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Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Crítica de cine. El topo, de Tomas Alfredson

Texto: Jaime Fernández, - 23 NOV 2011 a las 14:04 CET

Los tiempos de la Guerra Fría eran claramente diferentes. La filtración de información en el servicio secreto británico traía de cabeza a los principales responsables de la inteligencia de Reino Unido. Entre ellos había un topo, o varios. Ahí reside la gracia de esta historia.

Los guionistas Bridget O'Connor y Peter Straughan adaptan la novela de John Le Carré, que en España también se tradujo como El topo, pero que tiene un nombre mucho más sugerente (y que también tiene la película en su versión original) de Tinker Taylor Soldier Spy. Esos serán los nombres que Smiley, uno de los protagonistas típicos de Le Carré, utilizará para hablar en clave de sus compañeros en el servicio secreto británico. Al igual que la novela, lo más importante no será la acción, sino que prácticamente todo (con excepción de algún que otro asesinato) se basa en las palabras, en las charlas que mantienen los protagonistas. Eso hace que la película también parezca un filme de la época de la Guerra Fría, que era cuando se hacían películas en las que la gente hablaba y lo que decía era importante. Bien pudiera ser que algún espectador se pierda, ante la falta de costumbre que tenemos hoy en día en ver películas en las que el diálogo es la base. Ahora el cine se divide más bien en otras dos corrientes: acción trepidante con discursos que son simplemente descriptivos de lo que ya vemos (tipo, "Corre, que nos persiguen"), o acción inane con imágenes bonitas y muy poquitos textos, a ser posible con un tono que aparente ser místico (tipo, "¿Has visto como brillan hoy las estrellas? ¿Será que nos sonríe dios?").


Es curioso que una película tan excesivamente británica (en sus maneras y en sus protagonistas) haya sido dirigida por el sueco Tomas Alfredson. Tiene más de veinte trabajos, pero sólo es conocido, al menos a nivel internacional, por su película Déjame entrar. Confieso que a mí me gustó más la versión yanqui de ese filme que rodó Matt Reeves, pero es cierto que la película de Alfredson creó el ambiente que luego se copió en el filme americano. El buen hacer del sueco le ha permitido ahora rodar una película como si hubiera nacido en Oxford Street a principios del siglo pasado.


El equipo actoral es de primera, desde el Smiley que interpreta un Gary Oldman capaz de hacer todo (y de hacerlo bien), hasta el tipo siniestro que interpreta Toby Jones y que engaña (o no) al espectador que pronto piensa que él es el topo.

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