Las últimas tormentas financieras han puesto de manifiesto, de Lehman Brothers a Bankia, que las instituciones financieras, demasiadas veces dirigidas por trileros con educación superior y algún que otro MBA, además de reventar la economía real han manejado a su antojo a millones de ciudadanos, a los que han endeudado hasta las cejas o simplemente arruinado, y vuelven a hacerlo ahora, cuando ante nuestros ojos cogen el dinero y corren, lucrándose con astronómicas piñatas y mientras sus entuertos han de deshacerse con el dinero de todos.
En tal contexto parece inobjetable, a priori, la propuesta de la OCDE: incorporar la alfabetización financiera en la educación general. La organización lleva un tiempo insistiendo en ello, mantiene un proyecto al respecto, celebra sucesivas conferencias con los países miembros, hace pocos días en España, y se propone medir las competencias financieras de los adolescentes en la prueba PISA 2012. Pero hay algunos matices.
En primer lugar ¿por qué financiera y no económica? Las finanzas son los flujos de dinero y capital, pero la economía es algo mucho más amplio que incluye el resto del mercado (la economía material, es decir, los bienes y servicios), el Estado (que también es economía material, con su propia distribución de bienes y servicios y de dinero) y los hogares (que no sólo consumen sino también producen con trabajo -no confundir con servicio- doméstico y estructuran intercambios entre sus miembros). En realidad es toda esta economía (en su sentido más amplio, la satisfacción de las necesidades con recursos escasos) la que está ausente de la educación general, donde apenas 4-5 temas de 3º de la ESO se refieren a ella y lo hacen con el habitual enfoque naturalista (agricultura, industria y servicios, en vez de propiedad, mercado, fisco, hogares, capital y trabajo, etc.) y encomendados a licenciados de geografía e historia con una formación económica muy débil.
En segundo lugar, el proyecto OCDE no habla realmente de finanzas sino de consumo de productos financieros. Da por sentado que los adolescentes de hoy tendrán pronto que proveer sus planes de pensiones, pagar por sus estudios superiores, etc., es decir, que van a vivir entre serias limitaciones de los servicios públicos y el desmantelamiento del estado social. Es una previsión bastante razonable (sólo cuestión de grado) pero, a día de hoy, huele también a programa de acción. Se contempla al adolescente como mero futuro consumidor de préstamos, hipotecas, fondos, etc., no como un ciudadano que pueda juzgar lo que está ocurriendo en el Olimpo financiero y tratar de ponerle coto (ni una palabra sobre cómo funciona la banca, los derivados, los sueldos ejecutivos...). Así se entiende que en la conferencia de Madrid participaban el BBVA, el Citibank y hasta la CECA, entusiasmados con ese enfoque hacia el cliente, mientras Bankia terminaba de esquilmarlo con sus acciones preferentes.
Por último, esta innovación, que en España y la mayoría de sus CCAA competería al PP, vendría a coincidir con un nuevo énfasis en las materias instrumentales, lo que aquí quiere decir academicista, y con el desmantelamiento de la Educación para la Ciudadanía, de la que en estos días se anuncia la desaparición de temas como riqueza y pobreza, las desigualdades económicas, la compensación de las discriminaciones... y aparecen, en cambio, la iniciativa económica, el espíritu emprendedor y la propiedad intelectual, no como complementos sino como sustitutos.
Alto riesgo, pues, ahora sí, de puro adoctrinamiento.
Mariano Fernández Enguita es director de la Sección Departamental de Sociología VI de la UCM. http://enguita.info