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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Lunes, 4 de noviembre de 2024

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Entrevista a Josefina Molina, Inés París e Isabel de Ocampo: "Hay un sector político interesado en que el cine español no sea testimonio de una época"

GECA, el Seminario Interuniversitario Permanente de Investigación en Género, Estética y Cultura Audiovisual, de la Complutense, ha organizado a principios de marzo unas jornadas de debate, conferencias y proyecciones sobre la obra de las mujeres creadoras. Un momento cumbre de esas sesiones fue el encuentro entre tres directoras de generaciones diferentes: Josefina Molina, Inés París e Isabel de Ocampo.

- Para empezar, me gustaría saber qué es lo que están haciendo ahora las tres directoras. Comencemos con Inés París, a quien perdimos la pista cinematográfica tras el guión de Rivales, una película de Fernando Colomo de 2008.
- Inés París: A mí me está costando mucho en estos años sacar una nueva película de ficción, porque la crisis en la que estamos nos lo pone muy difícil a todos, y a las mujeres más. Es un momento estupendo para darse cuenta de que no es un problema de que una sea especialmente tarada, aunque lo sea (risas). En cambio, he encontrado un territorio que me apasiona, que es el documental. En estos años, primero hice un programa para televisión que fueron seis documentales sobre mujeres en trabajos tradicionalmente masculinos, desde las que doman animales salvajes o conducen tanques a las sacerdotisas. Eso me gustó muchísimo y luego dirigí un proyecto para que cuatro directoras fuésemos a rodar a países africanos. Yo hice uno de los cortos y coordiné la totalidad de la idea. Ahora acabo de terminar de rodar, me falta montarlo, un documental que se va a llamar Manzanas, pollos y quimeras, que es una historia de las mujeres africanas en España. También he estado rodando otro proyecto sobre la escolarización de niñas huérfanas en Burkina Fasso, en Rimkieta, uno de los barrios más pobres del mundo. La verdad es que el retrato de nuestro mundo me apasiona y me está enseñando mucho sobre el lenguaje cinematográfico. Aparte de eso, estoy deseando rodar una película de ficción, a ver si sale.
- Josefina Molina: Inés tiene proyectos estupendos, lo que pasa es que ella, al margen de esto que te ha contado, ha hecho una labor increíble en CIMA por las mujeres cineastas. Han sido seis años al frente de esa asociación que le han quitado la posibilidad de hacer todo su trabajo.


- A Josefina Molina no la hemos visto por el cine desde finales de los noventa. ¿Qué hace ahora?
- J.M.: Yo soy una jubilada que me dedico a menear un poco el cotarro, nada más. Soy una agitadora.
- I.P.: Bueno, y en 2011 volvió a montar en teatro Cinco horas con Mario, esta vez con Natalia Millán. Y lo de menear el cotarro lo hace de diferentes maneras. Por un lado, lo hace trabajando dentro de este movimiento de las mujeres de la cultura, que abarca muchas más cosas que el cine.
- J.M.: Que no, que yo no trabajo nada en esto, que ya me lo dijo la presi de CIMA, Isabel de Ocampo: "esta hace lo que le da la gana". Y es verdad, tiene toda la razón (risas).
- Isabel de Ocampo.: Yo he dicho que haces lo que te da la gana, pero en el buen sentido (risas).


- Isabel de Ocampo ha estado nominada este año al Goya a la mejor dirección novel por Evelyn. ¿Se quedó un poco decepcionada por no conseguirlo?
- I.D.O: Me ganó un superhéroe (risas) [el vencedor fue Enrique Gato, por Las aventuras de Tadeo Jones] y contra eso no se puede luchar.


- En 2008 ganó el Goya al mejor corto de ficción con Miente, una historia que trataba, como Evelyn, sobre la trata de mujeres para su explotación sexual. ¿Cree que el hecho de que el filme no tenga un happy-end ha influido en no lograr el premio?
- I.D.O.: A lo mejor he pagado alto el precio de un final no feliz, pero yo creo que analizarlo de esta manera es complicado porque es una película muy pequeñita, sin apenas presupuesto. He estado luchando contra éxitos de taquilla muy poderosos y grupos de comunicación muy fuertes. Yo iba mentalizadísima de que no iba a ganar, pero los Goya son una fiesta y si vas a pasártelo bien, pues te lo pasas en grande. Yo iba monísima de la muerte, con 27.000 euros prestados encima, que en mi vida había vestido yo de alta costura, y me lo pasé genial y ya está.
- I. P.: Sobre todo, lo que no tiene ninguna relación son los premios Goya con la calidad de las películas en sí. Hay una relación directa, única y exclusivamente con aquel sector de miembros de la Academia que vota.
- I.D.O.: Es verdad. Sirven para dar a conocer lo que se ha hecho en el año. Son una forma más de márketing, de comunicación y de relación del cine con nuestra sociedad.
- J.M.: Lo realmente importante es que hubiera una mujer nominada a la mejor directora novel.


- Por lo que acaba de comentar Isabel de Ocampo, la ropa con la que se va a estas galas es prestada, a pesar de las críticas de algunos medios.
- I.D.O.: Me parece preocupante que el público se ciegue con el glamour y se piense que eso es la esencia de este mundo. Y no es así. Los Goya son una plataforma de publicidad para las marcas de ropa. Yo iba de prestado, pero como todo el mundo, porque nadie se puede gastar 2.000 euros para una noche. Eso te lo gastas para el día de tu boda, pero para unos Goya, que encima lo mismo ni te lo dan... Y además llevar esa ropa no es incompatible con tener ideas políticas. Lo siento, pero no es así. Cada uno tiene el derecho, sin importar lo que cueste el vestido prestado que lleva, de expresarse como le dé la gana.
- J.M.: Sobre todo porque estás haciendo un favor a las marcas de ropa españolas, que te están utilizando para que te vea todo el mundo
- I.D.O.: Las marcas persiguen a las actrices para que se pongan sus vestidos. Yo, que era una mindundi, he tenido un momento de un par de marcas convenciéndome para que llevara su vestido, y eso ha sido algo inaudito para mí porque nunca me había pasado antes. Pero entiendo que para ellos supone mucho, es un escaparate, una buena forma de publicidad.
- I.P.: Si lo que ahora se quiere es crear la "marca España", esa marca pasa por el cine español o no pasa por ningún sitio. Resulta que por lo que se conoce a España fuera de nuestras fronteras es por Pedro Almodóvar. Nuestro cine cuenta cómo somos. Es muy demencial que se critique cuando hay un acontecimiento clave para esa marca España, donde se alían los creadores, los artistas, los actores y las actrices junto con un elemento tan importante de nuestra industria como las marcas de ropa.


- ¿Lo del glamour y las alfombras rojas no es algo muy americano?
- I.P.: Nos hemos obsesionado mucho con que el cine español reproduzca un modelo, que es el del cine americano, que pasa por esta cosa tan absurda del glamour. Recuerdo que hace años me contaron unos productores que se habían reunido en una comida para intentar crear el glamour español. El que me lo decía era un tipo gordo, seboso y muy hortera. Mientras me lo decía, yo pensaba: "Oh, dios, ¿y tú me vas a enseñar lo que es el glamour?". Yo no creo en el glamour, porque me parece una idiotez y parte de un star-system que puede haber funcionado en Estados Unidos, pero que aquí no tiene sentido que lo reproduzcamos. Lo que tendríamos que hacer es buscar cuál es nuestra estética y nuestra forma mejor de comunicarnos con el público. A mí las alfombras rojas me resultan demenciales, aparte de incómodas y humillantes.
- J.M.: Y hay otra cosa peor que la alfombra roja, que es el photocall. Es algo verdaderamente siniestro.
- I.P.: Te voy a contar una de las cosas más cómicas que me han pasado en una alfombra roja. Fue en Málaga. Carlos Saura por la alfombra roja. La gente gritándole histéricamente y pidiéndole autógrafos. Carlos Saura, feliz, acercándose a sus fans. Cuando se acercó le preguntaron: "¿y tú de qué serie eres?". Nadie sabe quién eres si no eres un actor de una serie, así que cuando te ponen en un photocall los fotógrafos te miran como preguntándose quién serás y tú estás horrorizada.
- J.M.: Y luego están esos periodistas que se sientan a tu lado y te dicen: "no sé quién eres, así que cuéntame qué has hecho".
- I.D.O.: Es verdad, y eso es muy terrible.


- Viendo aquí a las tres, da la impresión de que las mujeres cada vez tienen mayor peso en la industria del cine. ¿Es una realidad o es sólo un espejismo?
- I.P.: Es más un espejismo. En realidad ocurre una cosa muy curiosa: a más juego de poder económico e ideológico, menos presencia femenina. Si en España las mujeres que tienen un cargo de responsabilidad en lo audiovisual somos sólo un 7 por ciento, en Estados Unidos no pasan del 5 por ciento. Y no hay ni una sola mujer que haya dirigido una película de una major, es decir, de una de las empresas que producen y distribuyen las películas. Y sólo una ha recibido el Oscar a la mejor directora, que fue Kathryn Bigelow en 2008.
- J.M.: Y además fue muy criticada y se decían cosas terribles de ella.
-I.P.: De hecho, la mujer que ha producido La Noche más oscura (Zero Dark Thirty), la última de Bigelow, es una chica de veintitantos años, multimillonaria, que ha entrado en esta peli porque ni dios la quería producir, incluso a pesar de que la directora hubiese ganado un Oscar. Ni en Estados Unidos, ni en general en Europa hay nunca más de un 10 por ciento de mujeres como directoras, guionistas y productoras.


- ¿Ese número no es mayor ni siquiera en Francia?
- I.P.: Francia es una pequeña excepción, sobre todo en el terreno de la televisión. Y es así porque ha habido medidas de acción positiva del gobierno en las escuelas de cine. En los países donde el cine depende solamente de la voluntad de un cineasta para coger una cámara, salir a la calle y rodar hay muchísimas mujeres. Estoy hablando de África, tanto del África negra como del norte. Hay muchísimas mujeres también en Latinoamérica y no conocemos lo que está pasando en Oriente. La cuestión es que si sólo depende de que queramos hacerlo, las mujeres estamos, pero si depende de un presupuesto y ese presupuesto es decidido por una gran compañía, que suele estar dirigida por hombres, las mujeres no estamos.


- ¿Quiere eso decir que ahora sería imposible rodar Esquilache, la película que le dio más renombre a Josefina Molina, y que costó lo que al cambio serían 1,5 millones de euros en 1989?
- J.M.: Sí se puede hacer. Icíar Bollaín lo ha hecho y además internacionalmente, y también Isabel Coixet, que hizo aquella película en la plataforma petrolífera, La vida secreta de las palabras, que tampoco era una película barata. Así que sí que se pueden hacer películas caras todavía, ya lo creo. Lo que nosotras no teníamos era la opción que comenta Inés de irnos con la cámara a donde fuera, porque esa posibilidad ni existía. Nosotras manejábamos elementos pesadísimos. Yo a veces he rodado con 50 camiones y me preguntaba a mí misma, "¿para qué quiero yo tanto camión? ¿Por qué nos gastamos el dinero en estas cosas si podríamos hacerlo de otra manera?". Los equipos eran enormes porque era una mecánica hecha por hombres, y los hombres tienden a ampliar su participación y montar un circo. Los productores tampoco me decían nunca cuál era el presupuesto. Lo que hacían, en general, era quejarse muchísimo. Les veías que vivían como dios, y no podías acceder a la vida que ellos llevaban, pero se quejaban continuamente. Antes de hacer algo tenías que aguantar 45 minutos de quejas profundas: "esto es la ruina, no voy a poder salir adelante, estamos muy mal, habría que bajar el presupuesto de la película, hay que pedir apoyo del Estado...". Te contaban unas cosas que se te ponían los pelos de punta y yo les decía que conocía un sistema para hacer las cosas más sencillas, pero no querían, porque tenía que ser todo como muy grande. Yo por lo menos no pude acceder nunca a hacer nada por mí misma, aunque quizás fuese por incapacidad mía.
- I.P.: No, no, no. Como tú has dicho había una parte enorme que impedía trabajar en lo que una quería. Yo ahora mismo soy feliz porque he conseguido la financiación para mi próximo proyecto y he dicho: "produzco yo". ¿Y en qué me he gastado la mitad de mi sueldo? En comprarme una cámara, con lo cual ahora me voy a África y ya tengo mi cámara para rodar empleando el dinero donde yo creo que había que emplearlo.


- ¿Esta libertad influye en la manera de hacer cine?
- J.M.: Por supuesto, eso influye totalmente en el lenguaje. El de Inés es un lenguaje fluido, adaptado a la realidad, caliente y en contacto con lo que ocurre. Nosotros éramos hieráticos. Por ejemplo, yo he llegado a rodar sin el combo [el sistema que permite ver en un monitor de vídeo lo mismo que ve la cámara], lo que ya es el colmo. Tenías que esperar a ver lo que habías rodado para saber si estaba bien. Y cuando lo veías, estaba el productor al lado y te decía: "pues sí que vale, está muy bien". Y tú decías: "¡qué va, que está muy mal!". Y al final tú tenías que tragar.


- Y en la manera de ver cine, ¿cómo influye el hecho de que cada día se cierren salas?
- I.P.: Eso lo vemos negrísimo.
- J.M.: El futuro del cine está fatal, pero no el del audiovisual. Nunca se ha visto más imagen que ahora, y en el futuro se verá todavía más. El cine en sala, tal como lo hemos conocido nosotras, sí que puede llegar a desaparecer.
- I.P.: El cine en sala tiene una característica que no tiene el resto del audiovisual. Hasta ahora el cine en sala ha sido un cine de autor. Los directores, las directoras y los guionistas han tenido mucho peso en lo que ahí se hacía, pero en cambio mercados como el de la televisión están muy copados por el criterio de los directores de contenido de las cadenas. Las otras alternativas que existen para la difusión de las obras todavía perjudican mucho al producto final. Hablo por ejemplo de Youtube o de Vimeo, que exigen productos que son cortitos y que muchas veces se ven en muy malas condiciones.
- J.M.: Pero eso pasará y la televisión tendrá que jugar a la calidad. Yo creo que el TDT que tenemos ahora, que es algo siniestro y totalmente sobrecogedor tendrá que desaparecer. Pienso que tendrán que apostar por otro tipo de televisión, una de autor. Es un poco escalonado y pasará como en el teatro y el cine. Cuando vino el cine, que empezó siendo de barraca, terminó siendo de autor. La televisión que empezó siendo un entretenimiento ya se está convirtiendo en algo de autor. Sólo hay que ver algunas series que están haciendo los americanos.
- I.P.: Hay una diferencia brutal entre el mercado que tiene una serie americana y las posibilidades de financiación que tenemos aquí. La viabilidad de esas series está directamente vinculada a que tiene una gran salida comercial.


- ¿El problema entonces de los productos españoles no estriba tanto en la creatividad como en lo económico?
- I.P.: El problema principal que hay ahora es la financiación. Las nuevas formas que se están buscando, como Transmedia, no sabemos cómo se van a pagar, y mientras que la Red esté copada por plataformas como Youtube y Google, que se están enriqueciendo a costa de productos en los que no se paga a los autores, será dificilísimo que encontremos fórmulas. Yo sigo creyendo que el Estado se tiene que implicar para que exista una creación cinematográfica, porque eso tiene mucho que ver con la identidad de un país. La construcción de todo nuestro imaginario no es una cuestión baladí y yo creo que es absolutamente esencial que se comprenda que el Estado tiene que mantener esto. En caso contrario, seremos un país en el cual la imaginación estará puramente en manos de los americanos, que sí que entienden perfectamente que hay que invertir en el cine. Además, el cine americano es un cine muy sostenido por el propio Estado, que es una cosa que nunca se dice.


- ¿Las plataforma de pago de cine on line permiten que películas como Evelyn, que no han tenido mucho público en salas, tengan luego una segunda oportunidad?
- I.D.O.: Yo no tengo datos, pero sé positivamente que la gente la está viendo en Filmin, que es donde está. Y yo tengo claro que eso es el futuro. Yo era muy reacia a ver cine por Internet, pero hace poco me compré un bono y disfruto de una oferta de películas increíble a un precio casi ridículo.


- ¿Y de ahí qué se lleva un director de cine?
- I.D.O.: Nada. Y eso también es un problema, claro.
- I.P.: Ocurre igual que con Spotify, que los autores no se llevan prácticamente nada. Ahora de todos modos ya se está negociando y se está buscando desde la SGAE alguna fórmula para que todas las difusiones en la red, a través de plataformas legales, repercutan en los autores. Pero todavía esto está muy poco articulado, y empresas como Filmin son deficitarias hasta que se articulen de una manera más adecuada.


- ¿Con una situación tan precaria se seguirá haciendo cine?
- I.P.: Vamos a tener que seguir haciendo cine, porque como he escuchado decir a alguien, el cine es un veneno.
- I.D.O.: Las historias son sanadoras, y en esta época se está viendo que la gente necesita, a través del medio de expresión que sea, que se explique qué está pasando. Yo creo que el cine es un arma y una herramienta para entender el presente. Las historias son medicina para el alma y de eso se da cuenta la gente, y lo que tenemos que encontrar es la forma de cómo financiar a los autores para que puedan trabajar. Hay que explicar a la gente también en qué consiste el trabajo de un autor, porque se piensa que es estar con la pata estirada en la mesa haciendo nada. Y no, la creación artística es muy dolorosa y también es muy laboriosa.


- Ahora se habla mucho del mecenazgo como fórmula para financiar el cine. El director Enrique Urbizu nos mostró sus dudas sobre esta opción y se preguntaba qué películas querría financiar la banca o los grandes grupos de inversión. ¿Comparten esta idea?
- I.D.O.: Es a lo que vamos y es un poco lo que la gente ha elegido. Si no quieren subvenciones públicas y no quieren que las historias sean financiadas por el Estado, acabaremos en manos de financiaciones privadas.
- I.P.: ¿Pero quién es esa gente que ha elegido que el Estado no apoye al cine de nuestro país?
- I.D.O.: Hay una hostilidad por parte de algunos medios y un movimiento de mala imagen del cine subvencionado. Cuando otros cines como el americano lo están mucho más.
- J.M.: Y en España, las patatas reciben más subvención.
- I.D.O.: Es cierto que en Estados Unidos no es una subvención directa, sino que se dan incentivos fiscales a las empresas, y ese es el modelo que se va a terminar imponiendo en España.


- ¿Esa hostilidad contra el cine español es una generalidad?
- I.P.: Yo no creo que la gente tenga nada contra el cine español. Hay encuestas que muestran que cuando la gente sale del cine español le ha gustado muchísimo, más incluso que el americano. Las series españolas son también una prueba de que a la gente le gusta ver nuestras historias, porque tienen mucha más audiencia y más público que las series americanas. El ataque que ha sufrido el cine español es muy concreto y muy directo. Es un ataque por parte de medios interesados en que nuestro cine no sea una industria y también hay un sector político interesado en que el cine español no sea un testimonio de una época, como ya te ha dicho Isabel. Eso es lo que no quieren ni locos.
- J.M.: Sobre todo si las historias van en contra de esos políticos y no les favorece.


- ¿Qué aporta la mirada femenina a ese cine que funciona como testimonio de una época?
- J.M.: Lo que están haciendo las nuevas directoras es contar historias que nos afectan a todos, pero con una mirada muy limpia y llena de emoción. El cine que se hacía siempre en España era árido. Las mujeres han aportado un lenguaje nuevo, más flexible, menos acartonado y con un gran hallazgo: la emoción. No se les caen los anillos por provocar emociones en los espectadores. En mi época era tabú, era casi una bajeza eso de provocar emociones en los espectadores.
- I.D.O.: Ante una de nuestras películas, un crítico dijo: "a mí es que no me va esto de la sensibilidad femenina". Cuando las emociones y los sentimientos no son solo de las mujeres. Nos afectan a todos. Los hombres lloran también, y mucho, porque son capaces de meterse en la historia.
- J.M.: Los hombres lo pasáis fatal y lo tenéis muy duro, como nosotras. Para mí que los personajes masculinos de ellas son más verdaderos.
- I.D.O.: El proxeneta de Evelyn, por ejemplo, demuestra que el mal no es algo que venga de otro planeta o que tenga cuernos. Hay que recuperar la moral que nos han quitado las religiones. Parece como que es un tema que tiene que ver con la religión, pero no, la ética es nuestra, del ser humano, que independientemente de sus creencias religiosas tiene que tener su ética personal y saber distinguir cuál es el bien y cuál es el mal, y no tiene nada que ver con el cielo y el infierno, sino con lo que es útil para la sociedad o lo que es destructivo para la misma. Y todo eso se puede contar con el personaje de una película.


- Después de todo esto que me cuentan, ¿no le dan ganas a Josefina Molina de ponerse detrás de las cámaras de nuevo?
- J.M.: Eso es imposible porque hay poco sitio, pero para ser sincera tampoco me apetece volver a rodar.

CIMA, Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales

CIMA se define como "una asociación que reúne a más de 200 mujeres profesionales con un objetivo común: fomentar una presencia equitativa de la mujer en el medio audiovisual". Inés París, que fue presidenta de CIMA durante seis años, asegura que "es una asociación que hace muchísima falta y además ha sido, durante todos estos años, enormemente eficaz". CIMA existe desde 2006 porque hay una situación "tan injusta como absurda que es que no haya más que un 10 por ciento de mujeres que de verdad están en aquellos lugares de la industria en los que se decide qué tipo de cine y televisión se va a hacer". La mayor parte de las mujeres se acumulan en la base de la pirámide de la industria audiovisual, es decir "cortando el tráfico, llevando cafés y, sobre todo, maquillando y peinando". Esos puestos no tienen nada que ver con la realidad de la sociedad española, pero tampoco con la cantidad de mujeres que salen de las facultades y las escuelas de cine. Con la intención de que no se pierda todo el talento ni la inversión económica que se ha hecho durante la formación de todas esas mujeres, es para lo que nació CIMA.
Josefina Molina, una de las fundadoras de CIMA y presidenta de honor de la asociación, considera que ha ocurrido lo mismo desde siempre. Recuerda y de paso reivindica a la directora Alice Guy, "que hizo montones de película sin que se supiera que era ella, cuando comenzó el cine, cuando era como una barraca de feria. En cuanto hay poder y dinero se acabó la participación de las mujeres".
La actual presidenta de CIMA, Isabel de Ocampo, informa de que ahora están viviendo un "momento muy intenso porque estamos en el inicio de dos redes internacionales, una con Iberoamérica y otra con Europa". La red europea tendrá sede en Estrasburgo y habrá una amplia representación de las mujeres del audiovisual de todo el continente, que permitirá conocer la situación real de la industria. Además de ese análisis de la realidad, también quieren organizar programas formativos, de trabajo en red, e incluso "está el objetivo de fomentar las coproducciones europeas, no con países donde España siempre los hace, sino con países emergentes que pertenecen al Consejo de Europa y que son un total de 47 estados europeos".

 

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