A Henry James, (1843-1916), un estadounidense enamorado de Europa y en ella afincado gran parte de su vida, le costó la adquisición de la nacionalidad inglesa el rechazo y la crítica de sus compatriotas americanos que minimizaron entonces su valía. Hoy todos reconocen su extraordinario dominio del lenguaje y la calidad de su obra está fuera de discusión.
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