Desde el lunes 8 de junio se han vuelto a abrir nueve bibliotecas de la Universidad Complutense, no las salas, por supuesto, pero sí un servicio de préstamo de libros con cita previa. El director de la Biblioteca de la UCM, Antonio Moreno Cañizares, informa de que el servicio está funcionando muy bien desde el comienzo, aunque "sin acumulación de usuarios, porque estas fechas son épocas de exámenes y ya no hay tanta demanda". Esta tercera semana de junio se abrirán otras seis bibliotecas más y aunque el proceso de apertura va más despacio de lo que al director le gustaría, también es consciente de que gran parte de los usuarios ya están accediendo a los libros en formato electrónico.
¿Está la Biblioteca complutense apostando por ese formato?
Lo cierto es que sí. Estamos haciendo un esfuerzo muy fuerte en esa línea, y por eso hemos incrementado la colección en 29.000 libros electrónicos con lo que ya tenemos más de 400.000 en distintas plataformas. De ella destacaría Odilo, que es una colección muy interesante, porque incluye muchos manuales en castellano de diferentes disciplinas, lo que es una de las grandes carencias que tiene España, ya que las grandes empresas todavía son temerosas de poner sus libros en colecciones de préstamo por el tema del plagio. Desde la Biblioteca de la UCM se está haciendo además recomendaciones a profesores y a las bibliotecas de los centros para que no compren papel, primero porque muchas editoriales están ofreciendo contenido gratuito en formato electrónico a sus suscriptores, y porque además ahora se está complicando mucho su uso. Piensa que una vez que devuelven un libro en papel, el nuevo protocolo de seguridad establece que hay que guardarlo en una caja precintada durante catorce días hasta que pueda estar disponible de nuevo. Eso no es un problema si se trata de unos pocos libros, pero imagínatelo con el movimiento de la enorme colección impresa de la Complutense de aquí hasta final de año, que es cuando quizás se publiquen nuevas normas.
¿Cree que este uso del libro digital es algo coyuntural?
Yo creo que no, porque por ejemplo, tuve una reunión con la Delegación de Estudiantes y lo que me demandaron fue el aumento de las colecciones digitales, y además creo que no es una cosa sólo de los jóvenes, sino que se están adaptando muy bien también los profesores y el resto de los trabajadores. En estos meses, en la Biblioteca se ha incrementado un 200% el uso de la colección electrónica, con 27.000 títulos descargados, y los primeros días se dispararon las consultas a la web y al Catálogo Cisne, que en estos meses han llegado a 1.700.000. A los profesores les hemos aconsejado que adapten sus bibliografías recomendadas a las colecciones electrónicas, y si hay algo que no tenemos les podemos ayudar a encontrar una alternativa, o conseguir el libro electrónico en sí. Tengo claro que esta pandemia ha marcado un antes y un después, el mundo del papel va a desaparecer.
¿Desaparecer?
Bueno, es un proceso a larguísimo plazo que nosotros no vamos a ver, pero sí que se va a sustituir poco a poco, porque se va a potenciar el uso del libro electrónico y el alumno va a descubrir un mundo que desconoce. Desde la Biblioteca tenemos mucho que mejorar para fomentar ese conocimiento, pero creo que lo estamos haciendo cada vez mejor, y una de las ideas es que los usuarios descubran que el papel está muy bien, pero si, por ejemplo, un domingo necesitas un libro, no hace falta desplazarte, te lo puedes descargar incluso a todo color y en algunas plataformas lo puedes subrayar, poner marcadores, crear tu propia bibliografía de forma automática... Creo que a raíz de la pandemia, el mundo electrónico va a pegar una explosión en todos los sentidos, en detrimento del papel.
¿Usted es usuario del libro electrónico?
Sí, prácticamente todo lo que leo es en electrónico, tanto en el móvil como en el portátil o la tablet. Soy fan de lo electrónico y siempre lo he sido desde uno de mis primeros puestos de responsabilidad, que fue trabajar en la web de la biblioteca y diseñar los blogs. Además no soy sólo yo, los estudiantes ya casi no leen en papel, a no ser lo que mandan los profesores.
Vayamos al principio de la pandemia, ¿cómo fue ese momento en el que se decidió que había que cerrar las bibliotecas de la UCM? ¿Estaban ya preparados para algo así o ha habido que adaptarse rápidamente?
Sí, pero no. Me explico. Unos días antes del estado de alarma ya se anunciaba que era posible el cierre de las universidades, así que di la orden de ponernos inmediatamente en modo teletrabajo y gracias a eso preparamos la situación para que todo el mundo se fuese a su casa con el material necesario. De tal modo, que cuando se declaró el estado de alarma ya estábamos preparados para teletrabajar. Además, la Biblioteca llevaba ya muchos años trabajando a nivel virtual, apostando por las colecciones electrónicas o con un chat. Es cierto que este chat, que llevaba muchos años en marcha, era un servicio instalado en local, en el PC de cada bibliotecario, pero en el plazo de diez días lo reconvertimos para que el personal lo pudiera utilizar desde su casa. Hemos renovado también todos los tutoriales, ofrecido algunas exposiciones virtuales y hemos prestado asistencia en línea, respuestas a través de formularios o correos y sugerencias y estábamos empezando con la formación on line, por la que yo mismo llevo apostando muchos años, desde que estaba en la biblioteca de la Facultad de Psicología.
¿Qué ventajas tiene esa formación en línea?
Muchas. Es una formación que supone un ahorro y una enorme facilidad para el usuario, porque puede hacer el curso en cualquier momento y lugar, incluso fuera de la universidad, además supone una racionalización del personal, porque ahora mismo la Biblioteca de la UCM tiene un déficit en personal técnico. Hay tres escalas, la auxiliar, que es la que se dedica más a la atención directa al usuario; la técnica, que es la dedicada a catalogación, la formación y apoyo al investigador, y, por último, la directiva. De esas tres, ahora mismo la que está más débil es el área técnica, y a las bibliotecas les requiere mucho esfuerzo desarrollar la formación presencial, así que ya desde Psicología me empeñé en dar la formación on line. El anterior director de allí tenía un proyecto de innovación docente y empezaron con una plataforma que ofrecía vídeos, más bien tutoriales que un curso. Yo quería, sin embargo, dar lo mismo que se puede dar en presencial, con evaluación incluida y un certificado. En Psicología se consiguió hace unos dos años y ha ido bastante bien, porque se redujeron al máximo los cursos presenciales, así que ya teníamos experiencia en este tema cuando llegó la pandemia. Y ahora se han puesto en marcha talleres organizados desde el área de Biociencias, Derecho y Enfermería. La formación virtual que queremos nosotros va más allá de los talleres, deseamos que esté coordinada, con un plan común para todas las bibliotecas, que use una plataforma potente como el campus virtual, que permita el control de asistencia y que tenga un reconocimiento con un certificado de aprovechamiento. Estamos ahora trabajando con la unidad de formación del PAS para poder integrarlo dentro de su plan de formación.
Para el personal habéis hecho también un préstamo de ordenadores portátiles.
Dio la casualidad de que servicios centrales había comprado en septiembre 230 portátiles para todas las bibliotecas y acababan de llegar en febrero, así que alguno estaba incluso sin estrenar cuando comenzamos con el teletrabajo. Cincuenta se dieron para personal, unos ochenta y cinco se cedieron a la Casa del Estudiante, y después de Semana Santa, a partir de la información sobre el trabajo que ha hecho cada bibliotecario en casa, vi las carencias de equipamiento de algunos compañeros. Así que se repartieron, de la María Zambrano y de las bibliotecas de Geografía e Historia y Económicas, otros treinta portátiles para los trabajadores que no tenían equipamiento, así que a día de hoy todo bibliotecario tiene medios. Eso sí, sigue existiendo el problema de la brecha digital a nivel profesional, porque no todo el mundo tiene ADSL o wi-fi.
¿Se ha hecho algo también desde la Biblioteca para apoyar a los profesores?
Pusimos en marcha un formulario de asistencia personalizada al PDI, en el que respondíamos en un plazo de 24 o 48 horas, porque a algunos profesores les costó entender que la Biblioteca cerrara, y les ha costado un poco adaptarse al entorno virtual, tanto a nivel de la docencia como en el manejo de material electrónico. También es cierto que en el área de Humanidades y Ciencias Sociales hay mucha menos información electrónica de la que se encuentra para Ciencias Experimentales y de la Salud. Se creó para eso la web de recursos temporalmente accesibles, que son muchos recursos en pruebas de distribuidores, editoriales y profesionales. Además, tanto para profesores como para estudiantes, se ha ampliado el plazo de devolución de libros, hasta el 15 de septiembre.
¿Qué planes de futuro tiene la Biblioteca?
Estamos trabajando, desde hace ya meses, en el Plan de Acción de la Biblioteca, que inicialmente iba a aplicarse para el curso 2020-2021, y que estaba a punto de ser publicado en marzo, pero con el estado de alarma ha quedado parado, y va a hacer falta que lo reconvirtamos, porque hay muchos objetivos que ahora mismo no son viables y otros quizás no son necesarios. Pero uno de ellos, que es la virtualización de la formación, sí se va a hacer. Como ya te comentaba antes, llevo muchos años a nivel personal y profesional empeñado en esto, y creo que ahora tenemos una enorme oportunidad. El estado de alarma hay que verlo como una contrariedad, pero también como una oportunidad para ponernos en marcha y una de esas oportunidades nos la han dado las reuniones on line con diferentes plataformas, porque te das cuenta de que muchas veces nos estamos reuniendo en la universidad yéndote al rectorado o a una facultad, pero a partir de ahora ya sabemos que nos vamos a poder reunir con cualquiera, viéndole la cara, desde el despacho. Tengo claro que las reuniones ya no van a ser como antes.
¿Cree que la Biblioteca va a salir reforzada de la crisis?
Yo creo que sí, estoy muy orgulloso del esfuerzo que ha hecho todo el personal, y saldremos reforzados porque hemos conseguido mantener el nivel de trabajo y aparte hemos puesto en marcha servicios, de momento en pruebas, como la teleasistencia, para que el profesor, mediante videoconferencia, pueda consultar lo que necesite. Además somos el servicio de la Complutense que, desde el primer momento, nos hemos puesto en marcha para la vuelta a la presencialidad.
Pero las salas no, ¿verdad?
No, las salas todavía no. Según el Real Decreto del Gobierno lo que hay son autorizaciones para la apertura de actividades como hostelería, restauración, supermercados, grandes superficies de 400 metros... Una de esas sería la biblioteca, que se permite abrir, en fase 1 para préstamo y devolución, en fase 2 con un aforo de un 30% y en fase 3 con un 50%. De todos modos, nosotros lo que hemos hecho primero ha sido reunirnos con la Delegación de Estudiantes y les expusimos que no podemos abrir las salas porque la universidad no está dando servicio presencial, así que abrirlas implicaría meter gente en las facultades, y además porque es difícil cumplir el protocolo, ya que hay que reducir mucho el aforo y hay que tener una persona de limpieza que tiene que desinfectar cada vez que se levanta alguien de un puesto. Tendremos también que reordenar los espacios y pensar cómo podemos dar el servicio de las salas de trabajo en grupo, que ahora mismo no se podría ofrecer, así que habrá que reinventar tanto la manera de trabajar como los propios espacios.
¿Podríamos decir, para terminar, que la Biblioteca será mucho más importante en la Complutense cuando lleguemos a la nueva normalidad?
No sé si más importante, pero vamos a seguir siendo útiles y sí creo que en la nueva normalidad vamos a ser más necesarios que nunca, para cumplir nuestro papel de apoyo a la docencia y a la investigación en la universidad, algo que ya hemos cumplido en estos tres meses de teletrabajo.