"Este es un virus del siglo XXI, y para entenderlo hay que hacer un estudio a nivel internacional e interdisciplinar". Así lo afirma, Simone Belli, investigador del Departamento de Antropología Social y Psicología Social de la Complutense, que participa en el proyecto PSY-COVID. Liderado por el grupo de investigación en Estrés y Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), y de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación y del eHealth Center de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), reúne un equipo de 50 investigadores colaboradores de 20 universidades de 15 países de América y Europa, entre los que hay no sólo psicólogos, sino también expertos en computación, big data, sociólogos, politólogos... El estudio, basado en una macroencuesta que está ahora mismo activa, y en la que puede participar cualquiera, quiere evaluar el efecto acumulativo de la pandemia de la COVID-19 sobre el comportamiento humano, tanto en sus aspectos negativos como en los positivos.
El investigador Simone Belli explica que el proyecto se divide en cuatro fases. La primera de ellas fue la elaboración y el desarrollo de la encuesta, y ahora mismo está ya en la segunda, que es la difusión del cuestionario y el estudio de campo. La tercera será la de compartir los resultados, porque "hay ganas de tener esos datos científicos y además hay que hacerlo rápido para que no se queden obsoletos" y la cuarta será la parte de comunicaciones científicas que ayudarán a desarrollar las estrategias frente a un futuro rebote u otras pandemias.
Belli explica que con los millones de datos que se espera recoger se podrá ver "cómo afecta la pandemia, cómo es el contagio emocional, ya que los individuos necesitan las emociones, sienten cosas, necesitan expresarlas y sí ya no podemos expresarlas cara a cara estamos todos en el mundo digital, con las pantallas". Aparte de los efectos negativos que se derivan de esta situación, como "la ansiedad y la depresión, que ahora tendrán un efecto mayor porque no hay apoyo social", el estudio quiere identificar también los aspectos positivos del aislamiento, porque "los individuos ven las prioridades de sus vidas, lo que importa más y lo que menos". Cree Belli que "debido al confinamiento se ha producido el empoderamiento de las propias vidas, de la responsabilidad, de los compromisos sociales, de la confianza y de la resiliencia. Los individuos, gracias a esta situación, pueden llegar a conocerse mejor".
El duelo
Para el investigador complutense "es evidente es que esta pandemia ha creado un antes y un después, porque de repente parece un proyecto de ingeniería social, porque nos dicen lo que tenemos que hacer y cómo tenemos que hacerlo". Belli está interesado, como investigador, en el tema del duelo, porque "ahora fallece un amigo, un pariente o un conocido, algo que a estas alturas hemos experimentado todos, y no podemos expresar nuestros sentimientos. Los entierros, si es que los hay, son de aforo limitado; en gran parte de los casos no se ha podido ni siquiera asistir a los parientes en el hospital, ni se ha podido ver el cuerpo después de la muerte, y eso es algo que se queda interrumpido desde el punto de vista emocional, que no se puede socializar y que es muy impactante. Es algo que no se ha experimentado nunca de esta manera, quizás algo en las guerras con los desaparecidos, pero no las generaciones de este momento histórico".
Belli reconoce que además le ha afectado mucho como persona porque vive y trabaja en Madrid, pero su familia es de Bérgamo, y "se puede decir que las dos ciudades son los focos de la pandemia en Europa". En estas localizaciones geográficas concretas se ha escuchado continuamente, durante dos meses, una narración que provoca un duelo social, porque "aunque uno no tenga una persona directa que ha fallecido, los relatos llegan a través de los medios de comunicación, donde se nos informa a diario de la cantidad de fallecidos".
Ese relato entre Italia y España es muy parecido, pero quizás en otras partes del mundo las emociones no sean tan similares, y por eso que se esté ampliando también la encuesta a países americanos. "De ahí la relevancia de una macroencuesta internacional, que quiere abordar también los cambios organizativos, políticos y económicos de los diferentes países". Los patrones que se estudian no son sólo socioeconómicos, sino también emocionales, porque es probable que "el recorrido que ha hecho el individuo haya seguido las mismas emociones".
Jóvenes y mayores
Hasta la fecha, se han recopilado más de 4.000 respuestas en España, lo que supone medio millón de datos y equivale ya a superar un tercio del objetivo propuesto inicialmente. La encuesta está abierta a cualquier persona en principio hasta el 25 de mayo y se está motivando a la gente mayor a participar, porque, como reconoce Belli, "mientras que la gente joven o los adultos, hasta 50 años, están siempre muy bien representados en las encuestas en general, los mayores de 65 años tienen muy poca representación". Para aumentar la participación de ese grupo de edad, están ayudando estudiantes de máster de la Facultad de Psicología, llamando por teléfono a personas que no tienen mucha familiaridad con lo digital, y rellenándoles la encuesta.
Belli añade que contestar a un cuestionario, sobre todo ahora que estamos todos en casa delante de un ordenador o con un teléfono móvil, es "un pequeño esfuerzo personal que sirve para hacer una gran contribución a la ciencia. Se espera que gracias a este tipo de proyecto que permita conocer cómo viven las personas en esta pandemia, se pueda mejorar su vida e incluso salvarlas, porque hay muchos casos de emociones negativas que pueden llegar a causar la muerte debido a ese contagio emocional".
De acuerdo con datos previos, Belli opina que "los jóvenes, los que todavía no se han independizado, los que viven con sus padres, lo están pasando mal, por el hecho de no poder compartir espacios y experiencias con otros jóvenes. Es decir, que se quedan sin su sitio, y en una ciudad como Madrid, llena de pisos, con pocos jardines para expandirse, afecta más".
Aparte de los jóvenes, se ha visto que la gente mayor son el grupo más afectado porque son la población de riesgo, y además muchas veces están solos. "Si los jóvenes no quieren compartir sus espacios con sus padres, hay gente mayor que no puede compartirlo con nadie, porque está completamente aislada y, por su seguridad, no se pueden acercar a sus parientes". Si a eso se le añade que los jóvenes saben utilizar la tecnología para comunicarse y mucha gente mayor no tiene acceso a ella, da como resultado que "están todo el día mirando la televisión generalista, totalmente expuestos a lo que está pasando por causa del coronavirus".
Belli cree, por tanto, que los jóvenes tienen una escapatoria digital que no tienen las personas mayores. Además, "los números de personas afectadas por el virus hablan claro, los más afectados desde el punto de vista sanitario son los mayores, y eso les provoca miedo, tanto miedo percibido como miedo vivido, que crece cuando salen a la calle, porque saben que si se contagian puede ser fatal".
Prevención
Uno de los objetivos principales de este estudio, que está coordinado a nivel global por el profesor Antoni Sanz, de la Facultad de Psicología de la UAB, y a nivel español por Clara Selva, de la UOC, es pensar en un escenario futuro. Tiene claro Belli que "no se sabe si habrá un rebrote tras el verano que nos vuelva a confinar, o si en un par de años habrá un nuevo virus". Por eso, se quiere "elaborar una serie de estrategias para llevar el confinamiento un poco mejor, porque ahora ha sido una emergencia, pero si vuelve a ocurrir ya no se podrá denominar así, ya que habrá un antecedente contemporáneo, así que deberá haber estrategias para que todos los profesionales e individuos, no solamente los sanitarios, puedan tener herramientas para que no tenga tantos efectos como la de ahora".
El punto principal de todas estas investigaciones es pensar en escenarios futuros, en lo que pueda pasar otra vez y si "hace un año nadie podía pensar que esto pudiera ocurrir, ahora si podemos imaginar escenarios futuros, y para ello la mejor manera es pensar en cómo podrían ser". De momento, de acuerdo con Belli, la literatura científica sobre la familia de coronavirus es muy pobre y de hecho hasta el SARS prácticamente no se estaba estudiando, y "cuando comenzó el crecimiento exponencial de trabajos fue a partir de finales de 2019. Lo interesante es que no son investigaciones que se quedan aisladas, sino que son colaborativas e internacionales, como esta, porque hora hay ganas de conocimiento, de saber más, y este estudio intenta cubrir parte de ese vacío que todavía hay".
Concluye el investigador complutense que "la única manera de hacer las cosas, frente a un problema mundial, es encontrar una solución global, porque la ciencia si es colaborativa es una ciencia de calidad y va a tener un impacto positivo, y si se queda en algo individual quizás encuentra alguna solución a escala local, pero fracasará en cuanto se intente aplicar una solución en todo el mundo".