Se podría decir que hicieron realidad el sueño de su vida, aunque quizá sea más justo señalar que sus inmumerables horas de entrenamiento y esfuerzo se vieron recompensadas con su participación en unos Juegos Olímpicos. El día a día de Loreto Achaerandio Sánchez-Marín (Madrid, 1991) y Alejandra Quereda Flores (Alicante, 1992) no es, ni mucho menos, cómodo. El despertador suena en sus habitaciones de la Residencia Blume a eso de las 7 de la mañana. A las 8.30 ya están en su clase de la Facultad de Medicina. Una hora después salen a toda velocidad de nuevo hacia a la Blume. Su destino son las pistas de entrenamiento. Allí, entre ejercicios de ballet y rutinas de aparatos, les dan las 2 de la tarde. Comen y salen hacia Moncloa, donde está la academia a la que acuden para tener más posibilidades de aprobar alguna asignatura de Medicina. A las cinco y media ya están de nuevo junto a sus compañeras en el gimnasio. Los ensayos no acaban nunca antes de las 9. Esta rutina la repiten de lunes a viernes. El sábado, exceptuando su paso por la Facultad y la academia, también es para ellas laborable. Solo el domingo descansan, a no ser, claro está, que estén compitiendo en algún lugar del mundo.
"No es fácil, y si soy sincera más de una vez me he preguntado si merece la pena. Pero luego -continúa Alejandra tras una breve pausa- vas a unos Juegos Olímpìcos, actúas ante tanta gente, vives algo tan maravilloso... Que a tí misma te dices: ¡claro que merece la pena! "Me hace gracia -ahora habla Loreto- decir a la gente que somos universitarias. Sí, somos universitarias, ¡pero sin vida universitaria! Y además, como estamos locas, pues estudiamos Medicina, que es de las fáciles".
Tanto a Loreto como a Alejandra se les ilumina la mirada cuando hablan de sus días en Londres. Ya casi no les importa haber rozado el podio y haber sentido la medalla casi en el cuello. Incluso prefieren no pensar que las jueces no fueron justas con ellas y que el tercer puesto que ocupó la selección italiana debía haber sido para ellas. "Nos quedó un sabor amargo, algo así como sentir que si volvías sin medalla es como sino hubieras ido... Pero ahora te das cuenta de que lo hicimos lo mejor que pudimos y que si no ganamos la medalla debió ser porque no la merecíamos", se conforma Loreto. "Este -añade Alejandra, quizá menos conformista- es un deporte muy subjetivo y dependes de unos jueces. Italia tenía más nombre que nosotras en ese momento y eso en este deporte pesa. Bueno, ahora ya nos hemos hecho el huequecillo y seguro que en el mundial del próximo año en Ucrania conseguimos la medalla".
Volvemos a Londres. "La verdad es que nos enfadamos bastante al enterarnos de que no íbamos a la villa olímpica -cuentan al unísomo- sino a unas instalaciones cercanas a Wembley y al pabellón donde competíamos. A nivel deportivo fue un acierto, pero como pudimos comprobar el día de la clausura cuando estuvimos en la villa nos perdimos bastante del ambiente de los Juegos... Pero bueno, estuvimos allí ese día, y después en el estadio olímpico desfilando junto al resto de atletas. Fue algo... increíble. Lo ves por la tele y parece que es como cualquier concierto. Pero cuando estás allí... en la pista, con los mejores deportistas del mundo, es algo..."
Por su edad, tanto Alejandra y aún más Loreto (en este deporte un año más es bastante) no tienen asegurado el pasaporte a los próximos juegos, en Río en 2016. "Preferimos no pensarlo. Por edad estaremos un poco al límite, pero es mejor no pensarlo, seguir trabajando y ya veremos que pasa".
"Es un deporte duro, que exige mucho, pero no tenemos queja"
Alrededor de deportes como la gimnasia rítmica, la artística o, por ejemplo, la natación sincronizada tan en boga en estos últimos meses, siempre ronda el debate sobre el esfuerzo límite al que se somete a deportistas muy jóvenes con la intención de competir en la elite. "Por supuesto que éste es un deporte duro -contestan al unísono Loreto y Alejandra-, que exije mucho trabajo y disciplina. Pero como en todo hay unos límites y, al menos, por lo que nosotras hemos vivido, en nuestro deporte no se sobrepasan. Puede ser que alguna entrenadora se le vaya un poco la mano, puede ser, pero en nuestro caso no hemos tenido ninguna queja".
Tampoco es cierto, según comentan las dos estudiantes de Medicina, que para hacer gimnasia rítmica no se pueda apenas comer, "y cosas de esas que se dicen por ahí. Nosotras no llevamos un régimen demasiado estricto. Cada una sabe perfectamente, gracias a los consejos de una nutricionista, lo que puede o no puede comer. Pero que nadie crea tampoco que nos tienen todos los días en una báscula. Sí nos pesamos de vez en cuando, pero como cualquier deportista. Además, desde que cambiaron el código -los ejercicios que obligatoriamente se deben hacer- es totalmente imposible que alguien con anorexia o trastornos de ese tipo puedan hacerlos".