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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Tres maneras de darse un baño este verano

La estudiante de Odontología Patricia Castro participará este verano en los Juegos Olímpicos de Londres, como integrante del relevo español de natación de 200 metros estilos. Paloma Fernández, trabajadora de la Fundación de la UCM, viajará el 6 de agosto a Natitingou (Benin) para llevar el dinero que ha recibido de amigos y donaciones para escolarizar niños de la zona. La profesora de Veterinaria Belén Martínez dedicará sus vacaciones estivales a trabajar como voluntaria en una granja biodinámica de un pequeño pueblo de Segovia. Quiere adentrase en un mundo de saberes que no están en los libros.

Paloma lleva tiempo esperando volver a un lugar. Dice que en ningún sitio ha visto más alegría que allí, ni se ha sentido más feliz. Ese lugar se llama Natitingou y está en Benin, uno de los lugares con mayor índice de pobreza del mundo. 

En la Fundación de la UCM, donde trabaja de administrativa Paloma Fernández Sánchez, pocos son los que no han oído hablar de esta pequeña localidad africana, de las monjas panameñas que atienden con apenas medios a cientos de niños, y de la labor que desde hace siete años Paloma viene desarrollando allí. Hace justo esos años Paloma inició una campaña de captación de dinero y recursos para ayudar a poner en marcha algunos proyectos en la zona. Recaudó cerca de 6.000 euros. Al año siguiente lo volvió a hacer y consiguió otros 3.000 euros. Paloma viajó los veranos de 2005 y 2006 a Natittingou a entregar su aportación a las monjas panameñas de la congregación de la Pequeña Familia de María. Recuerda que sus primeros días allí le marcaron para siempre. "Ver tanta pobreza, tanta miseria, te hace daño. Cada mañana te cuesta levantarte; tienes miedo de lo que vas a ver. En unos días comienzas a asimilarlo y a ver las cosas de otra manera. Así, hoy por hoy puedo afirmar que no he visto más alegría en mi vida que la que he visto allí. Ves que no tienen nada, pero que todo lo comparten. Que basta con darles un lápiz y un cuaderno para ver en los ojos de esos niños un brillo como el que jamás has visto".
Cuando Paloma habla de "sus" niños y sus monjas, sus ojos también brillan y, en ocasiones, tornan a vidriosos. "Es que estoy deseando llegar ya. Creo que cuando llegue allí el 6 de agosto voy a vivir uno de los días más bonitos de mi vida. Algo parecido al segundo año que fui, cuando inauguramos la biblioteca y se organizo una fiesta, la fiesta más maravillosa en la que he estado en mi vida".
En estos seis años que han pasado desde su último viaje a Benin, Paloma nunca ha perdido el contacto con lo que allí sucede. Cada mes o como mucho cada dos, ha hablado con sor Rosario, quien la ha ido contando cómo han ido creciendo aquellos niños que conoció. La ha hablado mucho de Naim, un niño de entonces 9 años cuya historia caló en Paloma de manera especial. "Naim es huérfano de padre y madre. Ambos murieron de sida, y tiene otros tres hermanos. Es muy especial. La última vez que fui le regalé un despertador del Atlético de Madrid y estoy deseando llegar para ver si aún lo conserva".
Como las dos veces anteriores, Paloma ha organizado una campaña de captación de dinero. Ha abierto una cuenta en Caja Madrid con el nombre Proyecto Benin (2038/1735/95/6000515987), en la que cualquiera puede ingresar lo que quiera, "aunque sean unos pocos euros lo agradeceré igual, porque sé que ahora a nadie le sobra el dinero". Paloma ya ha hablado con las monjas que lo que recaude irá destinado a escolarizar niños. Con su aportación de hace 6 y 7 años se pagó la matrícula del colegio a 150 niños. "La educación es la mejor manera de darles una oportunidad". Aquel dinero también sirvió para construir unos pozos y para abrir una biblioteca.
Antes de volver al trabajo, Paloma deja dos últimos mensajes. El primero es que para ella ir a Benin no es un mérito, sino un privilegio. El segundo, que todos en algún momento de nuestra vida deberíamos viajar a alguno de los muchos lugares en los que reside la pobreza "darnos un baño de realidad y quitarnos algunas de las muchas tonterías con las que vivimos en la sociedad occidental".


Del miedo a la gloria olímpica

Patricia Castro Ortega hasta los seis años tenía una "tontería": no quería meterse en la piscina. Tenía miedo. Fue en unos cursillos para peques que impartían en la urbanización en la que vivía con sus padres donde perdió aquel terror que la inmovilizaba cuando entraba en el agua. Catorce años después, Patricia Castro Ortega hará realidad el próximo 1 de agosto un sueño que persigue desde hace más de cuatro años y para el que se entrena no menos de seis horas diarias. Y es que aquella niña que tenía miedo al agua será este verano una de las integrantes del equipo español de natación que participará en los Juegos Olímpico de Londres. Lo hará en la prueba de relevos, ya que dos malditas décimas, solo dos, las que se consiguen no nadando sino siendo un poco más hábil en tocar la pared, la han separado de competir en la prueba individual de los 200 metros braza. No importa, dice Patricia, "voy a ir a la Olimpiada, voy a vivir en la villa olímpica, voy a conocer a gente de otros países, de otros deportes, voy a estar con gente como Rafa Nadal...".
Para llegar a Londres, Patricia ha tenido que trabajar mucho. Resulta que aquella pequeña con pavor al agua resultó tener unas condiciones innatas para la natación. "En aquel cursillo de mi urbanización ya me lo dijo mi profesor, aunque crei que era solo para animarme", recuerda. Patricia comenzó a destacar por su forma de nadar y pronto sus padres la llevaron a la escuela de natación del centro M-86, el complejo acuático que se construyó en Madrid con motivo de la celebración en 1986 de unos mundiales de natación. Con 12 años pasó a entrenar al Centro de Tecnificación de Madrid. Con 16 se fue a vivir a la Residencia Blume y comenzó a estudiar en el propio Instituto que el Consejo Superior de Deportes tiene abierto junto a la Residencia. Hace dos años volvió a su casa, entrena en las instalaciones del Real Club Canoe y estudia Odontología en la Complutense.
El día a día de Patricia es de aúpa. A las 6 de la mañana ya está metida en la piscina. A las 8 sale corriendo a la Facultad. Allí está de 8.30 a 15.00 horas y a las 4 de la tarde ya está de nuevo en el agua. Por fin, a las 7 de la tarde da por concluida la jornada. "Es una vida dura, pero no, no me arrepiento. Hago lo que me gusta y todo este esfuerzo me depara cosas que una chica normal no tiene a su alcance. Puede ser que a veces eche de menos ser "normal", salir más con los amigos, ir de fiesta... Pero enseguida me doy cuenta de lo que tengo. ¡Este verano voy a ir a los Juegos Olímpicos! Ya solo por esto todo merece la pena".
Estos días, Patricia como el resto de nadadores españoles está entrenando en Francia, y sin tiempo apenas de pasar por su casa, a mediados de julio partirá hacia Londres. Cree que si las cuatro integrantes de su relevo de 200 metros estilos está en sus mejores marcas, tienen opciones de clasificarse para la final, pero hablar de ganar una medalla ya son palabras mayores. "Me conformo con dar lo máximo y, sobre todo, con disfrutar la experiencia. Con todos los que he hablado que ya han estado en unos Juegos, dicen que es algo inolvidable y que sueñan con poder repetir. Yo también espero hacerlo. Para Río, en 2016, llegaré con una buena edad y espero volver a estar ahí".


De vuelta a los ciclos naturales
Belén Martínez también se dará un baño este verano. En su caso será de vida campesina, "de retorno a los ciclos naturales con la vida", como ella dice. Belén es profesora de la Facultad de Veterinaria y coordinadora, junto al profesor de Químicas Jon Sanz, de la HuertAula Comunitaria de Cantarranas. Su plan para el mes de agosto es ir de voluntaria a trabajar en una granja biodinámica en Cañicosa (Segovia), al pie de la sierra de Guadarrama. "Tiene una huerta, unas vacas y unas gallinas, y unos pequeños invernaderos donde producen el plantel a partir de las semillas que recogen cada año, así como de las que intercambian con otros campesinos. Hacen queso, yogur, conservas y pan. La granja -continúa la profesora Martínez- está asociada a un albergue/granja escuela, que acoge en verano a grupos de niños y niñas de las Escuelas Waldorf. Los niños comen de los productos de la granja y además participan dos horas al día en las actividades de la huerta, ya que la agricultura biodinámica es uno de los pilares fundamentales de la pedagogía Waldorf".
Esta no es la primera vez que la profesora Martínez dedica sus vacaciones de verano a empaparse de manera práctica de la agricultura ecológica y biodinámica. De hecho, el pasado año estuvo un mes de viaje por Brasil y Argentina, visitando proyectos agroecológicos en ciudades (programas municipales de agricultura urbana en Joinville, Brasil y en Rosario, Argentina), y en el medio rural (en el interior del estado de Santa Catarina, Brasil), viviendo con familias en dos asentamientos del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), el de Conquista na Fronteira y el de Abelardo Luz, donde participó en un ciclo de formaciones para adultos del Programa Nacional de Educação na Reforma Agrária, y también visitó y vivió con pequeños productores agroecológicos con tierra en el pueblo de Descanso que forman parte de una gran cooperativa de productores ecológicos.
Cuando se le pregunta por qué hace esto, por qué dedica sus veranos a trabajar de voluntaria en una granja ecológica, Belén no duda en dar sus razones: "Porque me apetece salir de la locura de la gran urbe, y pasar un mes en un entorno natural, retornando a los ciclos naturales de la vida, en un pueblito tranquilo, silencioso, en contacto con los niños de los campamentos, los otros voluntarios y las campesinas que llevan la granja, cuidando a otros seres vivos, como son los animales y las plantas, rodeada de montañas, arroyos, pastos, pajarillos, realizando ejercicio al aire libre, en contacto con la tierra, comiendo los mismos alimentos que produces, viviendo y durmiendo en una casa de piedra y madera, y contribuyendo a la recuperación de la biodiversidad agrícola y ganadera local. Además -continúa Belén-, quiero aprender, de manera práctica, conocimientos tradicionales de agricultura y ganadería ecológica y biodinámica, así como a elaborar alimentos de manera artesanal. Ellas me transmitirán saberes y conocimientos que no siempre están escritos en los libros, conocimientos que, de hecho, desde la universidad y desde un mal entendido progreso se han infravalorado en las últimas décadas, pero que van a ser vitales en un futuro cercano para producir alimentos respetuosos con el medioambiente, en un contexto de pico del petróleo y cambio climático, donde la agricultura intensiva, globalizada y dependiente del petróleo no va a ser rentable económicamente, y se precisarán modelos agroecológicos locales resilientes al cambio climático".

 

Códigos campesinos en medio de la ciudad

La profesora Belén Martínez coordina, junto con el profesor de Químicas Jon Sanz, las actividades de la HuertAula Comunitaria de Agroecología "Cantarranas", un proyecto de innovación docente iniciado en 2010 que está deparando unos excelentes resultados, no solo en la huerta en sí, sino también formativos.
Desde que se comenzara a preparar el terreno que acoge la huerta en el vivero de la UCM (tras la Facultad de Ciencias de la Información) y se comenzaran a plantar las primeras semillas, la actividad en la HuertAula (juego de palabras que utilizan sus coordinadores para resaltar su carácter educativo) ha sido incesante. De hecho, los martes y viernes de cada semana todo el que lo desea tiene la oportunidad de acercarse a Cantarranas a aprender y colaborar en los distintos trabajos. Con la celebrada este 15 de junio ya han sido 85 las jornadas de trabajo llevadas a cabo. Durante los meses de julio y agosto se seguirán convocando jornadas de trabajo todos los martes y viernes. Hasta el momento, según informa la profesora Martínez, han pasado por la huerta alrededor de 150 personas diferentes, de las que alrededor de medio centenar acude cada semana de manera regular.
Este verano, los coordinadores han querido ampliar un paso más ese carácter de aula de la huerta, y a través del Servicio de Acción Social, van a realizar talleres para los niños que asistan a los campamentos de verano de la UCM. Serán 8 talleres de educación ambiental y juegos, que tendrán lugar los jueves y viernes del mes de julio de 10 a 12 de la mañana. Los talleres los coordina el educador ambiental Pablo Llobera, quien tiene una experiencia de veinte años en la organización de este tipo de actividades.
La huerta ecológica de Cantarranas es uno de los veinticinco huertos urbanos comunitarios de Madrid que están integrados en la ReHdMad, en la que también se encuentra el huerto del campus de Somosaguas Sabia Bruta. Las señas de identidad de todos estos huertos urbanos son: ser comunitarios, ser abiertos a todo el mundo, ser gratuitos y funcionar bajo criterios agroecológicos.

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