La Facultad de Derecho se ha volcado en la celebración de las cinco décadas del nombramiento de catedrático del profesor Alfredo Montoya Melgar, experto en Derecho del Trabajo, que en la actualidad es magistrado del Tribunal Constitucional. No sólo se ha colocado una placa en conmemoración de Montoya en la primera planta del edificio, sino que además se ha realizado un acto homenaje con la presencia de nueve de los doce magistrados del Tribunal Constitucional, el presidente actual del Constitucional y varios de sus antecesores, profesores de la disciplina en la que Montoya es una autoridad, representantes de otras universidades, amigos y familiares.
El decano de Derecho, Ricardo Alonso García, explica que este es un acto solemne y emotivo para conmemorar a uno de sus grandes maestros, cincuenta años después de su ingreso en el cuerpo de catedráticos. De acuerdo con él, "este es un homenaje que nace desde la excelencia, pero también y sobre todo, desde el afecto que esta Facultad tiene hacia Alfredo Montoya".
Bromeó Alonso García que de todas las personas reunidas en el salón de actos, Montoya Melgar es "la única persona que le ha visto desnuda". Fue, en concreto, cuando nació, y su padre, de quien Montoya es un declarado discípulo, le levantó recién nacido y diciéndole al homenajeado: "¡Sonríe niño estólido, sonríe!".
Juan José González Rivas, presidente del Tribunal Constitucional, destacó tres perspectivas esenciales de Montoya, como docente, como magistrado constitucional y como persona humana. Entre sus logros académicos y laborales están sus muchas publicaciones, sus libros de referencia sobre el Derecho del Trabajo y la Seguridad Social, la dirección de 32 tesis doctorales y, desde 2017, año en el que pasó a formar parte del Constitucional, su labor ha sido ingente, con 38 sentencias constitucionales, muchas de ellas alejadas de su línea fundamental de investigación.
Más allá de eso, González Rivas define a Montoya Melgar como "una persona serena, tranquila, estudiosa, ejemplar, discreta... que nos impulsa a todos en la labor diaria", por ser una persona afable que hace posible que reine un ambiente de colaboración entre todos los magistrados constitucionales.
Jesús Gullón Rodríguez, presidente de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo, recuerda que conoce a Montoya desde hace unos veinte años, y bromeó que aunque el homenajeado nació en 1937 "mantiene un envidiable estado de forma física e intelectual, en lo que parece una especie de gen positivo o de duende benéfico que afecta a los que integran el mundo del Derecho Laboral". Gullón declaró sentirse orgulloso de haber tenido referentes profesionales y, "sobre todo humanos", como el profesor Montoya.
Yolanda Sánchez-Urán, directora del Departamento de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la UCM, resaltó la "bonhomía" del homenajeado, un concepto que engloba "la afabilidad, la bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento", de alguien que durante casi dos décadas fue director de su mismo Departamento, tiempo en el que impulsó nuevas titulaciones universitarias.
Recuerda Sánchez-Urán, que Montoya dice que de los maestros ha recibido "esfuerzo, respeto y afecto", hábitos que inculcó a todos los que han colaborado y trabajado con él durante muchos años. La labor de los que permanecen en la Facultad es "mantener vivo su legado para entregarlo a quienes nos sucedan".
Antonio Sempere, magistrado de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo, improvisó un discurso emocional partiendo de tres de los libros más importantes escritos por Montoya a lo largo de su vida. Consideró que el homenajeado, que le dirigió la tesis doctoral, tiene un "carácter positivo, entusiasta, conciliador, insoportablemente infatigable, siempre comprensivo, siempre ingenioso, siempre bienhumorado...".
Francisco Pérez de los Cobos, catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la UCM y presidente emérito del Tribunal Constitucional, se refirió a un rasgo de su personalidad "quizás más íntimo", como es su condición de humanista, una condición "que desde Cicerón acompaña en la historia de Europa al jurista eminente".
José Luján Alcaraz, rector de la Universidad de Murcia, repasó los acontecimientos ocurridos en 1969, entre ellos la posesión de Nixon como presidente, el hombre pisó la Luna por primera vez, se celebró Woodstock, se creó Arpanet y el 10 de diciembre, Alfredo Montoya Melgar tomó posesión de su plaza como catedrático numerario de Derecho del Trabajo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia y aquel hecho, "de alguna manera, cambió las vidas de todos los reunidos en este salón de actos".
Según el rector de la Universidad de Murcia, cuando Billy Wilder rodaba y tenía algún problema y no sabía cómo resolverlo paraba y se preguntaba a sí mismo cómo lo habría resuelto Lubitsch. Al igual que Wilder, Luján Alcaraz, a lo largo de su carrera muchas veces ha parado y se ha preguntado cómo lo haría Montoya.
Joaquín Garcia Murcia, catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la UCM, también elogió a Montoya Melgar por sus "prestigiosas aportaciones a la ciencia laboralista española, en las que ya se podía advertir su sencillez en el razonamiento, su buen juicio en la argumentación, su inigualable capacidad de ponderación de los intereses en juego y su estilo limpio, clarividente y erudito".
El propio Alfredo Montoya agradeció, con palabras elogiosas, a todos y cada uno de los participantes en el homenaje y dio también gracias a la vida, "que como en la canción de Violeta Parra" le ha dado tanto. Aseguró que el haber venido al mundo en Madrid en plena guerra civil y el haber sobrevivido "a la penuria y a los bombardeos" le inmunizó frente a posteriores contratiempos que "siempre han resultado, como es lógico, menores".
En su discurso homenajeó a su vez a su maestro, y "gran maestro del Derecho del Trabajo", que no fue otro que Manuel Alonso Olea, quien le orientó con su "estilo preciso, su cultura no sólo jurídica, su claridad sistemática, su elegancia expositiva y su enorme respeto a la función docente y al alumno" lograron que el Derecho del Trabajo apareciera ante él como el objeto claro de su futuro dedicación profesional.