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Paro juvenil: la medida del fracaso del modelo productivo

Francisco J. Velázquez Angona, - 14 FEB 2012 a las 10:53 CET

Recientemente se han publicado los datos referidos a la EPA del último trimestre del año 2011. Si resulta preocupante una tasa de desempleo que roza el 23%, es espeluznante que el desempleo juvenil se acerque a la frontera del 50%. Así, los menores de 20 años alcanzan el 69% de desempleo, los que tienen entre 20 y 24 casi el 45% y la cifra desciende hasta el 28% para los comprendidos entre 25 y 29 años. Esta caída en el indicador es indicativa de que el principal problema que deben abordar los jóvenes es su integración laboral.

Ahora bien, en el último grupo de edad de los aquí considerados como jóvenes (25 a 29 años) que, en su inmensa mayoría han terminado sus estudios y han dispuesto de unos años para insertarse laboralmente, se obtienen tasas de paro del 47%, 26% y 21% para aquellos que terminaron primaria, secundaria y universitaria, respectivamente. Es evidente pues que existe una amplia reducción de la probabilidad de estar en paro con el nivel educativo, especialmente importante entre los que sólo disponen de educación primaria y los que culminan la secundaria, subsistiendo a esta edad algunos problemas de inserción laboral, si bien de menor entidad (para el conjunto de la población las tasas de paro por nivel educativo son 34%, 23% y 14%, respectivamente).

 

Es por ello que entre las causas de este paro juvenil se apunten al abandono escolar temprano, ocasionado tanto por el fracaso escolar en la educación tradicional, como consecuencia de la importante demanda de trabajadores poco cualificados que tuvo lugar desde la construcción. Igualmente, se encuentra una caída en la rentabilidad de la educación, especialmente en los últimos años de la expansión. Dificultan la integración la dualidad del mercado laboral que discrimina a los jóvenes a contratos temporales, así como a la falta de recursos en políticas activas de empleo. Ahora bien, un problema que se conjuga con los anteriores y lo hace más dramático se refiere a la estructura productiva del país, con especialización en sectores y actividades poco intensivos en tecnología y conocimiento lo que produce mayores oscilaciones en sus tasas de crecimiento, mayor rotación laboral y una menor necesidad de integración de las nuevas generaciones de graduados que incorporan mayores y más novedosos conocimientos.

Como soluciones a este problema se apuntan todas las que eviten el abandono escolar temprano: mejoras en las metodologías educativas, en la atención a los estudiantes con dificultades o problemas de aprendizaje, en un diseño curricular adecuado y, posiblemente, de itinerarios que permita recoger a estos potenciales abandonos; aquellas otras medidas que permitan y faciliten el reciclaje educativo sobre la base del desarrollo de las políticas activas de empleo; la mayor conexión entre el sistema educativo y el mundo empresarial que facilite la transición al mundo del trabajo; la potenciación del espíritu emprendedor y del autoempleo como una salida laboral alternativa al trabajo por cuenta ajena; la modificación de la estructura de contratos laborales que discrimina a los jóvenes al empleo de baja calidad. Finalmente, cabe recordar que el empeño de cambio en la estructura productiva hacia otra más intensiva en conocimiento también provocará una menor discriminación hacia los jóvenes, si bien es cierto que nada se ha hecho, ni parece que se vaya a hacer, por cambiar el modelo de crecimiento.

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