Cada ciclo radical de la economía -tanto si es alza como a la baja- deja tras de sí un nuevo modelo de sociedad. Estamos cerrando la que puede ser considerada "la peor etapa" en la economía de los países desarrollados y ya contamos con signos claros de sus efectos transformadores de las estructuras sociales de los países afectados. El más evidente de esos signos forma parte de la vida cotidiana de las principales ciudades europeas: los desafiliados del sistema, los excluidos. Los datos del desempleo en la UE registrados el pasado mes de febrero cifran en 24,3 millones de personas arrojadas del mercado laboral. Un colectivo que, por primera vez, muestra dos características inquietantes: aumenta el número de parados entre los sustentadores de los hogares y se incrementa el número de hogares con todos sus miembros en paro.
Otro efecto del presente ciclo bajista de la economía se concreta en lo que algunos sociólogos han llamado "la proletarización" de la clase media, en contraposición de lo que años pasados fue "aburguesamiento" de las clases bajas. Es lo que describe en su último libro (Boomerang, ediciones Deusto) el periodista norteamericano Michael Lewis: el nacimiento de El nuevo Tercer Mundo europeo. Esta nueva realidad ha ido asentándose entre nosotros al ritmo de las últimas políticas de recortes, con las que se han debilitado los pilares sobre los que se asienta el ya mítico Estado del Bienestar europeo: sanidad, educación, pensiones y dependencia.
No debemos caminar en la buena dirección cuando instituciones tan importantes como la Comisión Europea y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) encienden las luces de alarma. Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, dijo en la presentación del último informe de este organismo, Estamos divididos. ¿Por qué la desigualdad sigue creciendo?, que "el contrato social se está empezando a deshacer en muchos países. La incertidumbre y los miedos a la exclusión han alcanzado a la clase media en muchas sociedades (...) la gente siente que está sufriendo una crisis de la que no son responsables, mientras esos con grandes ingresos resultan perdonados (...) Tratar la condición de la justicia es una condición sine qua non para el restablecimiento de la confianza". También, Vivian Reding, comisaria europea, declaró recientemente que "Europa vive el peligro de un retroceso democrático".
Estamos en ese momento en el que cabe reivindicar que la democracia llegue a la economía. Algunas voces van en esa dirección. El presidente norteamericano Barack Obama reclamó en una de sus últimas intervenciones un nuevo pacto social en clave de justicia distributiva, al tiempo que en el ya aludido informe de la OCDE se recogía que la brecha entre ricos y pobres es la mayor de los últimos treinta años. Ambas referencias transcienden el mero ámbito socioeconómico, ya que ambas pueden afectar de lleno a la seguridad mundial. Quedan pocas esperanzas de que "el mercado tenga soluciones para todo".