La revista Scientific Reports acaba de publicar un artículo, que surge de un proyecto financiado por la Comunidad de Madrid que se concedió a dos grupos de la UCM, al dirigido por el profesor Francisco Monroy, de la Facultad de Ciencias Químicas, y al del investigador Ramón y Cajal de la Facultad de Medicina, Javier Redondo-Muñoz, para estudiar la biofísica, las propiedades mecánicas del núcleo de células de leucemia aguda. Explica Redondo-Muñoz que este tipo de leucemia ocurre tanto en adultos como en niños, pero sobre todo en niños, en algo más de un 80% de los casos. Gracias a una técnica desarrollada en el laboratorio del profesor Monroy, se ha visto que la propiedades físicas del núcleo difieren si son muestras de pacientes con un riesgo estándar, alto o en recaída, lo que "a medio-largo plazo podría servir para ayudar a los médicos a la hora de diagnosticar la enfermedad".
Javier Redondo-Muñoz informa de que en este estudio se han centrado, sobre todo, en una técnica que "explicada de manera didáctica, es como grabar una película ultrarrápida de los núcleos, durante uno o dos minutos, tomando muchísimas fotos por segundo, y luego se analiza esa película". En ella se identifican granos o gránulos de la cromatina que está empaquetada dentro del núcleo, y eso permite conocer cómo está el núcleo, si está muy denso y los gránulos apenas se pueden mover porque no tienen espacio para hacerlo, o si está muy relajado y los gránulos de cromatina se pueden mover muchísimo más. Eso da unos valores numéricos que permiten, sobre todo "gracias al trabajo del grupo de Francisco Monroy, sacar unos parámetros, unas propiedades físicas como la viscosidad y la densidad de los núcleos".
Las leucemias van desde riesgo bajo, que son en las que no va a haber problemas de recaídas y que responden bien a un tratamiento, hasta las de riesgo alto, que no responden a los tratamientos de quimioterapia, sufren recaídas y los pacientes acaban falleciendo si no reciben un trasplante. Con este estudio "se ha visto que las leucemias más agresivas, las de peor pronóstico, presentan unas propiedades mecánicas diferentes a las de riesgo normal, y eso abre una posibilidad a medio-largo plazo de que sirvan para ayudar a los clínicos en el diagnóstico de la enfermedad. Podría servir, por ejemplo, para distinguir a las personas que tienen un riesgo intermedio y no tienen una clasificación clara".
La puesta a punto de esta técnica se ha hecho con muestras de pacientes, de riesgo normal, alto y en recaída. Estas últimas "son las muestras más agresivas y las que están más alteradas genéticamente, porque han sobrevivido a una quimioterapia". Además, también se ha trabajado con líneas celulares del laboratorio de Redondo-Muñoz, a las que se les han provocado cambios en la cromatina de los núcleos para comprobar que la técnica funciona, de tal manera que "cuando la cromatina se vuelve más rígida, los gránulos se mueven menos y cuando se relajan se mueven más".
El trabajo se ha llevado a cabo en colaboración con Manuel Ramírez, del Hospital Universitario Niño Jesús, que es quien ha facilitado las muestras primarias de niños con leucemia aguda, y que ha ayudado también a la hora de aportar el aspecto clínico al manuscrito. Redondo-Muñoz reconoce que "colaborar con médicos, o tener la oportunidad de charlar y discutir científicamente con ellos abre mucho el espectro que se maneja desde el laboratorio, que abarca sólo las preguntas básicas, mientras que un médico está preocupado por saber para qué le sirve ese estudio desde un punto de vista pragmático y cómo eso se puede aplicar a sus pacientes".
En este caso concreto, Redondo-Muñoz se sincera y reconoce que "en este momento, la técnica que se ha desarrollado no tiene utilidad clínica, porque es un estudio muy preliminar hecho con unas pocas muestras de pacientes, con una metodología que existe en el laboratorio del profesor Monroy, y de momento no tiene una implementación fácil en los hospitales a día de hoy". A futuro, a medio-largo plazo puede ser que al igual que hoy ya hay unidades de genética en los hospitales para hacer análisis genómicos y ver mutaciones, quizás haya unidades de biofísica para clasificar mejor a las pacientes, "pero hoy en día no existen". Reconoce de todos modos el investigador complutense que con la vista puesta en el futuro se puede plantear el desarrollo de métodos más factibles de implementar en los hospitales.
De todos modos, como toda investigación básica, el trabajo "ha abierto una ventana, que aumentaría con el análisis de muchas más muestras y eso permitiría desarrollar esas técnicas, capaces de validar la ideada en la UCM, para identificar la malignidad de las muestras de los pacientes y ver si podría funcionar". En la actualidad ya hay bastantes trabajos, no relacionados con este estudio, pero sí con otras técnicas, que apuntan en la dirección de que "las propiedades biofísicas, pueden ser una metodología aplicable en la clínica en el futuro".
Mientras que en el caso de este estudio publicado en Scientific Reports, los investigadores se han centrado únicamente en la parte mecánica de las células, a más largo plazo el interés de Redondo-Muñoz sigue siendo "estudiar cómo esas células que presentan una mecánica distinta son más invasivas o son capaces de migrar y moverse a sitios de metástasis". Es decir, no sólo centrarse a nivel diagnóstico como en este artículo, sino también a nivel terapéutico, porque "la pregunta es saber si afectando a esos cambios mecánicos, se puede impedir que las células tumorales de leucemia vayan al cerebro del paciente. Y eso es algo que de momento no se sabe y que queda para futuros estudios".