Hasta el 31 de marzo se puede visitar en la sala c arte c, ubicada junto al Museo del Traje, la exposición "Herbarios imaginados", que de acuerdo con Isabel María García Fernández, vicerrectora de Cultura, Deporte y Extensión Universitaria, "establece un diálogo del pasado científico con el arte contemporáneo". Para ello, los comisarios y profesores de la Facultad de Bellas Artes, Toya Legido y Luis Castelo, han seleccionado obras de los museos, colecciones y bibliotecas de la Complutense, y las han confrontado con piezas de artistas actuales. La muestra, que nació de una convocatoria del vicerrectorado de Cultura para realizar comisariados en la sala c arte c, se divide en cuatro secciones: Venenos y medicinas, Viajes y expediciones, Jardines y florilegios y Ciencia y medioambiente, y es la segunda muestra que organizan Legido y Castelo tras Zoologías del año 2012, que comisariaron junto a Manuel Barbero.
Aquella muestra les sirvió a Toya Legido y Luis Castelo como experiencia previa para montar esta nueva exposición, a lo que se ha unido el hecho de que los dos han sido los responsables de fotografiar la guía de los museos complutenses, lo que les ha llevado a visitar todas las colecciones y museos de la UCM, lo que les ha dado un conocimiento bastante exhaustivo de nuestro patrimonio.
La primera de las secciones, a la izquierda de la entrada, la llamada Venenos y medicinas, habla sobre el origen de los herbarios, de su nacimiento con la intención de hacer medicinas. De acuerdo con Legido, "es una parte donde subyace la idea de la ciencia y la magia, porque en los orígenes la frontera se diluye, y es un concepto con el que trabajan también muchos artistas contemporáneos, en desmitificar lo científico, o al menos dudar de aquello que en su día fue propuesto como ciencia".
En esta zona de la exposición se muestran tratados de la Biblioteca Histórica de la UCM, entre ellos la primera edición en castellano del Dioscórides, de 1563, un tratado botánico que se escribió por primera vez en el siglo I, pero que se empezó a difundir en Europa en el siglo XIV; y el Ulisse Aldrovandi, de 1642, repleto de animales y plantas fantásticas, ya que no eran dibujos del natural, sino que se basaban en narraciones de viajeros.
Esos libros, de acuerdo con Legido, "colegan mucho con la obra de artistas contemporáneos como el Herbario de Joan Fontcuberta, una pieza clave desde el punto de vista de la fotografía, la botánica y la relación entre arte y ciencia". La obra se realizó en los años 80, y el artista la presentó como un herbario habitual, con sus nombres científicos, pero en realidad son reconstrucciones, son plantas inventadas, pero "en aquella época, como había una fe ciega en la imagen fotográfica, todo el mundo creyó que aquellos trabajos eran reales". Castelo explica que esta obra, y la de otros muchos artistas relevantes, repartidas por toda la muestra, no forman parte de los fondos de la UCM, sino que "han sido prestadas de manera muy generosa por los propios autores".
En la sección, junto a piezas de diferentes épocas que provienen del Museo de la Farmacia Hispana de la UCM, se exponen trabajos de Manuel Barbero, un gran conocedor de la Historia de la Ciencia; plantas del herbario de la Facultad de Ciencias Biológicas; un archivo inédito de placas fotográficas de Blas Lázaro Ibiza, también de la Facultad de Farmacia; obras de Antonio Tabernero, y una amplia muestra de cianotipias de Anna Atkins, que es la primera fotógrafa de la que hay constancia en la historia.
Viajes y expediciones
La segunda sección plantea qué ocurre cuando comienzan los viajes a América y se descubren otros continentes, lo que amplía y cambia el herbario, así como el propio concepto de botánica. Legido explica que además en esta época es cuando aparece la imagen del Edén, del paraíso perdido, mientras que "los artistas contemporáneos lo que hacen es dar una vuelta a ese concepto, haciendo un análisis crítico, planteando la historia de una manera no colonizadora".
En esta zona se entremezclan los trabajos oníricos de Alfonso Galván, centrado en la idea del Edén y lo salvaje; las imágenes de invernaderos de plataneros abandonados en Islandia, realizadas por Juan Baraja; la crítica al colonialismo en Filipinas de Andrés Pachón; las fotografías de Paula Anta, en las que plantea que el paraíso perdido está en medio de las ciudades y sólo quedan pequeños reductos como los jardines botánicos, que son una naturaleza artificial; las bellas ilustraciones de Marta Chirino, y un libro de artista de Marián Cao, que pidió participar en la muestra tras conocer la exposición que montó Toya Legido en Logroño.
Paulina Bermejo, catedrática del Departamento de Farmacología, Farmacognosia y Botánica y directora de la Colección Histórica de Drogas de la UCM, explica que antes del descubrimiento de América los recursos medicinales eran todos de origen mediterráneo, y luego se empezaron a incorporar recursos del nuevo continente, como los que se exponen en esta zona de la muestra. Todos provienen de esta colección que se utilizaba con fines didácticos desde el establecimiento de las enseñanzas de Farmacia en el Colegio de San Fernando. Las quinas que se exponen, por ejemplo, "están colegadas con los dibujos de los libros Flora Peruviana et Chilensis (1798-1802), y el Tractado de las drogas y medicinas de las Indias Orientales (1578), que provienen de la Biblioteca Histórica".
Del libro de 1726 de Maria Sibylla Merian, la directora de la Biblioteca Histórica, Marta Torres, explica que es el único libro de una mujer que hay en una expedición a Surinam, y "además la autora era una gran dibujante, tanto de flores como de plantas e insectos". De allí trajo una colección de dibujos espectacular, que luego en Europa se convirtió en "uno de los libros de Botánica más interesantes desde el punto de vista científico, pero además en uno de los más hermosos que hay en la colección de Botánica de la UCM".
Daniel Sánchez, director del Herbario de la Facultad de Farmacia, explica que de su colección se han traído algunas de las 70 láminas que están perfectamente montadas para impartir didáctica en las grandes aulas en forma de hemiciclo que hay en la Facultad. En ellas se representa la diversidad botánica, "siempre con aplicación con interés económico o terapéutico".
Hay también fotografías realizadas en Colombia por José Cuatrecasas, renombrado catedrático de la Facultad de Farmacia, quien, de acuerdo con Antonio González Bueno, del Departamento de Farmacia Galénica y Tecnología Alimentaria, "fue el último director del Jardín Botánico de Madrid antes de que acabase la guerra civil y luego llegó a dirigir el Smithsonian de Washington, donde todavía hay un premio que lleva su nombre".
Jardines y florilegios
Tras la selva, "se llega al jardín, ya que los primeros jardines históricos, son botánicos, asociados a universidades, y no aparecen los jardines cortesanos hasta que no se popularizan los viajes y se quiere mostrar la opulencia, el lujo y el poder colonial".
Aquí se muestra una selección de los 190 modelos clásticos (anatómicos y desmontables) que se conservan en la Facultad de Farmacia, que se usaban en las clases para enseñar las plantas y que están realizados en papel maché. Las piezas exhibidas se han restaurado para la muestra, para "poquito a poco, ir contribuyendo a la recuperación y restauración del patrimonio de la UCM, con la ayuda inestimable de Alicia Sánchez". Algo que ha ocurrido también con la mayor parte de las láminas murales que se muestran en esta sección.
Se exponen además grabados japoneses, de la colección de la Facultad de Bellas Artes, y ejemplares de libros clásicos como el de Basilius Besler (1613), que era un auténtico libro de prestigio, ya que "incluso le permitió comprarse una casa al vender el primer libro".
Entre las obras contemporáneas están los trabajos de Linarejos Moreno, que hace fotos de modelos clásticos, siguiendo el estilo de Karl Blossfeldt, aunque modificándolo y en lugar de utilizar los elementos naturales, fotografía los modelos artificiales; los bodegones estilo holandés, realizados con la técnica de la escanografía, homenaje a mujeres artistas, de Carmen Van Den Eyde; los cuadros de Juan Gallego Garrido, que conjugan la mirada fotográfica con la imagen microscópica, aunque a una escala enorme, y una especie de árboles de la vida de la artista sueca Lotta Olsson, realizados con herbarios.
También se podrían incluir los autocromos realizados a principios del siglo XX por Blas Lázaro Ibiza, encontrados en el Herbario de la Facultad de Farmacia, y que suponen las primeras imágenes realizadas en color, en las que se ven floreros de plantas del entorno de Madrid, que también se utilizaban para uso didáctico. Luis Castelo define estos autocromos como "una auténtica joya" y Toya Legido añade que imágenes como estas están en el origen del puntillismo, "un estilo que no puede nacer si a alguien no se le había ocurrido pintar a puntos, que era como pintaba la fotografía en su origen".
Ciencia y medioambiente
Legido explica que la primera idea para esta última sección era centrar el tema en medioambiente y ecología, pero vieron que en los fondos de la UCM hay más ciencia que ecología, así que se ha optado por incluir esta perspectiva, "para llegar a la parte contemporánea, haciendo el viaje con diferentes maneras de ver el herbario desde aquellas farmacias medievales de la primera sección hasta la actualidad".
Por lo tanto, aquí se plantea la idea de cómo cambia la visión con el uso de los microscopios o sistemas más modernos. En esta zona, por ejemplo, hay modelos, ya no realizados con papel maché, sino con gelatina, que representan a esporas o a cortes histológicos ampliados, o imágenes realizadas con telescopio electrónico con una técnica en la que las muestras se bañaban en oro, y placas didácticas que se proyectaban en clase. También se ha incluido una piedra con un líquen, del experimento espacial, diseñado por el profesor Leopoldo García Sancho, que lo expuso a las condiciones del espacio exterior, y que regresó a la Tierra con vida, lo que plantea la posibilidad de que la vida llegase a nuestro planeta desde algún otro confín del Universo.
Entre los creadores más modernos, destaca el trabajo de Rodrigo Arteaga, un artista chileno que, con un pirógrafo sobre papel, denuncia la pérdida de la biodiversidad en tiempos de Pinochet y las graves consecuencias posteriores producidas por incendios que devastaron todo lo plantado; los herbarios realizados con flores de plástico de tiendas de todo a cien de Alberto Baraya, en las que se denuncia la idea de que eso es todo lo que nos queda de la naturaleza; una fotografía de Javier Vallhonrat, que incluye todos los nombres científicos dentro de la imagen y el hábitat, "proponiendo un estudio de la naturaleza a lo Humboldt, no como piezas aisladas", y una serie de imágenes de la israelí Nurit Bar-Shai, que muestra la comunicación entre bacterias y cómo eso crea patrones diferentes, y que fue la portada del catálogo de la exposición de Biodesign del MOMA.
El paseo, por la más de doscientas obras expuestas, de las que aquí se han nombrado sólo algunas, termina con un paseo frente a la bella obra de doce metros en blanco y negro realizada por Alfonso Galván. Un recuerdo de toda la belleza que dejamos detrás y que se puede seguir disfrutando gracias al catálogo, publicado por Ediciones Complutense.