En el curso "La Agenda 2030: El gran reto mundial de esta década", Manuel Castells, ministro de Universidades, ha expresado su convencimiento de que "en la base de la desigualdad social está la desigualdad en el acceso a la educación, así que ahí está la matriz de la corrección de las desigualdades". Hablando como un investigador académico, no como ministro, Castelles presentó las que él piensa que deben ser las características de la escuela de este siglo, entre las que se encuentran la presencialidad, la conexión del aula, transformaciones pedagógicas, evitar el aburrimiento de los estudiantes, mejorar la formación y la calidad de vida de los maestros y las maestras, así como fomentar la relación entre la escuela y la cultura juvenil.
De acuerdo con Manuel Castells, todas esas ideas se integran en la Agenda 2030, que "es una estrategia multidimensional y global para construir democráticamente el bienestar social, la igualdad entre los humanos y la solidaridad intergeneracional sin la que no puede existir la sostenibilidad del planeta, entendida como la supervivencia de nuestra especie en la Tierra". En esa estrategia, la educación tiene un papel central tanto para la productividad, "que es la única forma real de crecimiento económico", como para "el desarrollo personal, por nuestra capacidad de entender y gestionar nuestra vida". Opina el ministro que "la educación nos permite ser humanos y hacer honor a nuestra especie, y no degradarla como hacemos habitualmente; y también es lo que permite la misma igualdad de oportunidades, porque a partir de ahí, cada uno puede desarrollarse en su plenitud".
Pero para cumplir ese papel no vale una educación cualquiera, sino que tiene que ser una "más dinámica, más integradora, que permita igualar las oportunidades". Cree Castells, que la primera característica de la escuela del siglo XXI, es que sea presencial, "porque eso es fundamental para la socialización y, por tanto, para la formación de la personalidad". De todos modos, eso no implica que no se usen las enormes posibilidades cognitivas de la digitalización con el apoyo de materiales y sistemas de aprendizaje de Internet, más bien todo lo contrario, y "eso sólo se puede hacer de una manera, a través de la guía de los maestros y maestras, que son los que les tienen que enseñar a integrar el juego tecnológico con su capacidad de aprendizaje".
Para ello, lo esencial es "la calidad de conexión del aula, porque lo de un ordenador para cada uno está muy anticuado, era un simple negocio y además se vio que lo importante no era el portátil, sino la conexión de alta velocidad". El ministro considera que la expansión de las redes 5G lo puede cambiar todo, porque "tienen más capacidad de transmisión de datos, latencia y la capacidad de recombinar e introducir elementos de la virtualización, que permiten entrar en todo el patrimonio cultural y científico del planeta".
Transformación de la pedagogía
Ese nuevo entorno tecnológico permite y estimula tres grandes transformaciones pedagógicas: "formación de grupos de aprendizaje comunal; la autonomía y personalización del aprendizaje, y la conexión constante y acceso al tiempo real con capacidad de recombinación del repositorio mundial de conocimientos y experiencias". Recuerda Castells que esos "son los mismos principios del pedagogo Paulo Freire, pero escalados de manera global, no yendo de uno en uno, y no olvidemos que la dictadura de Bolsonaro, de hecho, ha prohibido estudiar a Freire en las escuelas".
El dispositivo fundamental de esas transformaciones es la relación maestra-alumnos, y para ello "las maestras necesitan adaptarse a la nueva escuela del siglo XXI en su capacidad y para ello hace falta una nueva forma de formación, que combine lo generalista y lo especializado, como la enseñanza obligatoria de Filosofía e Historia en el MIT, con capacidad evolutiva de la especialización conforme cambie el contexto y el mercado de trabajo". Por lo tanto, "la formación de las maestras tiene que ser constantemente actualizada con formación virtual y cursos de reciclaje que hagan la escuela normal virtual, que sea constante".
Otra condición de las maestras, fundamental para el ministro, es "el cambio de subjetividad, porque todos los enseñantes tienen que despojarse de su vestimenta de autoridad y aprender con los alumnos, que están conectados con la sociedad. Para hacer eso hay que aceptar una cierta horizontalidad, que no implica una pérdida de poder, hay que aceptar que la labor es de guía, estimulando y aceptando su contribución individual y comunal". Cuenta Castells que él no prohíbe los móviles en sus clases, sino que por el contrario sugiere que googlen todo lo que él dice, lo que le permite reconocer sus errores y además "los alumnos no se duermen, están todos estimulados y son más felices". Es consciente el ministro de que los estudiantes van a jugar con el móvil y el ordenador, pero "hoy día son multitarea, hacen cinco cosas a la vez perfectamente, pierden capacidad de memorización pero no de capacidad de combinatoria, y ahí es donde está la fuente de la creatividad, que es lo más importante en la opinión de muchos pedagogos. No hay que reprimir la creatividad ni la rebelión, porque eso da lugar a robots humanos".
Valores transversales
Además de que las escuelas y las universidades sean autónomas en su gestión, en su desarrollo y sus programas, aunque "las escuelas, sobre todo, tienen que partir de estándares comunes", hay que conseguir que se impartan valores de manera transversal, en especial "los patrones normativos de conducta con los que funcionamos en la sociedad, que están agregados y no hay que tener muchos, poquitos, arraigados, basados en la defensa de los Derechos Humanos y ecológicos; de igualdad de género; derechos de los animales, que se olvidan casi siempre pero son fundamentales; contra el racismo; la xenofobia... ".
Todo eso, además de la mejora salarial y de prestigio de las maestras y maestros, es esencial en estos tiempos en los que "vivimos en medio de vientos de barbarie, con distintas manifestaciones a la Trump y Bolsonario, de criminalidad organizada, de corrupción del Estado, de violencia de género... De ahí sólo se sale con una nueva política, que no puede venir de una nueva ideología, sino que tiene que salir de una ciudadanía formada, educada, capaz de autonomizarse y desde ahí solidarizarse". Por eso, "o inventamos una nueva política o esos vientos de barbarie acaban con la sociedad tal y como la conocemos y esa nueva política pasa por una educación que no sea otro eslogan publicitario, sino una forma de vivir". Concluye el director del curso, Santiago Jiménez Martín, que la Agenda 2030 es un rayo de esperanza en medio de esos vientos de barbarie.