La Facultad de Físicas ha acogido la charla "El papel del ser humano en el cosmos", mantenida por los profesores Juan Luis Arsuaga y Jesús Gallego, dentro de las actividades de la XIX Semana de la Ciencia. Jesús Gallego, catedrático del Departamento de Física de la Tierra y Astrofísica, explica que esta charla ha sido el "resultado de muchas conversaciones informales", en las que a medida en que los dos ponentes iban entrando en las preguntas que nos hacemos todos, se dieron cuenta de "lo complementario que son las disciplinas de paleoantropología y astrofísica". Por su parte, Juan Luis Arsuaga, catedrático del Departamento de Paleontología, bromea con que "lo de hoy es un engendro, un formato que recuerda a la universidad antigua en las enseñanzas experimentales en las que el trabajo en el aula se solía repartir entre dos personas, por una parte el señor que hablaba, el lector, y luego había otro, un ayudante, que iba vestido de manera mucho más informal y humilde, que era el que hurgaba, por ejemplo en las vísceras del cadáver, y ese era el demonstrator". Apuntó además que en esta charla se iba a hablar de "la historia de las ideas en torno a la evolución humana y el lugar del ser humano en el mundo, que es una cuestión metafísica, que es la parte de la filosofía más pegada a la ciencia, a la física, pero que se hace preguntas acerca del sentido del mundo y de nuestro lugar en él".
Tras reivindicar la necesidad de una ciencia de los orígenes, Juan Luis Arsuaga, explicó que iban a hacer un recorrido por "algunas películas insertadas en nuestras vidas, a saber, 2001: una odiesea en el espacio; Blade Runner, cuya acción se sitúa precisamente en noviembre de 2019; Interstellar, que gusta mucho a los físicos, y La llegada, que les dice más a los biólogos que Interstellar, porque habla de un encuentro con los extraterrestres".
Aseguró Arsuaga que 2001: una odisea del espacio es "una película mítica, con unas imágenes espectaculares y una música que ya se asocia a la evolución humana", porque de hecho el Así habló Zaratustra es la música que le ponen siempre cuando le van a entrevistar en alguna radio. La tesis del primer acto de 2001 es la del mono asesino, que es precisamente el título de una de las exposiciones que se pueden visitar ahora en el Museo de la Evolución Humana, donde Arsuaga es director científico.
La tesis del mono asesino plantea que "nuestros orígenes son los de un simio que descubre la forma de matar y eso determina el curso de su evolución y el origen de la humanidad actual. Es decir, que cuando descubrimos la forma de matar a otras especies y a la nuestra propia nos convertimos en cazadores y homicidas". En el filme de Stanley Kubrick, la idea se la sugiere al homónimo un monolito de origen extraterrestre, pero dejando eso de lado "lo que nos importa es que, según esa teoría, el primer antepasado de los humanos actuales fue también el primer Caín, por decirlo de alguna forma".
De acuerdo con el paleoantropólogo esto tiene importancia no sólo porque explica nuestro origen evolutivo, sino que se da a entender que los genes criminales los hemos heredado nosotros, así que pretende ser una explicación de la naturaleza humana. "El gusto por la sangre nos ha llevado al éxito evolutivo, así que por definición somos una especie violenta", añade.
El primer acto del filme termina cuando el simio lanza un hueso al aire, comienza a rotar y se transforma en "un cilindro que se encuentra en la órbita geoestacionaria de Clarke, denominada así precisamente por el novelista y físico autor de la novela original en la que está basado el filme, y que sabía de lo que hablaba cuando hablaba de violencia por haber servido al ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial como científico".
La película es del año 1968, un momento en el que ocurrían muchas cosas en el mundo, como la invasión de Praga, el mayo del 68 en París, el black power, la matanza en la plaza de las Tres Culturas en México, el asesinato de Robert Kennedy, el de Martin Luther King y el primer asesinato de ETA. Todo aquello, de acuerdo con Arsuaga "corroboraba que somos una especie violenta y además sobrevolaba el conflicto entre las dos superpotencias y la posibilidad de que el mundo se destruyese en una guerra nuclear".
El profesor Jesús Gallego apunta que "en 2001 hay un mensaje muy bien tratado, que está también relacionado con la posición del ser humano en el Universo, que es el de la inmensidad del cosmos". Se descubrió, a mediados del siglo XX, que somos un planeta normal y que además nuestra estrella es una entre miles de millones de estrellas, de entre miles de millones de galaxias.
Para demostrar la escala de ese Universo, Gallego hizo una demostración con una pelota de baloncesto, que simulaba la Tierra, ubicada en la mesa de los conferenciantes, y una pelota de tenis, que sería la Luna, colocada al final del aula magna. A esta escala, explica el catedrático, el Sol sería un edificio de unos 50 metros a varios kilómetros de distancia, como el Faro de Moncloa, por ejemplo. La magnitud del Universo se demuestra también conociendo que "si fuéramos capaces de viajar a la velocidad de la luz de la Tierra a la Luna tardaríamos algo más de un segundo, al Sol unos 8 minutos, a la siguiente estrella 1.533 días, y al centro de la galaxia 26.000 años, y si queremos ir al límite del Universo observable tardaríamos 47 mil millones de años".
Vietnam y Raymond Dart
Otro de los acontecimientos que ocurrieron en 1968, como recordó Arsuaga, fue la ofensiva del Tet en la guerra de Vietnam, sobre la que también haría una película Stanley Kubrick, La chaqueta metálica, en la que narra acontecimientos que fueron decisivos en ese año porque supusieron una auténtica conmoción en la sociedad americana. En esa ofensiva, el Vietcong fracasó militarmente, pero dejando 4.000 muertos americanos, lo que era un precio inaceptable para la sociedad de Estados Unidos, sobre todo porque los jóvenes tenían que ir a la guerra de manera obligatoria, a no ser que estuvieras en la universidad, y eso llevó a que en centros universitarios como Berkeley se hicieron grandes manifestaciones de protesta contra la guerra.
Con música de Bob Dylan de fondo, Arsuaga nos lleva a otro clásico de Kubrick, en este caso La naranja mecánica, de 1971, en la que el director se plantea "qué hacemos con la humanidad, o convivir en una sociedad democrática donde siempre habrá violencia, o renunciar a esa democracia reprogramando a los individuos violentos".
Todos estos planteamientos de Kubrick tienen una base científica apoyada en la teoría del mono asesino que postuló Raymond Dart en 1959, cuando publicó Aventuras con el eslabón perdido, que "se leyó en todas partes, se convirtió en el paradigma dominante, y se presentó como la verdad revelada por la paleontología". En la expansión de la teoría tiene gran parte de culpa Robert Ardrey, un dramaturgo americano, que viajó a Sudáfrica para conocer a Dart y plasmó su teoría en un texto literario en 1961, que es African Genesis en la que populariza la idea del mono asesino.
Otros científicos que se preocupaban por la naturaleza violenta y genética del ser humano, de acuerdo con Arsuaga, son, por ejemplo, Konrad Lorenz, quien en 1963 publicó Das sogenannte Böse, sobre la historia natural de la agresión, publicado en España en 1971, y que Arsuaga y todos los interesados por estos temas leyó en su momento, cuando ya estaba en la Complutense como estudiante.
Lorenz afirma en ese libro que tenemos un problema porque carecemos de mecanismos inhibidores de la agresión y desarrolla una serie de teorías sobre cómo eliminar esa agresión. El autor también conocía la violencia humana, porque participó en la segunda guerra mundial y estuvo seis años recluido en un campo de concentración soviético, donde escribió "en papel de estraza, El otro lado del espejo, un importante libro de etología".
La imposibilidad de predecir el futuro
De Kubrick pasó Arsuaga a Ridley Scott y su filme Blade Runner, de 1982, "donde plantea un futuro que no se ha cumplido, porque en aquel año nadie podría imaginar que el futuro fuese la bicicleta y el patinete". La teoría que defiende Arsuaga es que "las profecías nunca aciertan, pero no porque sean malos por los profetas, sino porque hay razones científicas para que no acierten". En concreto, la razón por la que "es imposible adivinar el futuro porque nunca es una prolongación de la tendencia presente, sino un cambio de tendencia, son los cisnes negros, es decir que la Historia a largo plazo nunca es la prolongación del presente hacia el futuro, eso sólo funciona a muy corto plazo, porque de cuando en cuando hay crisis imprevisibles que cambian por completo el ciclo de la Historia".
Arsuaga considera que la estructura de la Historia es una materia crucial, que se podría conocer con la ciencia de los orígenes, incluso teniendo en cuenta que "la Historia es episódica, estable la mayor parte del tiempo, pero con la aparición de cisnes negros cada cierto tiempo".
Eso no quita, por supuesto, para que cualquier relato futurista pueda servir sobre una reflexión sobre el presente y la naturaleza humana, como hace Blade Runner. Eso sí, "la naturaleza humana es mucho más que preguntarse si en el futuro habrá cíborgs, porque eso es irrelevante, lo importante son las ideologías y los sistemas políticos que tendrá la sociedad del futuro".
Volviendo un paso al pasado, Arsuaga habló de Desmond Morris, utilizando de fondo la banda sonora de El graduado, con la famosa canción de Mrs. Robinson interpretada por Simon & Garfunkel, en lo que fue "la banda sonora de la mitad de los sesenta, la música de los campos universitarios de California". En el año 1967 Morris publicó El mono desnudo, el primer estudio desde un punto de vista zoológico de la especie humana. Arsuaga recuerda que también leyó aquel libro en sus tiempos de estudiante en la UCM y reflexiona, dirigiéndose a los alumnos que "lo peor que puede ocurrir es que no se os ocurra nada en el futuro sobre los libros que ahora leéis y los debates que tenéis. Lo ideal sería que los leyerais ahora, que vierais películas, que llevaseis una vida más universitaria, que uno tiene la sensación de que ya no existe".
Jesús Gallego recuerda que en Blade Runner aparece el problema filosófico de los replicantes que surgían por la necesidad de trabajar en las minas de otros planetas, "una posibilidad que ha recibido el premio Nobel de Física de este año, que es la certeza de que en el Universo hay un mundo enorme de planetas y muchos de ellos son capaces de albergar vida. Ahora hablamos de miles de exoplanetas, y hay incluso una aplicación llamada exoplanet que avisa de los nuevos planetas que se van descubriendo".
Historia no lineal
Considera Gallego que el Universo tiene una capacidad enorme para tener otras civilizaciones y otras formas de vida o al menos así de deduce de La paradoja de Fermi, que "es un razonamiento muy sencillo que nos lleva a la evidencia de la existencia de un número enorme de planetas, y alguno de ellos con civilizaciones tecnológicas, así que hay una probabilidad distinta de cero de contacto con otras civilizaciones".
Arsuaga, sin embargo, opina que "no es tan fácil que aparezca la inteligencia, hay un gran salto entre la vida arqueana y la compleja, no es lineal, hacen falta muchos cisnes negros". Critica que la idea de probabilidad, como la de Fermi, se basa en el concepto de historia lineal, pero no todo es gradual, de hecho "los grandes acontecimientos son rupturas, y además todos los que hacen cálculos acerca de la vida inteligente en el espacio no saben nada de biología y para hablar de vida no viene mal saber de biología, no perjudica saber algo", ironiza Arsuaga.
Cuando uno estudia la vida, de acuerdo con el paleoantropólogo, se da cuenta de que "no hay una graduación continua, la vida no es lineal, hay umbrales que hay que saltar. Una bacteria puede vivir 5.000 millones de años en un planeta y nunca traspasar el umbral para convertirse en una célula eucariota. O por ejemplo, no se llega al siglo XXI sumándole pequeños inventos a los egipcios, hay rupturas entre civilizaciones y eso complica las cosas".
Interstellar y La llegada
La tercera película tratada en la charla fue Interstellar, de 2014, que de acuerdo con Jesús Gallego, "introduce una serie de conceptos que son bastante modernos como los agujeros de gusano o los agujeros negros supermasivos, con millones o miles de millones de veces la masa del Sol, porque los protagonistas cruzan el horizonte de sucesos sin ser espaguetizados". En el momento del rodaje del filme, ese tipo de agujeros negros supermasivos eran sólo hipotéticos, aunque hoy en día ya no lo son.
Gallego introdujo el humor en su charla reconociendo que este tipo de ideas permean en nuestra sociedad, como se ve en un vídeo de José Mota, haciendo de la Blasa hablando con Eduard Punset, o el final de la película de Men in Black, que introduce la idea de multiverso.
Arsuaga se queda con el final de esa comedia en la que aparece un ser superior que maneja los universos, que "una vez más es un vertebrado, un humanoide, lo cual es muy interesante en sí mismo, porque hay algunos paleontólogos que opinan que los extraterrestres serán estructuralmente como nosotros, porque no existe otra manera de ser inteligente".
Llegamos así a La llegada, una película de 2016, donde aparecen unos extraterrestres marinos o acuáticos, aunque Arsuaga no es capaz de imaginar cómo puede viajar por el espacio. Reconoce que entiende perfectamente que "hay especies acuáticas enormemente sociales, inteligentes e incluso conscientes", pero no se le ocurre cómo pueden producir energía o salir del agua.
Transhumanismo
La parte final de la conferencia lleva al historiador superventas Yuval Noah Harari, con sus obras Sapiens y sobre todo Homo Deus, en la que habla "del futuro de la humanidad, y nos lo plantea de tal manera que nos convertiremos en otra cosa, seremos biónicos, transhumanos", en lo que para Arsuaga es "un futuro imposible e indeseable". La tesis de Noah Harari es que "habrá dos tipos de seres humanos, unos modificados, que estarán por encima de los máquinas, y lo que se puede considerar la chusma que comerá pizza y verá el fútbol por la tele", ironiza Arsuaga.
En el libro póstumo atribuido a Stephen Hawking, Breves respuestas a las grandes preguntas, dice que a él lo que le parece inverosímil de Star Trek es que los señores y señoras sean como nosotros, porque estaba convencido de que dentro de tres siglos no nos pareceremos en nada, por ese transhumanismo. Afirma que no es lo que le gustaría que pasara, sino que es lo que va a pasar, algo que Arsuaga espera que no sea así, porque tiene tintes nazis y porque él sólo cree en tres palabras: libertad, igualdad y fraternidad".
Renuncia y pensamiento mágico Por si a alguien todavía no le había quedado claro, Juan Luis Arsuaga explicó que "no somos el mono asesino, porque esa idea falsa ya no está vigente". Confiesa el catedrático que tiene una gran opinión del ser humano, cree que es muy solidario, muy compasivo, aunque "hay un pequeño problema que es que no nos gusta renunciar a nada, cuando en realidad lo que nos hace humanos y diferente al resto de los animales en que ellos no son capaces de renunciar a un bien inmediato en aras de un beneficio mayor futuro".
En circunstancias como la crisis climática que vivimos en la actualidad, por ejemplo, "hay que ser realistas y la única solución consiste en renunciar, hay que aprender a hacerlo, porque la inteligencia de nuestra especie ha consistido en eso. Construir un canal de regadío en Sumer, en los comienzos de la civilización, consiste en tener a mucha gente trabajando para obtener un beneficio mayor en el futuro".
Por eso, piensa Arsuaga que "estaría bien hacer una lista de cosas a las que tendríamos que renunciar, aunque en general domina el pensamiento mágico, el religioso desplazado, que es que los científicos lo arreglarán". Cree el catedrático que todavía, ante los grandes problemas, recurrimos a ese pensamiento mágico de que alguien fabricará unas baterías que nos permitan tener todo y más, y al mismo tiempo no contaminar. Y eso es pensamiento mágico.
"Queremos ser inmortales, lo arreglarán los biólogos con sus telómeros. Quiero desplazarme continuamente sin huella de carbono, con una fuente de energía y materiales ilimitados. Y además no me quiero morir. Y todo eso es posible pensarlo gracias a la religión que se llama ciencia, que nos va a dar todo de manera gratuita", apostilla Arsuaga.
Asevera también que el día que descubramos que hay que abandonar a la última de las religiones, que es la ciencia, nos habremos convertido en una especie adulta, seremos mayores de edad, mientras que todo lo que vemos en el panorama actual es el pensamiento mágico. "La labor social de los científicos debería ser convencer a la gente de que no va a haber una fuente de energía ilimitada, gratis y limpia. Nunca va a existir. Y de paso explicar que los científicos no somos la última de las religiones, vamos a comportarnos todos como adultos racionales y vamos a empezar a renunciar a cosas, pero que no se nos pidan milagros". |