la nieve y por puertos de montaña), sino que además podrás jugar con coches que no habían aparecido jamás en ningún otro videojuego. Si además tienes la suerte de conectar la consola con el wi-fi de casa, el juego se actualiza cada siete días añadiendo nuevos circuitos y nuevas pruebas, que además dan un montón de créditos que podrás gastarte en comprarte más coches o en mejorar los que ya tienes. Por si fuera poco, también puedes participar en carreras con gente de todo el mundo y sin tener que pagar nada por ello. Así que diversión asegurada durante muchos meses.

LS6

por Francisca B. de Salsamendi

LS6 es el título, presentación de Mario Crespo, al panorama literario, en una doble vertiente. La primera, en la cápsula literaria y, la segunda, como ser humano, perfilándose y perfilado, a través de la compleja simplicidad que autodefine a cada personaje de su novela. Frente a la aparente sencillez del desarrollo narrativo, repleto de personajes, abarrotado de anécdotas y acontecer del día a día, el autor, no sólo pretende, sino que logra, mostrarnos la frágil complejidad del ser humano en sí mismo, entre la dualidad del espacio tiempo en el que transcurre su vida y, el anhelo de la consecución de sus sueños. El Autor demuestra una gran habilidad, no sólo en el planteamiento - muy acorde con las corrientes actuales- sino también, en la estructura narrativa, en el enfoque literario, al conseguir dotar a la obra de una gran visualidad. Elementos, todos ellos, que atrapan al lector en un interesantísimo juego literario: si interacción, en la novela, a través de las anécdotas de los protagonistas que habitan y viven en Leeds, convirtiéndose, éste, en el espacio físico, al mismo tiempo que narrativo. La novela, como Leeds -ciudad británica metáfora de la convergencia- se deja conocer lentamente, y de su fragancia nos podemos fascinar. Novela magnífica, compleja y coral, de variadísima temática, como el mundo y la realidad de cada uno de nosotros en sí mismo, día a día. Vivámosla.

Prometeo

por la Escuela de Espectadores

El teatro Valle-Inclán acogió estas navidades Prometeo, tragedia de Esquilo en versión del dramaturgo alemán Heiner Müller dirigida por Carme Portacelli que cuenta el mito del titán encadenado por osar arrebatar el fuego a los dioses para dárselo a los hombres. Es este un montaje invernal, frío y distante. La escenografía, una imponente estructura de metal que representa un faro al que está encadenado el héroe, ocupa la mayor parte del escenario lo cual reduce el movimiento de los actores en escena e impide crear diversos planos de actuación. El uso de micrófonos devuelve unas voces metalizadas y gélidas; y la música, interpretada por una orquesta situada en el foso, contribuye al extrañamiento y dificulta la comprensión del texto ya que a menudo, más que acompañar, compite con las palabras pronunciadas por los actores cuya interpretación no logra emocionar. Y es que es difícil conmover al público cuando uno, como en el caso de Prometeo, queda encadenado durante toda la función privado de cualquier movimiento. Este Prometeo glacial no logra robar el fuego a los dioses para brindárselo a los espectadores. La última escena del espectáculo nos presenta al héroe ya liberado, pero la imagen que nos muestra es la de un ser derrotado anclado a una silla de ruedas; porque Prometeo temía más a la libertad que al águila enviada por Zeus para devorarle el hígado eternamente.

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