Este 1 de octubre ha fallecido el historiador mexicano Miguel León-Portilla, quien fuera investido doctor honoris causa por la Complutense en el año 2010. En aquella ocasión, su padrino de investidura, el profesor Manuel Gutiérrez Estévez le definió como "uno de los más destacados, si no el que más, americanistas de la historia". Las aportaciones de León-Portilla al mejor conocimiento de la historia de América son muy numerosas, y de todas ellas su padrino destacó tres: "el valor de la lengua en la transmisión de la memoria de los pueblos, el contacto cultural y sus efectos, y la defensa de los derechos de los pueblos indígenas". Seguramente la obra que mejor pone de manifiesto estas tres preocupaciones de León-Portilla es Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista, que supuso un giro historiográfico seguido luego por muchos colegas: "Por dar voz a los otros, atender a las representaciones recíprocas, a las imágenes mutuas de los pueblos en confrontación o en contacto", aseguró el profesor Gutiérrez Estévez en su laudatio. Con motivo de aquella investidura en Tribuna Complutense le realizamos una entrevista que reproducimos, íntegramente, a continuación.
MIGUEL LEÓN-PORTILLA, historiador: «No creo que cuando llegó Hernán Cortés le preguntaran que cuánto tiempo se iba a quedar»
Como historiador y antropólogo lleva publicando trabajos desde los años 50 en México, su país natal. Miembro de la Real Academia de la Lengua mexicana y experto en el mundo indígena, es un observador nato y nos cuenta que la relación de los mexicanos con los españoles ha cambiado mucho en muy poco tiempo. Durante varios cientos de años, los españoles ocupaban puestos de privilegio en su país, pero sólo por herencia. El exilio de la guerra civil llevó muchísimos intelectuales hasta México, lo que les hizo ver que en España también había gente preparada y no solo "patanes" que iban allí a hacer dinero.
Ha estado unos días por España, visitando diferentes ciudades, y tras esos viajes nos recibe en el apartamento que tiene en el centro de Madrid. La fecha: el día antes de que le concedan el doctorado honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid.
- Lo primero es darle la enhorabuena por el doctorado honoris causa.
- Pues lo agradezco mucho, tanto la enhorabuena como el doctorado.
- Es su decimoquinto doctorado honoris causa. ¿Sigue haciendo ilusión?
- Este es bastante especial, porque yo he estado vinculado con España de diversas formas. Comenzaré diciéndole que mi esposa es española, nació en Extremadura. Nos conocimos en un congreso y se vino a vivir a México, donde se ha adaptado admirablemente. Ella es catedrática también de la Universidad Nacional Autónoma de México desde hace ya bastantes años. Yo en la Universidad Nacional, como académico, llevo 53 años, que ya es algo. Tengo muchas vinculaciones afectivas y académicas, entonces realmente siempre deseé tener al menos un doctorado en España. A ver si después de este viene otro, porque se suele decir que unas cosas atraen a las semejantes.
- Tras publicar decenas de libros y artículos sobre los pueblos del México prehispánico su celebridad internacional llegó cuando le encargaron en su país organizar las actividades para los 500 años del descubrimiento de América, que usted propuso que se conociese como el Quinto Centenario del Encuentro de Dos Mundos.
- Aquello me trajo sinsabores y alegrías. Sinsabores varios, porque me empezaron a atacar a dos fuegos. Unos me decían que en realidad era el quinto centenario del genocidio de los indios, y por otro me decían que estaba privando a España de sus glorias. Cuando la delegación mexicana en Santo Domingo presentó la propuesta del Encuentro de los Dos Mundos nos dijeron de todo. En el periódico Listín Diario se pudo leer incluso "Delegación mexicana niega Colón descubrió América". Nunca hemos negado eso, sino que hay que tener en cuenta al otro, al indio, y por eso es un encuentro. No te descubro como si fueras un árbol o una piedra. La idea se fue imponiendo poco a poco hasta que ya finalmente, en general, se acabó usando. Para algunos sigue siendo un eufemismo, aunque yo no lo creo así.
- ¿Ese encuentro no fue más bien un choque?
- Yo creo que no. Cuando llega Colón, que piensa que ha llegado a la India, le sale al encuentro, al encuentro, otro tipo de ser humano que no sabían quiénes eran. Pronto hubo una pléyade de personajes como Antón de Montesinos, precursor de Bartolomé de las Casas, que ya acusaba a los encomenderos de abusar mucho de los indios. El padre las Casas para mí es una gloria máxima de España, aunque aquí haya gente que no lo vea así. Por ejemplo, Menéndez Pidal decía que era un esquizofrénico. Los portugueses, ingleses, franceses y holandeses no han tenido un censor de sus obras como lo tuvo España.
- ¿Por qué cree que esos otros países no tuvieron censores?
- Cada uno tiene sus motivos. Por ejemplo, en el caso de los ingleses, ellos tenían otro punto de vista. Iban puritanos que trataban de cristianizar y atraer al indio, si no quería les parecía que estaba condenado por Dios, predestinado al infierno, así que si le mataban le hacían un favor para que se fuera allí de cabeza. La relación de los indios con Holanda, Inglaterra e incluso Francia fue distante. Lo único que querían es que se fueran de allí, que les dejaran terreno libre. En el caso de España también hubo problemas, pero no tuvieron ningún obstáculo en mezclarse con los indios. En México y en muchos países de América Latina, los habitantes somos resultado de ese encuentro.
- Se suele hablar de la evidente semejanza idiomática entre los países de Latinoamérica, ¿pero no hay también otros elementos que nos unen y que apoyan también su teoría del encuentro cultural?
- Pues sí, como por ejemplo que tenemos una serie de referentes en común. Por ejemplo, los religiosos, se sea creyente o no. Todos tenemos el día de Reyes, la Navidad, la virgen de Guadalupe. Tenemos muchísimos referentes y además la mayoría tenemos sangre española. Yo diría que hasta los indios indios tienen alguna mezcla. Y por encima de todo está, por supuesto, la lengua, porque como dice Günter Grass, "la lengua es la patria".
- Usted habla una lengua indígena, en concreto el náuhatl. ¿Se conservan muchas de esas lenguas o se perdieron en aquel encuentro de hace quinientos años?
- En eso estamos un poquito como en Cataluña y en el País Vasco, aunque en México hay más de sesenta lenguas.Y otra diferencia importante con respecto al catalán es que no hay ninguna lengua indígena en México que sea hablada por gente económicamente desarrollada, que es algo que ayuda mucho para que una lengua se defienda. Las lenguas indígenas están en peligro de desaparecer porque generalmente los que las hablan están en zonas de refugio, en los suburbios o incluso selvas. Tal parecería que hablar lengua indígena es sinónimo de estar en la miseria, pero hoy en día es un prejuicio. Yo hablo lengua indígena, la náuhatl, que es la que hablaban los aztecas y los incas, pero muchos tienen vergüenza de decir eso para que no los consideren indios. Por suerte la actitud paternalista va cediendo y ya hay un buen número de especialistas indígenas.
- ¿Desde los países de habla hispana de América se siente a veces que la política y los políticos españoles les tratan también con un cierto paternalismo?
- La verdad es que a veces nos sentimos así. Yo el otro día llegué al aeropuerto de Barajas y allí había letreros específicos para los habitantes de la Unión Europea, pero también uno para los habitantes de Islandia. ¿Qué vendrá a hacer aquí un islandés si en su país no hay ni cuatro gatos? Y sin embargo, de América Latina nada. Comprendo que hay problemas, pero siquiera que hubiera una ventanilla. ¿No somos hermanos? ¿En qué quedamos? No creo que cuando llegó Hernán Cortés le preguntaran que cuánto tiempo se iba a quedar.
Inmerso en la historia desde niño
"Yo tenía un tío, el doctor Manuel Gamio, que está considerado el precursor de la moderna antropología en México, tanto de la arqueología como de la etnología, y él trabajó mucho en algunos lugares como Teotihuacán, donde ubicó algunos lugares como el templo mayor, y nos llevaba de niños, a sus hijos y a mí, a visitar esas zonas". Así nos explica el historiador Miguel Léon-Portilla sus primeras incursiones en el mundo de la historiografía de su país. Reconoce que aquellos paseos con su tío le "dejaron mucha impresión".
El profesor Gamio además le enseñó a que no pensase "nada más que en los indios muertos", sino que pensase en los vivos. En México todavía quedan unos 13,7 millones de indios, y "en general, en situación pésima, y de ahí ese levantamiento zapatista que hizo mucho ruido y que fue un aldabonazo en la conciencia de los mexicanos, que parece que se les había olvidado que había indios". Tras aquel levantamiento se modificaron algunos artículos de la Constitución para reconocer a los indios.