En una divertida conferencia, la autora de Inés y la alegría, expone las peculiares razones que la llevaron a ser escritora. Su intervención tuvo lugar dentro del ciclo de conferencias "La maestría es un grado" que se celebra a lo largo del curso en la Facultad de Geografía e Historia.
El fútbol, no saber dibujar, equivocarse de carrera y trabajar de "negra" en varias editoriales parecen temas que no tienen nada que ver, pero en la memoria de Almudena Grandes son los cuatro grandes motivos que la llevaron a escribir.
En la conferencia que impartió el 13 de abril explicó que de pequeña era "una niña gorda y poco agraciada". El hecho de ser feo de pequeño puede ser un gran aliciente para la lectura, ya que se "necesita un suplemento de emoción que no se encuentra en la propia vida".
Los domingos por la tarde iba con toda la familia a casa de su abuelo a ver el fútbol. Durante el partido, los niños tenían que estar en silencio en aquella casa "galdosiana" y para que estuvieran callados les daban unos lápices para que dibujasen. A Almudena Grandes eso de pintar no se le daba nada bien, así que ella comenzó a escribir. Todos los domingos empezaba el mismo cuento, muy complicado, que le enseñó la importancia de la estructura del relato, "de lo más relevante del oficio".
Años después, a pesar de ser una gran amante del latín, se matriculó en Geografía e Historia en la Universidad Complutense. Eligió Prehistoria de especialidad porque la historia contemporánea le parecía "super vulgar" y en su área sólo eran 17. Reconoció la escritora, con bastante sorna, que soñaba con ser como Indiana Jones, trabajando con los Leakey en el lago Omo sacando fósiles. A pesar de eso, al terminar la carrera comprendió que no sería capaz de ser historiadora.
Se plantó entonces con 22 años, siendo lo que ella misma define como escritora de "barra de bar", que es la que cuenta historias que no ha escrito jamás. Encontró un trabajo en una editorial para trabajar como redactora, es decir como "negra", escribiendo sobre cualquier cosa y sin firmar lo que escribía.
Esos años fueron su verdadera escuela de escritura en los que aprendió dos cosas fundamentales, la disciplina y el descubrimiento del lenguaje como vehículo expresivo. Para la autora de El corazón helado la disciplina es esencial, porque escribir es vivir en una vida paralela, en una "esquizofrenia simbiótica", ya que "hay que vivir en los dos lugares a la vez sin perderse".
A los 28 años publicó su primera novela, Las edades de Lulú, que tuvo un éxito tan grande que estuvo a punto de arruinarle la carrera, pero también se la salvó porque comenzó a ser considerada como escritora.
Tras superar el escollo de la segunda novela, que es la que la crítica considera como fundamental en la carrera de cualquier escritor, Almudena Grandes se asentó en el mundo del éxito literario donde vive desde entonces.
Embarcada ahora en sus "Episodios de una guerra interminable" (homenaje a Galdós y a Max Aub), se da cuenta de que toda su obra forma un conjunto. En sus novelas ha escrito siempre sobre los conflictos de su generación, de su ciudad y de su país. En ese entramado, su libro Los aires difíciles funciona como "bisagra" por la que se puede doblar su trabajo para que todo tenga sentido y sea un retrato de la memoria de la España del siglo XX.
En estos momentos, los intereses de Almudena Grandes han cambiado con respecto a los de su época universitaria y hoy en día lo que más le apasiona es la historia contemporánea, como se refleja tanto en sus libros como en sus muchas amistades.