El desarrollo de una sociedad en donde la circulación de información juega un papel central en política, economía, educación, etc., plantea una serie de retos importantes a la profesión periodística. Lo que puede parecer una ventaja, se convierte en inconveniente cuando se desvirtúa la esencia de su actividad.
El periodismo cumple una función básica en las sociedades democráticas al ofrecer a los ciudadanos la posibilidad de tomar sus decisiones bien informados. Una información de calidad es necesaria para una buena salud democrática, y esto no ocurre si se toman las decisiones en condiciones de deficiencia, manipulación u ocultación de informaciones.
No deja de ser significativo que muchas veces nuestra sociedad se preocupe más por evitar las manipulaciones de la información en los mercados -uso de información privilegiada, manipulación para alterar precios, etc.- para que los "inversores" sepan qué hacer, que de velar por la calidad de la información social para que los votantes tengan el mismo derecho a elegir bien. Al reducir la información a mercancía, la "buena" información pasa a ser la que genera más beneficios al que la produce que a quien la recibe. Y no debería ser así, porque el centro es siempre la ciudadanía, que es a quien se debe finalmente el periodista.
Los medios se han transformado con la aparición de nuevas tecnologías y a los profesionales se les pide ahora que se conviertan muchas veces en "vendedores" de información antes que en periodistas, personas que tratan de contarnos diariamente la complejidad del mundo utilizando sus competencias de análisis y expresión.
Los periodistas necesitan de independencia para poder cumplir bien su tarea, que no es solo contar los hechos sino su selección, jerarquía y valoración. La cantidad de intereses ajenos que se concentran en el mundo de la información hacen que la lucha por la independencia profesional sea una constante. La presión sobre el periodista siempre ha existido, pero quizá el problema hoy sea otro. Si los mismos medios se desvirtúan al aplicar criterios que no son los más adecuados -informativamente hablando-, arrastran a los profesionales que los integran. Puede que algunos ganen más, pero se pierde credibilidad y prestigio, dos valores esenciales para que se pueda mantener su función social y compromiso con sus lectores.
La empresa periodística es una empresa diferente y de ahí proviene su distinto tratamiento legal. Debe velar por el derecho de los ciudadanos a estar bien informados, no simplemente informados. El ciudadano está mejor protegido cuando se valora y protege la integridad de la conciencia del profesional. La actividad periodística requiere libertad para que podamos tener una información menos condicionada.
No hay una "crisis del periodismo" -la necesidad de estar bien informados es cada vez mayor-; hay una crisis de identidad del mundo de la información, que acaba perdiendo el sentido social de su trabajo, y una crisis de modelo económico por las rápidas variaciones en la forma de acceso a la información.
Las empresas, desde luego, deben ser rentables, pero por hacer buen periodismo, no por hacer cualquier otra cosa. Necesitamos buenos profesionales en buenos medios. Así tendremos más y mejores lectores, ciudadanos bien informados.