Francisco Zurian, coordinador del máster universitario en Estudios LGBTIQ+, lo tiene claro, y si el año pasado en la inauguración de la primera edición afirmaba que "estos estudios salían del armario universitario, se ponían las mejores galas y ocupaban su debido espacio en la universidad", este año ha expresado su convencimiento de que han venido para quedarse. La inauguración del máster ha tenido lugar el 1 de octubre en el paraninfo de la Facultad de Filología y Filosofía, y en ella han participado tanto el coordinador como Aurora Castillo, decana de la Facultad de Trabajo Social; Juan Carlos Doadrio, vicerrector de Relaciones Institucionales, y Marina Echebarría, de la Universidad de Valladolid, quien impartió la conferencia "Regular lo trans o el miedo a la diversidad".
La decana de Trabajo Social, Facultad que acoge el máster, aunque con la participación de profesores de nueve facultades y catorce departamentos, asegura que la primera edición ya despertó un gran interés y espera que en esta segunda se pueda mantener la mayor presencialidad posible "para interactuar, porque de la interacción nace el conocimiento".
Para Francisco Zurian, coordinador del máster, "en las circunstancias de una pandemia mundial no deja de ser una heroicidad decidirse por la propia formación y más, si cabe, sobre una disciplina tan nueva en España". Reconoció, eso sí, que los estudios sobre esta materia no han nacido ahora en España y que "muchas personas se han dedicado a la investigación y estudio en esta área, aunque muchos de ellos no tuvieron sitio en la academia española e incluso tuvieron que abandonarla porque no se tomaba en serio su campo de estudio".
Confía Zurian en que esta segunda promoción consolide un camino que no les han puesto fácil en ningún nivel, y que "además ahora nos ha tocado vivirlo en medio de una pandemia, pero tal vez así este tallo se hará más fuerte, más pertinaz todavía". Añadió que "en la universidad hay que ponerse el gorro de trabajar porque hay mucho que leer, mucho que trabajar, mucho que escribir y mucho que publicar".
Agradeció el coordinador del máster la presencia, y la matriculación de los estudiantes, a los que Juan Carlos Doadrio, vicerrector de Relaciones Institucionales, recordó que desde este momento, y si no lo eran ya, pasan a formar parte de la comunidad complutense, "un auténtico microcosmos internacional implicado con los tiempos que nos ha tocado vivir". Doadrio anunció la intención de desarrollar el Instituto LGBTIQ+, que "sería el primero de España", peor mientras tanto, con iniciativas como este master se irán abriendo "nuevos caminos hacia la libertad".
Una historia de represión
Marina Echebarría, de la Universidad de Valladolid, repasó la historia de las civilizaciones, desde un principio cuando "estaban los clanes felices y donde parece que la diversidad era una norma aceptada e incluso hay glifos en los que representaban la diversidad sexual, hay escena de sexo homosexual y la diversidad era, al parecer, bastante más aceptada de lo que ha sido después".
Mostró Echebarría la imagen de un enterramiento de hace unos 20.000 años, cerca de la actual Praga, que demuestra que "había ya diversidad por identidad de género y alguien permitió que alguien que nació con una constitución masculina fuese enterrada, y probablemente viviese, como mujer". Pronto fue cambiando todo, y predominaron las sociedades patriarcales represivas, marcando una "oscura historia de represión, que no habría importado si con las revoluciones burguesas nos hubiéramos creído los valores, con independencia de nuestra identidad sexual, pero ahí no estaban los transexuales. Estaban en las cárceles y de ahí pasaron a los psiquiátricos, porque se les criminalizo, algo que en España llegó hasta 1985, cuando se quitaron los últimos vestigios de leyes contra la diversidad sexual". Recuerda Echebarría que incluso hoy en día en nueve países están condenados a muerte, y en más de veinte países se les puede encarcelar por delitos de diversidad sexual.
A lo largo de la Historia, el patrón moral de la Iglesia se convirtió en patrón normativo, y luego pasó a la moralidad de nuevo, aplicando una discriminación social como factor de control. Para Echebarría eso ha dado lugar a la "policía de género" que es cualquiera que juzga, persigue, amonesta y señala la diversidad sexual como un patrón digno de condena, "y esta discriminación es peor, porque reprime a todo el mundo por igual".
La aparente igualdad
Es consciente Echebaríría de que "aparentemente hay una situación de igualdad, hay enunciados de igualdad formal tanto en la Constitución como en otras normas". Pero afirma: "Las personas trans vivimos una aplicación de la ley no igualitaria, hay una generación perdida desde el punto de vista laboral. La sociedad ha decidido que seguimos siendo un peligro y en Europa todavía piden en muchas partes la esterilización forzosa y el divorcio forzoso, se niegan los derechos de familia incluso en países de la Unión Europea".
Para la profesora de la Universidad de Valladolid la lucha no se reflejó tampoco en los tratados de derechos humanos internacionales, porque "no hay amparo, ni mención a la identidad de género en esos convenios de los años 40, 50 y 60". Es cierto que con el tiempo se han conseguido resoluciones del Parlamento Europeo, que se incluya la identidad sexual en los principios de la ONU, los informes de la Unión Europea, conferencias internacionales... Pero, a pesar de esto, "todavía está presente la discriminación en nuestras sociedades y el enunciado positivo de los derechos sexuales no está en los tratados internacionales ni en la mayoría de las leyes nacionales".
Incluso llega a haber resoluciones de la ONU, "promovidas por Rusia y los países árabes, que defienden valores tradicionales y que todo lo intermedio entre hombre y mujer no sea más que una perversión". Trump no se libra de la crítica, ya que también quiere eliminar el transgénero dentro de los conceptos legales y ha intentado derogar todas las normas antidiscriminación que venían desde los años cincuenta. Eso sirve para recordar que "si se baja la vigilancia en algún momento, si se para de defender, puedes retroceder, se puede volver atrás tranquilamente".
La situación en España
En nuestro país, el "sistema de extranjería condena a marginación y subempleo, mayoritariamente a la prostitución a las mujeres trans". Hay algunos avances como la Ley de sexo registral, algunas leyes autonómicas en las que se reconoce la identidad, los derechos e incluso algunas acciones positivas en las administraciones más sensibles.
Cuenta Echebarría que existe "una evidente batalla ideológica con las feministas transexcluyentes, que forman una campaña muy potente, pero no se va a dar ni un paso atrás, porque hace falta que se regule la libertad de género como un derecho humano más". Informa la conferenciante de que "Unidas Podemos metió dos proyectos coincidentes en el mismo parlamento, con conceptos distintos y lo dejó ahí, contentando a dos colectivos distintos, y ahora cada plataforma quiere su proyecto, pero no pueden salir los dos, así que habrá que decidir si queremos dos leyes, con materias separadas o si queremos una unificada que intente ser aprobada en esta legislatura. Sabiendo que hay oposición, fake news, sembrando el campo de discordia y que hay 52 votos en el Parlamento que nos llevarán al Tribunal Constitucional".
Más allá de la transexualidad está el reto de "abordar lo no binario que es aún un problema mayor, e incluso la intersexualidad que es más amplia de lo que se imagina, porque hay más personas intersexuales que pelirrojos". Para Echebarría no tiene sentido seguir aferrados a un modelo binario por tradición, pero "el problema de lo no binario es que genera más que miedo, hay un rechazo a lo que se considera extraño y ninguna de las siete naciones que han regulado la transexualidad se han atrevido a regular lo no binario".
Cree la profesora que en España podemos ser pioneros y establecer un hito en la lucha por el reconocimiento de la dignidad, pero para eso "hay que tomar opciones de política jurídica, siendo sensatos y a la vez valientes. Habrá que decidir si esas personas que están en esa tercera casilla pueden ser legitimados activos para la aplicación de la ley de violencia de género, o pasivos, es decir, si puede ser víctimas. También habrá que regular las cárceles a las que deben ir, qué se hace con los pasaportes es un sistema internacional donde te pueden condenar a muerte o te expulsan... Se puede hacer si tenemos claro a dónde queremos llegar, partiendo de un lema muy básico, que es que no hay ofensa en la condición humana, no puede haberla".